Pensamiento

Somos demócratas, empieza a creértelo

3 septiembre, 2015 02:56

El sentido de la orientación es importante para las personas. El poder contar con valores propios y el saber cuáles son tus ideales da sentido de pertenencia y, por supuesto, da sentido a tu vida. Voy a explicar un caso en Tailandia, país conocido en todo el mundo por su respeto diario, tanto a personas extranjeras así como entre sus propios ciudadanos.

El año 1999 se rueda la película 'Ana y el Rey', protagonizada por Jodie Foster. La película narra la infancia del Rey Mongkut, (Rama IV) quien reinó en Tailandia, (entonces llamada Siam) de 1851 a 1868. 'Ana y el Rey' es la cuarta versión cinematográfica de la obra de teatro original de 1946 y el rodaje fue pensado para ser llevado a cabo en Tailandia. Antes de poder dar permiso para la filmación, las autoridades tailandesas pidieron información sobre el guión de la película.

La Constitución española es joven, alegre, informal y viste de color fucsia. Es verdaderamente optimista, permisiva y tolerante

Para hacer frente a las posibles objeciones de Tailandia, el guión y la trama debían de ser "culturalmente sensibles". Lo que significa que el film no debía contribuir de ningún modo a herir la sensibilidad de los tailandeses. Las autoridades tailandesas se percataron tras leer los diálogos de que se presentaba al monarca siamés como algo más que un tonto inmerso en una cultura asiática claramente inferior a la Occidental. El remake con un actor asiático (no tailandés) muestra al Rey como un hombre relativamente culto con fluidez en varios idiomas, sensible a las necesidades de su familia y con ganas de ofrecer a sus hijos una educación occidental en idioma inglés para equipararlos a las potencias europeas.

La historia original se basó en los diarios de Anna Leonowens, quien fue la profesora de inglés de los hijos del monarca, representando la vida en la casa del Rey Mongkut (Rama IV). Sus memorias son vistas con escepticismo por los historiadores en general, los cuales argumentan que exageró en sus propias capacidades y atribuciones, representando así al Rey como un bufón, cuando en realidad ella misma tenía muy poco contacto con él, o como mínimo, mucho menos del que sugiere el film.

Al comentar las desviaciones de la película sobre la historia, un crítico escribió: "En lugar de presentar la comprensión de Anna de Siam y de su monarca o cómo se transforma un rey y su país, esta película está más interesada en una transformación personal de Anna. En esta película postcolonial, somos testigos de una mujer que llega armada con su identidad británica y que aprende las falacias de su cultura y su propia superioridad moral".

A petición de Tailandia, se realizaron una serie de cambios en el guión de 'Ana y el Rey', pero no se llegó a un acuerdo final entre la productora y el Gobierno tailandés y al final la película se tuvo que rodar en Malasia. Después de su lanzamiento en el año 1999, un comité tailandés comprendido por académicos, periodistas y miembros de la Junta Nacional de Cine declararon "ilegal" la filmación en virtud de una ley de 1930 que prohíbe a cineastas retratar a la monarquía tailandesa en actos de "falta de respeto".

Ha llegado la hora de eliminar complejos y miedos al qué dirán y empezar a no tolerar estas faltas de respeto a los valores básicos del Estado

El caso de Cataluña y España está en las antípodas de este enfoque. Desde que los gobiernos centrales traspasaron las competencias educacionales y cada comunidad autónoma puede interpretar y explicar la historia que le conviene, se ha podido comprobar cómo en Cataluña todo es posible. Vulneración a los derechos del bilingüismo, creación de simposios quasi-científicos y endogámicos con claro ánimo directo de insultar y dañar, y hasta pitadas clamorosas en un estadio de fútbol a un monarca el cual lleva sólo un año en el trono.

La Constitución española es joven, alegre, informal y viste de color fucsia. Es verdaderamente optimista, permisiva y tolerante. Tiene hasta un sabor fundacional a "sentido de culpabilidad", tanto que hasta permite su propia vulneración sin que ocurra nada. Esto ocurre tal y como un padre miedoso de perder a sus hijos permitiría que estos le insultasen de manera habitual con tal de evitar un enfrentamiento. Por supuesto, si esto ocurre, estos hijos usan el miedo del padre en su propio beneficio ejerciendo un constante chantaje psicológico.

Ha llegado la hora de eliminar complejos y miedos al qué dirán y empezar a no tolerar estas faltas de respeto a los valores básicos del Estado. Somos una democracia, no porque nos lo hayan regalado, sino porque nos lo hemos ganado a pulso. Hemos de empezar a creérnoslo y hay que aplicar la ley. Sin dramas, sin demasiadas explicaciones y sin que algunas malas y retorcidas artes políticas nos lleven a callejones sin salida que solo redundan en beneficios de unos pocos. No todo puede valer en un estado moderno. Hay que saber tener mano izquierda y a veces mano derecha. No seremos más demócratas por tolerar más, sino que seremos menos demócratas por tolerar los ataques a los muros del edificio que respalda nuestros valores y nuestra razón de ser.