Análisis de la situación en Cataluña
Este artículo y otro que se publicará en breve, quieren trasladar a los lectores de CRÓNICA GLOBAL, las reflexiones que expuse en el acto de entrega del I premio de Movimiento Cívico Espanya i Catalans (MCEC) el 14 de febrero de 2015. A causa de su extensión, me ha parecido prudente presentarlas en dos artículos separados. En el primero, repaso someramente la situación política en que nos encontramos y los riesgos a los que nos enfrentamos en los próximos meses; y, en el segundo, esbozo algunas de las tareas más urgentes que, en mi opinión, tendrína que desarrollar MCEC y otras entidades con objetivos similares para recuperar, con el apoyo de las instituciones centrales del Estado, la normalidad democrática en Cataluña, para restablecer la unidad de mercado, y para promover la creación de una tupida red de asociaciones y fundaciones en Cataluña que generen propuestas y actividades dentro del marco constitucional de 1978.
Quiero comenzar agradeciendo a Eduardo García, presidente de Movimiento Cívico Espanya i Catalans (MCEC), la oportunidad que me ha brindado de sumarme a este acto de homenaje a Dolores Agenjo, nuestra heroína del 9N, que pese a todas las presiones recibidas del gobierno catalán cumplió la ley e impidió que se celebrara en el Instituto que dirigía en Hospitalet de Llobregat la consulta-farsa que el Tribunal Constitucional había prohibido días antes. Voy a aprovechar estos minutos para compartir con ustedes algunas reflexiones sobre la situación de España y los catalanes. Perdónenme si digo demasiadas obviedades y lo hago además, por la premura de tiempo, de manera casi telegráfica.
Artur Mas i Gavarró dejó de ser el pasado 9 de noviembre de 2014 el Presidente de los catalanes para convertirse en el president de los independentistas catalanes
Lo primero que quiero decirles es que vivo en Cataluña desde hace tres décadas y sigo considerándome español. Entiendo que sentirse español y hablar la lengua que hablan la mayoría de los catalanes, el español, es una forma de ser catalán más incluyente y respetuosa que la que propugnan los independentistas, empeñados en imponernos el lema de Omnium Cultural, “una lengua, una cultura, una nación”, algo muy propio de todos los regímenes totalitarios.
Segundo, considero la Constitución de 1978 un hito histórico que ha permitido, por primera vez a los españoles vivir en libertad, concordia y prosperidad durante varias décadas seguidas, con independencia de su género, sus creencias religiosas o preferencias políticas. Gracias a la Constitución de 1978 hemos desterrado la maldición que pesaba sobre los españoles y que Machado expresó en aquellos versos memorables: “Españolito que vienes/ al mundo, te guarde Dios./ Una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón”. La Constitución puede naturalmente cambiarse siguiendo los procedimientos establecidos en el texto constitucional, pero no mediante consultas excluyentes o falsas elecciones plebiscitarias, o apelando a mayorías imaginarias.
Tercero, el resultado de la consulta del 9N puso de manifiesto que, sólo 1,8 millones de catalanes, como mucho, son partidarios de la independencia. Con este apoyo ya no es posible sostener que la mayoría del ‘pueblo’ catalán quiere la independencia, salvo que nos excluyan a la mayoría de los catalanes del ‘pueblo’. Pese a las campañas de adoctrinamiento y lavado de cerebro a que nos han sometido desde todas las instancias de la Generalidad (gobierno, diputaciones, ayuntamientos y consejos comarcales), desde el sistema educativo y desde los medios de comunicación públicos y subvencionados, y pese a las oleadas de propaganda invasiva con que nos ha torturado el ejército de salvación nacional comandado por Forcadell y Casals en los últimos años, el hecho cierto es que sólo una minoría de catalanes se movilizó para apoyar la independencia. No me cabe ninguna duda de que si las urnas hubieran sido no de cartón sino de verdad y las listas el censo real, y si la votación hubiera tenido consecuencias jurídicas, el número de votos a favor de la independencia habría sido bastante menor.
Cuarto, 2014, el año del tricentenario, no ha sido pese a los fastos y dispendios presupuestarios de la Generalidad el año en que Cataluña alcanzó la independencia sino el año en que los independentistas cosecharon otro sonado fracaso. Los malos resultados del 9N han dejado descolocados a los independentistas que no terminan de dar crédito al hecho de que la mayoría de los ciudadanos catalanes no se sienta parte del imaginario ‘pueblo’ de zombis al que dirigen sus trasnochadas arengas, y la sociedad catalana sea mucho más plural y abierta que el monolítico y cerrado ‘país’ que pretenden imponernos a golpe de Diari Oficial de la Generatlitat de Catalunya. Ahora, las fechas marcadas a fuego en la nueva hoja de ruta son el 11-S y el 27-S y hasta entonces podemos estar seguros de que van a seguir dando la matraca y preguntándonos, en español si hace falta, a qué queremos dedicar los ilusorios 16.000 millones que nos traerá la independencia. Se aprecia, no obstante, ya cierto cansancio, perplejidad y desunión en sus filas que convendría aprovechar.
Quinto, Artur Mas i Gavarró dejó de ser el pasado 9 de noviembre de 2014 el Presidente de los catalanes para convertirse en el president de los independentistas catalanes. Su papel como principal impulsor y responsable de la consulta-farsa del 9-N, lo ha convertido en un usurpador, porque no de otra manera puede calificarse a quien ostenta un cargo público pero ni acata la Constitución ni las sentencias del Tribunal Constitucional que lo legitiman. Espero que el procedimiento abierto contra él por la Fiscalía del Estado acabe con su inhabilitación para ejercer cargos públicos, algo que desde el MCEC considero debemos reclamar con insistencia.
Sexto, tenemos que estar muy precavidos para hacer frente a quienes, con la excusa de evitar la secesión de Cataluña, quieren abrir un período constituyente o reformar la Constitución, para transformar España en no se sabe muy bien qué tipo de estado popular (Podemos) o federal (PSC). Y también para desenmascarar las propuestas que he escuchado a los representantes del ‘establishment’ económico de Cataluña (y hasta de España), y de algunas asociaciones que abogan por alcanzar un ‘acuerdo con España’ sobre las siguientes bases que estaban ya presentes en el proyecto de Estatut de septiembre de 2005 aprobado con los votos del PSC, ERC, ICV-EUiA y CiU:
- Reconocimiento de la identidad catalana
- Blindaje de competencias en educación y cultura
- Financiación asimétrica para limitar la solidaridad entre los españoles
Séptimo, me parece legítimo reformar la Constitución siempre que se haga respetando los cauces previstos por la propia Constitución. En mi opinión, si lo que convenía tras la muerte de Franco era abrir un período constitucional para posibilitar la convivencia en libertad de todos los españoles, lo que nos conviene ahora es defender esa Constitución para defender la igualdad de todos los españoles ante la ley. La única reforma constitucional que me parece indispensable es eliminar los privilegios económicos que la Constitución concede a vascos y navarros. En cuanto a las soluciones de compromiso que algunos proponen tengo que decir que los blindajes harían irreversibles los actuales recortes de nuestros derechos constitucionales, y la financiación asimétrica la encuentro rechazable por ser fiscalmente regresiva. Por otra parte, cualquiera con un mínimo conocimiento de la realidad catalana sabe muy bien que cualquier concesión al nacional-independentismo sólo servirá para darle nuevas alas.