Pensamiento

El Ministerio de Francesc-Marc Álvaro

11 marzo, 2015 08:38

Francesc-Marc Álvaro ha escrito un artículo en el que intenta defender que la nueva serie de Televisión Española, El Ministerio del Tiempo, es un producto del nacionalismo español. En su artículo, sin embargo, no aporta ni una sola evidencia (escena, diálogo, etc.) en el que fundar su teoría. Más bien todo lo contrario. De los cuatro párrafos que tiene el artículo, los dos primeros los emplea en su habitual victimismo de imaginar lo que hubiera sucedido ante la situación inversa: si TV3 estrenara un producto similar sobre la historia de Cataluña. En el cuarto y último párrafo admite -¡para sorpresa del lector!- que la teleserie le gusta mucho y que una de las protagonistas es un personaje inspirado en las primeras mujeres catalanas que estudiaron en la universidad. Sí, una mujer y catalana entre los tres protagonistas. Los otros dos son un enfermero madrileño bastante inculto del siglo XXI y un soldado de los Tercios de Flandes del siglo XVI bastante machista. La que sale mejor parada, que duda cabe, es la mujer catalana.

¿Se imaginan que en Europa se recordara constantemente las luchas entre monarquías en las que el continente, cada pocos años, redibujaba sus fronteras?

En su artículo, Álvaro ya avanza que lo tratarán de “enfermo” por calificar a este nuevo producto televisivo de nacionalista español y, como suelen hacer aquellos que ven nacionalistas hasta debajo de las piedras, se ríe de la distinción entre ficción “nacional” y “nacionalista”. Para intentar dar argumentos a su retórica paranoide se apoya en el concepto de “nacionalismo banal” del catedrático Michael Billig, que explica que los Estados también recurren a un conjunto de símbolos, hábitos y discursos para sustentar el Estado constituido. Nos descubre la sopa d’all. Es evidente que todos los Estados emplean una suerte de softpower para propagar una idea o relato que genere una cierta adhesión o sentimiento de pertenencia entre sus ciudadanos, pero de aquí a considerar que el nuevo estreno de TVE promueve el nacionalismo hay un trecho muy grande. Para ejemplos que difunden el nacionalismo excluyente y una visión edulcorada de un pasado glorioso hay los simposios llamados ‘España contra Cataluña’, las piedras destruidas del Centro Cultural del Borne o la celebración de un Tricentenario que nos recuerda que hace tres siglos hubo una lucha entre conciudadanos. ¿Se imaginan que en Europa se recordara constantemente las luchas entre monarquías en las que el continente, cada pocos años, redibujaba sus fronteras?

Precisamente este martes el profesor y catedrático Francesc De Carreras explica en El País esta distinción que Álvaro parece no entender entre un nacionalismo identitario -por tanto, excluyente- y una suerte de nacionalismo constitucional, si es que procede llamarle así. En este segundo caso, la unión se basa en el respeto al Estado de Derecho, en la igualdad entre ciudadanos que residen en un determinado territorio bajo ningún otro requerimiento que la aceptación de una Constitución elaborada y votada por sus representantes. Ni el pasado ni la creencia de un “pueblo” o colectivo con supuestos derechos pre-constitucionales caben en una unión de ciudadanos libres e iguales. De Carreras además, también cree que existe un nacionalismo español; un nacionalismo que sin embargo se convierte en residual con la llegada de la democracia. El Valle de los Caídos de la dictadura franquista por el Centro Cultural del Borne de la democracia catalana. Juzguen ustedes qué nacionalismo tiene más apoyo institucional y más presencia en la actualidad.

En el último capítulo del Ministerio del Tiempo aparece un personaje, una tal Lola Mendieta, que trabaja para el Ministerio y que se rebela. Mientras el Ministerio pretende mantener el pasado tal como sucedió, con sus luces y sus sombras, Lola pretende reescribirlo. A mejor. Sabe que la historia de España “a veces es una mierda de historia” y acusa al Ministerio de tenerles a todos engañados. La gracia de este personaje es que aún no se sabe si es bueno o malo y, seguramente, no es ni lo uno ni lo otro; pero su pretensión de superioridad la empuja a querer mejorar la historia, señalar quiénes fueron héroes y quiénes villanos y hacer partidismo con el pasado. He ahí la diferencia entre ficción nacional, y ficción nacionalista.