Lo viejo y lo nuevo
La política española está revuelta. Las encuestas provocan duchas escocesas en todos los partidos, sobre todo, en los de viejo cuño. Podemos y Ciudadanos se están disparando en los sondeos demoscópicos y, los dos, huyen de ser identificados en la vieja dicotomía derecha-izquierda. Podemos se niega a situarse en la izquierda y Ciudadanos huye como del agua hirviendo de su identificación con la derecha. Ambos han puesto sus cartas encima de la mesa apostando por lo nuevo frente a lo viejo. Apuestan por el cambio, rememorando la idea que acuñó Felipe González en 1982. Son el cambio. Podemos, el de la ruptura. Ciudadanos, el cambio sensato, como escribía el pasado fin de semana Albert Rivera en El País, de la mano de su último fichaje: Luis Garicano.
Podemos y Ciudadanos apuestan por el cambio, rememorando la idea que acuñó Felipe González en 1982
Ambos partidos están in crescendo, aunque Podemos pierde algo de fuelle en las últimas encuestas. Ciudadanos tiene un subidón de adrenalina cada vez que salen prospecciones. Los que no levantan cabeza son los partidos que representan lo viejo. Izquierda Unida está en guerra abierta y su dirección trata de controlar los daños que Podemos ha hecho en su intimidad. En Madrid, las heridas son irreparables. En Cataluña, IC puede quedarse como caballero de la triste figura mirando los acontecimientos, y fuera de Andalucía y Valencia sus perspectivas son malas, o muy malas.
Incluso los partidos nacionalistas tradicionales ven como sus huestes resultan diezmadas. El PNV, el BNG, CiU o ERC ven amenazada su hegemonía. Podemos se sitúa como segunda fuerza en Euskadi superando a Bildu. El BNG no da abasto para combatir a la Alternativa Galega de Beirás y a Podemos. En Cataluña, Ciudadanos se perfila como tercera fuerza y aumenta sus expectativas en Valencia. Incluso en Andalucía podría convertirse en un oscuro objeto de deseo a tenor del 4% de los votos que podría obtener según el reconocido observatorio de la Universidad de Granada. UPyD está pagando la arrogancia y displicencia de su líder, Rosa Díez. Su negativa a pactar con los de Rivera la ha situado en lo viejo frente al nuevo Rivera. El sorpasso es más que un hecho evidente. CiU y ERC siguen siendo mayoría en el Parlamento autonómico pero están perdiendo fuelle. Sus cuitas internas han dejado el proceso independentista en el baúl de los recuerdos. No se retomará hasta después de las municipales, y siempre según los resultados. El proceso está malherido y la ciudadanía, frustrada. Todos estos partidos que han significado la ilusión por un futuro diferente han caído también en el saco de lo viejo. Ya no son lo que eran.
El PSOE sigue renqueante. El golpe de mano que expulsa al líder de Madrid para reforzar la autoridad de Sánchez ha hecho entrar al PSOE en colapso. Tanto llenarse la boca en fomentar la democracia a través de las primarias para llegar a la disolución del Partido Socialista de Madrid de malos modos y peores maneras. Los líderes territoriales, cogidos en medio de sus procesos electorales, hacen encaje de bolillos para disimular su malestar. Sánchez se ha quitado a Tomás Gómez de en medio sin pestañear, apoyándose en la vieja guardia Rubalcabista. Dicen que el candidato será Ángel Gabilondo, pero ni esto está claro. El PSC trata de situarse al pairo de este golpe de estado palaciego poniendo sordina a la llamada de su primer secretario, Miquel Iceta, a Carme Chacón para convencerla que lo de Tomás era necesario. Tuvo escaso éxito. Chacón, Zerolo y Matarín hicieron saber su malestar en la ejecutiva. Díaz mantiene un sospechoso silencio en Andalucía y Ximo Puig -Valencia- apoya a Gabilondo pero reniega de las formas. No en vano, ni valencianos ni andaluces asistieron a la Comisión Permanente para no ser cómplices de la asonada. Con todos estos ingredientes, los socialistas se desangran. No están en los niveles del PASOK griego pero a este ritmo, todo se andará. El relevo de Rubalcaba por Sánchez abría la puerta a la esperanza. Lo nuevo se imponía en el PSOE. La última maniobra, que todavía no valoran las encuestas, demuestra que lo viejo ha vuelto.
Los que no levantan cabeza son los partidos que representan lo viejo
El PP sigue manteniendo el liderazgo en las encuestas pero más por los errores del contrario que por éxitos propios. Rajoy no despega y el retraso en nombrar candidatos hace temblar las estructuras del partido. En Andalucía, las noticias no son buenas. En Valencia, la casa parece ser una ruina y en Extremadura tiene todas las papeletas para no ganar, mientras que en Cataluña el PP es una sombra de lo que era. Sin embargo, Rajoy ha conseguido erigirse en el factor anti-Podemos con la esperanza de recuperar el voto de los que han abjurado del PP por su política económica. Quiere que todos vuelvan al redil, pero la irrupción de fuerzas como VOX no son una buena noticia. En Madrid, este grupo puede conseguir un 1% del voto que perdería el PP y ahora, tal y como están las cosas, un voto es un voto. El PP no se quita de encima el estigma de lo viejo. La posición de Rajoy de no abordar reformas, no hacer autocrítica en economía y en negar la evidencia en la corrupción no ayuda a mejorar sus perspectivas.
2015 es un año electoral y el suelo electoral de todos los partidos -más de los viejos que de los nuevos- está resbaladizo. Cualquier error puede dar al traste con las previsiones. Cualquier elemento es importante. Desde las negociaciones en Bruselas con Grecia hasta los más nimios conflictos en el territorio. Lo nuevo muestra empuje y lo viejo, desgaste, porque lo viejo se niega a lavarse la cara y cambiar de imagen. Es la resistencia a los acontecimientos, a la historia. Y la resistencia a la historia siempre ha sido vencida por la historia.