Podemos, ¿democracia aparente?
Ni vivimos del pasado,
ni damos cuerda al recuerdo.
Somos, turbia y fresca, un agua que atropella sus comienzos.
(Gabriel Celaya)
Hay quien piensa que la historia es circular y se repite cada cierto tiempo. Otros pensamos que nunca es lo mismo, aunque ciertamente a veces tienes la sensación de vivir un deja vu, de revivir hechos conocidos. Es recaer en los mismos errores donde, sin ser exactamente lo mismo, la frustración se repite. Es tal vez la memoria selectiva la que nos juega una mala pasada al emparejar recuerdos.
En julio de 2007 escribía sobre las causas que me hacían abandonar Ciudadanos. La eliminación del voto limitado en las listas abiertas para evitar que estas se convirtieran en mayoritarias en la elección de los órganos del partido, fue la gota que colmo el vaso de mi hastío. Su derechización estaba cantada y en las europeas de 2008 se confirmaba tras su alianza con Libertas. Su adscripción al grupo liberal europeo recientemente era una deriva esperada.
En las europeas de este año Podemos se presentó como la opción que finalmente conseguirá romper la partitocracia instaurada y dicha perspectiva me animó a integrarme en el proyecto. Disculpé/disculpamos las listas cerradas mayoritarias para la creación del equipo gestor en aras de un proyecto, un bien mayor que nos permitiría acabar con una casta política enquistada en el poder.
No hay debate, las listas abiertas son el maná de la democracia por decreto de la trinidad revolucionaria y así elegimos a nuestro Consejo Ciudadano estatal. No hay crítica, hay un entusiasmo renovador que ciega las voluntades y anula los reparos. Miles de aportaciones y debates en la plaza virtual que tan solo alimentan el sentimiento de participación para acabar aprobando un paquete cerrado y escrito con antelación.
Y al constituir el Consejo Ciudadano municipal repetimos el mantra de la democracia y abrimos las listas para cerrar el control del aparato. ¡Nada nuevo bajo el sol!
Como avisaba en mi artículo 'Podemos, ¿listas abiertas?', en CRÓNICA GLOBAL, pretendo comparar los resultados de esta votación en Barcelona en listas abiertas y mayoritarias con el resultado posible en listas proporcionales y desbloqueadas.
El primer problema para hacer la comparación es que realizándose la votación mediante listas abiertas, donde cada elector podía seleccionar tantos candidatos como puestos a cubrir había y dado que tampoco es obligatorio marcarlos todos, nos genera una duda para fijar el criterio de votos a cada lista. Es evidente que se vota por lista, en plancha, aunque exista la posibilidad de seleccionar candidatos de entre todas las listas. Ello beneficia a la mayoría de cada lista ya que reciben votos por estar integrados en ellas es decir que, contrariamente a lo que se pretende, los electores tienden a votar a una lista o a un proyecto en el que los más conocidos son los primeros de cada lista. Los votos validos emitidos son 1.739, descontados los 74 votos en blanco.
Para determinar cuantos votos ha recibido cada lista podemos hacerlo contabilizando los votos del candidato que más votos recibe de cada lista, el que menos o calculando la media de votos recibidos por cada lista (figura 1).
Los candidatos individuales se han agrupado como lista "sin adscripción". Dado que el sumatorio del promedio de votos es el que se acerca más al total de votos válidos utilizaremos este criterio para hacer la comparación.
Por otro lado, la elección del secretario general no ofrece ninguna duda ya que se vota tan solo a un candidato y no tiene sentido establecer comparaciones. En todo caso llama la atención el paralelismo de los votos obtenidos a la Secretaría General y el que ha recibido cada lista (figura 2), lo que confirma que hay muchos desconocidos que reciben votos por estar incluidos en una lista, en cualquier lista.
La asignación de los puestos del Consejo Ciudadano son todos para la candidatura mayoritaria debido al sistema electoral empleado de listas abiertas. El resultado es idéntico al que se daría con un sistema de listas cerradas mayoritario. El efecto de abiertas o cerradas en este caso es nulo. Tan solo, si se limita el número de votos por elector a 2/3 ó 2/5 de los puestos posibles, se evitaría la acaparación de todos los puestos por la lista más votada, aunque en ningún caso garantizaría la proporcionalidad o dicho de otro modo la igualdad de poder de cada voto.
En un sistema de listas proporcionales se pueden asignar los puestos mediante proporcionalidad directa y al resto mayor o bien por el sistema D'hondt (figuras 3 y 4).
La primera conclusión es que el sistema de listas abiertas utilizado deja a un 45,44% de los votantes sin representación en el consejo, algo que no deja en buen lugar la tan publicitada democracia radical. Igualmente es llamativa la baja participación, un 19,23% (18,44% si no contamos los votos en blanco) de los inscritos en Podemos en la ciudad de Barcelona, lo que implica que el 9,63% da soporte a esa nueva dirección. Grave contradicción de quien reclama una democracia participativa que es capaz de movilizar a 5.000 personas para un mitin y sin embargo no moviliza ni a 2.000 en una votación desde casa.
Cabe destacar en este análisis que al inicio del proceso municipalista los inscritos en Barcelona ciudad eran 8.475 y al finalizar el periodo se sumaron 973, llegando a los 9.430. De los que votaron en el proceso municipalista, más de la mitad (53,67%, el más alto en la grandes ciudades) se apuntaron para la votación, para influir en el resultado final de la misma (repartámoslos en la misma proporción para cada lista).
Parece que el proceso de crecimiento en Madrid se ralentiza y es ahí, y sobre todo en Barcelona, donde la participación cae más (figura 6). Ello puede ser debido a un desinterés del seguidor de Podemos por cómo se configura internamente el partido, y por tanto dando por válido cualquier estructura, esperando a darle su voto en las elecciones próximas. Esto pondría en duda si los objetivos de la masa seguidora de Podemos busca una real democratización de la vida publica, y por tanto la regeneración con su implicación en la construcción de una alternativa, o tan solo busca un nuevo actor que revuelva la política pero con el objetivo de recuperar una posición más holgada y por tanto sería una actitud propia de clases medias temerosas de la pérdida de posición social y no tanto de deseos de verdadero cambio social y de reparto de la riqueza. O bien es que son las clases mas populares y desfavorecidas las que empiezan a perder la confianza en el proyecto, teniendo en cuenta además los elementos de alienación del propio sistema que crea barreras tecnológicas a dichas clases, empezando por la tercera edad, a la que dice respetar pero parece aparcar en sus decisiones.
Pero es necesario hacer una valoración política de algo que a priori puede parecer muy técnico y farragoso. Y lo primero que llama la atención es que si se hubiera utilizado un sistema electoral proporcional la actual cúpula de Podemos habría mantenido igualmente el control de toda la organización y además mantendría cierta coherencia con sus postulados de democracia participativa y radical (figura 6). Solo un miedo al descontrol o un férreo dirigismo basado en un planteamiento cercano a una síntesis moderna del 'despotismo ilustrado' pueden explicar esta deriva.
Podemos inicia estos días un nuevo proceso para conformar su estructura autonómica y, a la vista de los procesos previos, si se quiere competir con la lista oficialista se ha de conseguir una sola candidatura alternativa si se pretende competir con alguna posibilidad de desbancarla. Más de dos listas en liza aseguran la victoria de la oficial. Junto a esa condición, necesaria pero no suficiente, es preciso un programa que anime a una mayor participación de los inscritos, que recupere ilusión a la vez que solvente ambigüedades y rellene lagunas ideológicas.
Políticamente Podemos es la opción que rompe la partitocracia en España y surge en el momento oportuno, cuando asistimos a una precarización de la vida de las capas populares, junto a una corrupción generalizada y unos partidos políticos endogámicos y atenazados ante la crisis, incapaces de plantear alternativas y limitándose a ejecutar las políticas emanadas de la troika europea.
Podemos es un tsunami que arrastra y hace temblar los cimientos de la partitocracia instalada tras la transición y aporta grandes aciertos en la crítica a unos partidos encastados y enquistados en el poder, pero adolece de errores propios de esa misma izquierda de donde sale. Sufre los mismos tics, manías, prejuicios y complejos que arrastra la izquierda desde la transición: frustración por no conseguir la ruptura, hispanofobia subliminal y mitificación del nacionalismo como progresista.
Podemos debe definir su sentido histórico y definir si tras ser el tsunami que cambia el paisaje se retira o quiere permanecer y construir una alternativa de poder. Para esto precisa definir su espacio ideológico (la transversalidad solo lleva a la derecha como demuestran los ejemplos previos de Ciudadanos y UPyD) y sociológico (puede ser interesante atraer a las clases medias proletarizadas por la crisis, pero ya se sabe de los desapegos históricos de esta; las clases trabajadoras siguen siendo las mas olvidadas), y finalmente tener valor para situar al nacionalismo en su verdadero lugar, el del conservadurismo y la casta: reclamar la diferencia no es de izquierdas.
Si a la mujer del César se le reclamaba que aparte de ser honesta debía parecerlo, a Podemos se le ha de reclamar que no solo parezca radicalmente democrático sino que lo sea. Las listas abiertas tienen apariencia de democracia pero a la luz de los hechos no lo son. Solo una democracia en que los electores sean fielmente representados merece esa consideración. Las triquiñuelas con colorines que llevan a sistemas mayoritarios son una estafa a la ciudadanía.
Siempre he dicho que la diversidad es un hecho y la igualdad un derecho.
Libertad, igualdad, fraternidad.