Cuando la valentía es sinónimo de libertad
El mapa electoral dibujado después de los comicios electorales del pasado 24 de mayo, nos deja muchos municipios ingobernables, justo en un momento en que la situación económica y social necesita más que nunca estabilidad política. A partir de esta reflexión que me llevaría -como es costumbre en mí- a analizar durante varios días todo tipo de variables, etc y disfrutar en dicha labor, en esta ocasión no puedo hacerlo. En mi mente queda grabado a fuego la intolerancia de los que se creen con la superioridad moral para no respetar las leyes, y maltratar a los pocos que se atreven a exigir algo tan obvio como el respeto a la legalidad. Todo ante una mayoría silenciosa que va de puntillas sobre un polvorín con la mecha cada vez más corta.
En Sant Antoni de Vilamajor, como en otros muchos municipios de Cataluña, no se atiende la orden de la junta electoral de retirar símbolos ideológicos de los espacios públicos
En Sant Antoni de Vilamajor, como en otros muchos municipios de Cataluña, no se atiende la orden de la junta electoral de retirar símbolos ideológicos de los espacios públicos que influyan en la imparcialidad de los comicios, en el pueblo citado el candidato del Partido Popular Santiago Bofill, al llegar a primera hora de la mañana, piensa en el estupendo día que va amaneciendo y que acompañara la jornada electoral, no puede por más que constatar que las dos banderas independentistas instaladas en el espacio público siguen ondeando al ritmo de desprecio de la orden dada por la junta electoral, pero aún había de sorprenderse más, al llegar al colegio electoral, éste está presidido por una pancarta de la ANC, hasta aquí había llegado, no podía dejar pasar algo tan grave, después de solicitar verbalmente tanto a los funcionarios, como a la alcaldesa del pueblo la retirada inmediata y estos hacen caso omiso con cierta sorna de la demanda.
Los hechos más graves suceden desde el momento que Bofill hace una reclamación por escrito para la retirada y sigue insistiendo, la autoridad local le contesta que haga lo que quiera pero no van a retirarla, el tira y afloja de una persona, de un candidato contra el poder independentista instalado en la institución, una institución que debería ser de todos! A las 18 horas a requerimiento de la junta electoral se retira la pancarta, y al tiempo se inicia la caza, el acoso, el insulto, la amenaza contra quién ha defendido los derechos de todos los ciudadanos.
Con la simple compañía de una valiente militante local, Santiago Bofill aguanta estoicamente los insultos, amenazas, y el acoso de una veintena de personas que amparadas detrás de la polémica pancarta de la ANC le hacen en la puerta del colegio electoral, con cierta tristeza se vislumbra que entre los que están en el escarnio figura la máxima autoridad local.
¿En cuántos municipios no había un candidato que denunciará hechos similares? Y por tanto se habrá condicionado el voto de los ciudadanos, unos pocos en el silencio solidario con la causa del secesionismo, y unos muchos en el silencio de no enfrentarse con los que se han apoderado del espacio público, y que actúan con formas nada democráticas guiados con un sentimiento de tribu no civilizada que impone sus deseos y elucubraciones "nacionales" al resto de la población. En cada uno de los pueblos de Cataluña necesitamos un Santiago Bofill que reclame el cumplimiento de las leyes, y dé ejemplo para que la mayoría silenciosa pierda el miedo y reclame compartir lo público desde el estado de derecho, la democracia y, sobre todo, la libertad, el respeto y la convivencia.