Delirium tremens soberanista
Como hemos llegado hasta aquí, nos preguntamos con frecuencia muchos ciudadanos de a pie al contemplar el depauperado estado de la política catalana. En relativamente poco tiempo hemos pasado del oasis político pujoliano al Dragón Kahn de Maragall, los desbarajustes del tripartito en el mandato de Montilla, hasta el mono tema soberanista desde que Artur Mas se echó en brazos de una entidad privada, llamada Asamblea Nacional de Cataluña (ANC), y decidió iniciar un viaje a no se sabe bien dónde.
Todo empezó a ir de mal en peor cuando en septiembre de 2012 el presidente Mas confundió una manifestación con todo un pueblo
De hecho, Artur Mas llegó a la presidencia de la Generalitat, en 2010, porque entre las clases dirigentes catalanas se había creado la sensación de que éste sería un buen aliado para sus intereses y crearía un entorno político favorable para los negocios y el crecimiento económico. Sin embargo, todo empezó a ir de mal en peor cuando en septiembre de 2012 el presidente Mas confundió una manifestación con todo un pueblo.
Artur Mas nunca fue independentista, al menos no se le conocen devaneos en esa línea –de hecho, ni en esa ni en ninguna-, pero sus decisiones erróneas, le han llevado a estar atado de pies y manos por aquellos que controlan la calle.
Jordi Pujol tuvo la habilidad de consolidar, a partir de 1984, con buena parte de los votos de la UCD recién disuelta, la federación nacionalista CiU que tantas glorias electorales dio al nacionalismo moderado. Sin embargo, la falta de autoridad, de Mas por un lado, su mesianismo por otro, así como su nula capacidad de estratega política, han hecho que aquella unión saltara por los aires.
Ahora, buena parte del voto radical convergente ha volado a ERC y el moderado, tras la escisión de los de Duran vayan ustedes a saber por dónde anda.
Con este panorama tan poco halagüeño de fondo, dicen los que dicen que entienden de estas cosas que, con la independencia, Cataluña será algo así como el paraíso terrenal. Personalmente lo dudo. Lo que sí sé es que, desde qué Artur Mas inició su viaje hacia el abismo, estamos sufriendo una profunda fractura social porque bufones como Jordi Soler o Miquel Calzada (antes Miki Moto) se han dedicado a tergiversar la historia con tricentenarios y museos en los que se confunde una guerra de sucesión con una de secesión y donde se afirma, sin que nadie se sonroje, que el Quijote se escribió en catalán, entre otras lindezas, sembrando así el odio hacia todo aquello que llega de España.
En los últimos cuatro años la inversión extranjera en Cataluña es sólo el 25% de lo invertido en la Comunidad de Madrid
Por otra parte, desde que se puso en marcha el “procés”, Cataluña ha perdido atractivo para los grandes inversores, los números son elocuentes: en los últimos cuatro años la inversión extranjera en Cataluña es sólo el 25% de lo invertido en la Comunidad de Madrid. No olvidemos que ambas comunidades tienen un peso económico y un PIB similar. Asimismo, en 2014 la inversión extranjera cayó en Cataluña un 42% respecto a 2013.
Pero es que además de todo esto la incapacidad del gobierno de Mas para gestionar la Generalitat es evidente. Por ejemplo, semanas atrás se hizo pública una sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) que anula el concurso con el que la Generalitat privatizó la gestión de Aguas Ter-Llobregat ((ATLL). Esta sentencia ha puesto en entredicho la capacidad del actual gobierno autonómico. Tanto si el gobierno recurre el fallo, como si finalmente opta por llevar a cabo un nuevo concurso de la ATLL, la seguridad jurídica que pueda aportar la Generalitat en futuras operaciones quedará considerablemente mermada y no están las cosas para permitirse frivolidades.
Y para terminar de redondear la situación, sólo faltaba el lío que se han montado con lo de la lista única “sin políticos”. Y no sé cuántas zarandajas más. Ciertamente lo más inverosímil que se ha visto en los últimos tiempos, y eso que se han visto y hecho cosas impensables por estos pagos invocando el mal llamado derecho a decidir, la hipotética libertad de un pueblo y un montón de mandangas más.
Recientemente, en sesión parlamentaria, Artur Mas ha amagado con no convocar elecciones el 27S si el panorama secesionista no se clarifica y no se establece una hoja de ruta clara (es decir, la suya). De ser así, el soberanismo pasaría de su actual estado catatónico a un delirium tremens, definitivamente, irreversible.
A ver si hay suerte.