Pensamiento

El futuro que queremos

31 agosto, 2015 01:35

Los independentistas están poniendo toda la carne en el asador conscientes de que, si el 27S no logran la mayoría, será el golpe de gracia al proceso independentista, a la baja según todas las encuestas.

Los catalanes no secesionistas hemos de ser conscientes de que lo que se avecina será la mayor campaña propagandística que ha conocido Europa desde la Segunda Guerra Mundial

Así pues, los catalanes no secesionistas hemos de ser conscientes de que lo que se avecina será la mayor campaña propagandística que ha conocido Europa desde la Segunda Guerra Mundial. La asfixiante campaña electoral que verá su inicio el día después de la manifestación del 11 de septiembre, financiada con toda seguridad con dinero público, logrará llamar a todos los independentistas a las urnas.

Es posible que, apoyados por una ley electoral favorable, logren alcanzar la mayoría absoluta, no de votos pero sí de escaños. Pero de la misma forma que existe esta posibilidad también es posible que no, que esto no sea así.

En el primero de los escenarios, Cataluña estaría condenada a seguir cuatro años más con un debate estéril, que nos empobrece culturalmente, nos ahoga económicamente, y nos divide socialmente. Un debate que no conduce a ninguna parte más que a la creación de una fractura social que costará toda una generación reparar, ya que la independencia de Cataluña nunca llegará; por ausencia de mayoría social a favor de la secesión, por la inviabilidad económica de una Cataluña separada de España, y por la ausencia de reconocimiento internacional, pero la tensión seguirá y seguirá mientras manden los nacionalistas.

En este caso, el futuro, como mínimo el más inmediato, será amargo, y podremos encontrarnos con que la próxima vez que tengamos la ocasión de ir a las urnas ya será demasiado tarde para arreglar nada.

Claro que también existe otra posibilidad. Cabe la opción de que, a pesar de todos los esfuerzos, a pesar de toda la campaña que ha habido y que habrá durante los siguientes meses, el independentismo sea derrotado en las urnas.

En este caso la tensión será igualmente inevitable, ya que las elecciones de la ANC o la consulta interna de Unió han demostrado el poco respeto que tienen los nacionalistas por los resultado electorales cuando estos no son de su agrado, pero tendríamos una ocasión única en la historia de Cataluña; la de crear por primera vez un gobierno libre de nacionalismo.

Por mucho que el independentismo sea minoritario, las mayorías silenciosas no cuentan a la hora de la verdad; son las mayorías políticas las que constituyen gobiernos

Por mucho que el independentismo sea minoritario, las mayorías silenciosas no cuentan a la hora de la verdad; son las mayorías políticas las que constituyen gobiernos. Y allí los partidarios de la unión vamos un paso por detrás, ya que mientras David Fernàndez se abraza con Artur Mas y Oriol Junqueras vota a favor de destruir la sanidad pública, la izquierda no nacionalista y la derecha no nacionalista parecen incapaces de sentarse en una mesa a dialogar.

Mientras no superemos el eje izquierda-derecha, la Cataluña “oficial” seguirá sin ser representativa de la Cataluña “real” y en ese caso a lo máximo a lo que podremos aspirar sería a dejar un Parlament polarizado y fragmentado, e impedir que Mas sea investido. Así pues, parece como si nuestra única opción fuera la de convertir el Parlamento catalán en una versión radical del Parlamento andaluz, y considerar el bloqueo como una victoria.

En un caso u otro, el futuro que nos espera no es muy alentador. Pero así no vamos a ninguna parte; tenemos que creernos de una vez que podemos ganar, que otra Cataluña es posible. No la Cataluña donde se acose a una familia de Mataró por pedir una educación bilingüe, ni la Cataluña que gasta en embajadas mientras recorta en sanidad, sino una Cataluña plural en una España de todos.

Para construir esto, es necesario un pacto entre todas las fuerzas que apuesten por la unidad de España, obviando sus otras más que evidentes diferencias. De la misma forma que se hizo en su día en Euskadi, o de la misma forma que se ha hecho en Calafell después de estas últimas municipales.

Hace tres años esto podía parecer una utopía, pero la realidad es que cada vez somos más los que vemos esto factible, y es un tema que ha sido puesto sobre la mesa en el debate político, esperemos que para quedarse, porque de lo contrario Artur Mas, no contento con romper su partido, romperá no España sino Cataluña.