Ley de lenguas: ¿debate o disputa?
Hace unos meses coincidí con la filósofa Victoria Camps. Hablando del proyecto de Ley de lenguas (Ldl), me dijo que la posición de aquellos que pedimos modificar la inmersión lingüística y al mismo tiempo, queremos el pleno reconocimiento del catalán como lengua del Estado estábamos en una posición difícil que sería fácilmente malinterpretada. Esta premonición de Victoria se ha cumplido: a algunos les cuesta entender que se puedan defender ambas cosas al mismo tiempo.
¿Qué le pasa al Sr. Trancón? ¿Por qué no puede argumentar en contra de la Ldl refiriéndose a la Ldl y se ve impulsado a fantasear un caballo de Troya para humillar al resto de España?
Una de estas personas es Santiago Trancón, que dedicó al proyecto y a mí en particular un furibundo artículo en estas páginas, “¿Ley de lenguas, o derechos lingüísticos?”, en el que califica la Ldl de “despropósito estrambótico y asimétrico” y a sus medidas concretas, una “extravagancia”. Afirma que en mis artículos sobre el tema, yo mantengo un discurso que “no cuestiona para nada el poder y la actuación lingüística del nacionalismo catalán; más aún, lo legitima y disculpa” y añade que los promotores de la Ldl “exigen a la España monolingüe que sea oficialmente cuatrilingüe, y aceptan que la Cataluña bilingüe sea oficial y prácticamente monolingüe”. Dice además que yo “nunca hablo de derechos lingüísticos objetivos” y “que para mí, el “problema lingüístico no lo tiene Cataluña sino España y los españoles, que son intolerantes y viscerales”. Acaba diciendo que la Ldl es un caballo de Troya de los independentistas y descalifica la discusión como un “turbio debate”, en el que, sin embargo, no se abstiene de participar.
El artículo del Sr. Trancón es una pieza maestra de reducción al absurdo de una propuesta que es seria y razonada. Ello no la hace necesariamente conveniente, como piensan algunos, pero esta es otra cuestión. Sin embargo, alguna seriedad y consistencia tendrá la propuesta si es objeto de un debate tan vivo, donde muchas personas válidas, tanto a favor como en contra de la Ldl, han hecho aportaciones constructivas sobre la diversidad lingüística de España y han permitido reflexiones muy interesantes sobre el conflicto lingüístico y sus soluciones.
¿Qué le pasa al Sr. Trancón? ¿Por qué no puede argumentar en contra de la Ldl refiriéndose a la Ldl y se ve impulsado a fantasear un caballo de Troya para humillar al resto de España? En mi opinión, le pasa lo que dijo Victoria Camps. Algunos no entienden la propuesta. Entonces buscan una razón para ella, una razón para este “despropósito” que a ningún no-nacionalista puede pasarle por la imaginación.
Quería explicarle al Sr. Trancón que es un error pensar que si a alguien le interesa el catalán y quiere que su Estado le hable también en esta lengua, ello implica necesariamente que le parece bien la exclusión del español en la vida pública de Cataluña. Nadie de los promotores de la Ldl ha dicho que no nos importe la situación del español en Cataluña. Más bien, todo lo contrario: todos nosotros escribimos sobre el conflicto lingüístico en Cataluña y estamos comprometidos con el bilingüismo. Queremos un cambio en la política lingüística de Cataluña y pensamos que, con nuestros artículos y actuaciones, estamos contribuyendo a que esto pueda llegar a suceder. Sr. Trancón, A es A y B es B.
Todo esto parece muy obvio pero en la situación tan extrema que vivimos en Cataluña en el tema lingüístico, no lo es.
También al Sr. Antonio Robles le cuesta entender que se pueda ser crítico con la política lingüística de Cataluña y al mismo tiempo, defender la oficialidad de las lenguas distintas del castellano. Después de dos enrevesados artículos y varios comentarios en CG, donde decide que yo estoy “bajo una presión catalanista más grande de lo debido” llega a la supuesta razón real y oscura de la Ldl: es una propuesta del PSC que me utiliza a mí, particularmente, para vender este proyecto bajo una pátina de progresismo pero cuyo objetivo real es machacar aún más el español en Cataluña y hacer un federalismo asimétrico en nuestro país. El Sr. Robles califica la Ldl de “disparate” y afirma que yo estoy acometiendo un “envite etno-lingüístico” contra los derechos de los castellanohablantes en Cataluña. Todo ello explicado en Libertad Digital y creído por el Sr. Trancón y otros; de aquí el caballo de Troya.
Bien, nada de ello es así. Los promotores de la Ldl somos individuos independientes que creemos en este proyecto y que tenemos la oportunidad de expresarnos públicamente y darlo a conocer. No hay más. No somos ningún submarino del PSC ni yo tengo idea de haberme vendido a nadie. El dato que le hace confabular todo esto al Sr. Robles es mi participación en el “II Seminario de Plurilingüismo” realizado en Barcelona el pasado 24 de abril, continuación del que se realizó el pasado setiembre en Madrid. En este seminario, organizado por la Fundación Ortega-Marañón y el senador Carles Martí, asistieron lingüistas y académicos de las demás comunidades bilingües para hablar de las lenguas de España y no para maquinar ningún caballo de Troya. El senador Martí tiene elaborada, efectivamente, una propuesta de ley de lenguas “para el reconocimiento y amparo de las lenguas distintas del español”, sin hacer estas lenguas oficiales, con unas medidas concretas pero limitadas y para pactarla con los gobiernos de las comunidades bilingües. Es un proyecto de él, que de hecho presentó hace dos años en el Senado y la Mesa no aceptó tramitarlo. Carles Martí está a favor del plurilingüismo del Estado pero su enfoque no es como el nuestro.
Nuestra propuesta no busca “amparar” nada, quiere la oficialidad, tiene medidas ambiciosas y no contempla ninguna negociación con los nacionalistas, más bien todo lo contrario, considera que la clave del éxito de la iniciativa es que se lleve a cabo de forma independiente de los nacionalistas. Carles Martí sabe perfectamente que nuestra propuesta es diferente de la suya y sabe también muy bien que nuestra posición sobre la política lingüística de Cataluña es muy diferente de la suya. Sin embargo, estas diferencias no me impiden a mí dialogar con él ni me van a impedir seguir reuniéndome con académicos del resto de España para hablar de plurilingüismo, escuchar los enfoques de los otros y hablar de la situación del español en las comunidades bilingües. Todo ello lo hago desde mi independencia. No soy un submarino de ningún partido ni estoy al servicio de ninguna conspiración. La realidad parece ser más bien que el Sr. Robles no entiende el proyecto y por ello tiene que buscar algún motivo oscuro detrás de él.
¿Por qué cuesta tanto comprender que se pueda ser crítico con la política lingüística de Cataluña y, al mismo tiempo, querer un Estado activo, gestor de las otras lenguas españolas? En mi opinión, es porque, también en nuestro campo, se ha interiorizado la idea de que la lengua catalana y el nacionalismo son la misma cosa.
Se ha interiorizado la idea de que la lengua catalana y el nacionalismo son la misma cosa
Esta equivalencia se observa en prácticamente todos los artículos contrarios a la Ldl, sin menoscabo de que muchos de ellos hayan señalado importantes ambigüedades nuestras o aspectos no dichos en la ley. El enfoque que se repite es que la Ldl es para complacer a los nacionalistas o para pactar con ellos o para que ellos opinen o para que ellos modifiquen la inmersión a cambio. Pero diciendo esto se da la razón a los nacionalistas: ellos piensan y transmiten que son los amos del catalán; tienen la exclusividad sobre esta lengua. Para ellos, nadie tiene derecho a decir nada sobre el catalán sin contar con su beneplácito. Ellos son el catalán.
No es este nuestro enfoque; no proponemos la Ldl para que los nacionalistas estén contentos y sean buenos chicos sino que la proponemos precisamente para disputarles su condición de amos únicos del catalán.
Cuando los federalistas canadienses hicieron oficial el francés, lo hicieron independientemente del Partido Quebequés, de si a éste le parecía bien o mal. Se dirigieron a los ciudadanos de Quebec y del todo el Estado, no a los nacionalistas. A partir de este acto, el Estado canadiense quedó legitimado para hablar en nombre del francés, además del inglés, del bilingüismo como un valor del país y de los derechos lingüísticos como pertenecientes a los ciudadanos y no a los territorios. Uno puede argumentar que no le importa que los nacionalistas se hayan erigido en los amos del catalán; lo que quiere es que acabe la exclusión del español. Me gustaría pedir a los que piensan así que no desdeñen tan rápido la idea de que para re-situar el español y acabar con su exclusión sea necesario en primer lugar re-situar el catalán, a partir de arrebatarles a los nacionalistas el monopolio sobre esta lengua. Soy consciente de que tenemos que explicar mejor esta cuestión crucial.
En mi opinión, el debate puede ser muy interesante y rico si es constructivo, sin retórica denigratoria y sobre todo, si estamos seguros de que estamos hablando de la misma cosa. Una disputa sobre caballos de Troya está fuera de lugar. Necesitamos el tiempo y la energía para intentar aportar soluciones al conflicto lingüístico y no para disputas estériles.