Pensamiento

A la sombra de Suárez

22 noviembre, 2014 11:17

Eduardo Navarro, íntimo de Adolfo Suárez, y la hija primogénita del expresidente tenían un plan de trabajo para la confección de las Memorias de Suárez. Pero no fue posible seguirlo, fue un proyecto fallido. Acaba de aparecer, en cambio, La sombra de Suárez (Plaza&Janés) que es un libro con las anotaciones políticas de Navarro en torno a la Transición. Este libro es póstumo, sale a la luz cinco años después de la muerte de su autor y podemos leerlo gracias a su amigo Jorge Trias Sagnier, a quien Navarro confió sus casi 200 páginas escritas a mano. Fue uno de esos hombres grises que no destacan, pero que son básicos para que el mundo funcione mejor. Digamos algo de su persona. Nació en 1929 el mismo día en que murió su madre, y a los siete años quedó huérfano también de padre. Con un gran afán por tener cultura, creció sin padres ni hermanos desarrollando un carácter depresivo, responsable y trabajador.

Fue uno de esos hombres grises que no destacan, pero que son básicos para que el mundo funcione mejor

Se hizo abogado y creyó en la doctrina joseantoniana. Supo que, con la democracia, pasaría de joven promesa a vieja reliquia. Cuenta que Girón le ofreció la jefatura de Falange Española el 6 de julio de 1976, a él que había sido marginado de la ‘nomenklatura’ por su falta de adulación. Dice que argumentó así su negativa: “nos habéis tenido veinte años a vuestras órdenes y nunca nos habéis hecho caso en cuestiones políticas. Incluso en estos últimos meses habéis rechazado nuestras sugerencias y nuestros trabajos calificándolos de 'peligrosa apertura’. Primero éramos demasiado jóvenes para tener razón; después no habéis confiado en nosotros”. Sea como fuera, Navarro entendía que se le había pasado el arroz y que era el momento de otra generación “más desenfadada, decidida y alegre que nosotros –al menos que yo-”. Así lo creía un hombre de casi 47 años.

Suárez tenía tres años menos que él, pero era abierto y “tenía extraordinaria simpatía y un claro don de gentes que empleaba con todo el mundo, desde las limpiadoras de las habitaciones escolares hasta el propio rector del colegio, que era yo”; se conocieron en un Colegio Mayor. Después comprobó que consolidaba su seguridad en sí mismo, su habilidad para hacer amigos y sus dotes de convicción y eficacia. Para llegar a donde llegaba se requería saber trepar y, sin embargo, su vida “no ofrecía los puntos oscuros de ambición política, tortuosidades maquiavélicas y afán de poder” que le imputaban quienes ascendieron junto a él en la UCD; en esta opinión coincidían Eduardo Navarro y Gregorio Morán. Desprovisto de ilusión política, Navarro quedó apartado del entorno presidencial, pero observó con pesar el aislamiento que amenazaba a Suárez, un ser firme, honesto y claro. Lamentaba que muy pocos de los que rodeaban a Adolfo le entendieran y quisieran; algo que precisaba de todo corazón.

Con los Pactos de la Moncloa, Suárez inauguró un nuevo estilo de hacer política en España, al convocar a todos a compartir el sentido de responsabilidad

Con los Pactos de la Moncloa, Suárez inauguró un nuevo estilo de hacer política en España, al convocar a todos a compartir el sentido de responsabilidad. El presidente, dice en estas páginas, tenía la obsesión del diálogo con sus más íntimos enemigos. Merece ser contada esta anécdota, sucedió cuatro meses antes de la matanza de Atocha: el general De Santiago se entrevistó con el presidente después de la reunión con los militares en la que Suárez afirmó que el PCE no sería legalizado con los estatutos que tenía vigentes. El general le advirtió que en la historia de España habían sido muy frecuentes los golpes de Estado protagonizados por militares. Adolfo Suárez, ajeno a la intimidación que se le lanzaba y rápido de reflejos, le contestó esto: ‘Te recuerdo, Fernando, que en España sigue vigente la pena de muerte’.

Conviene insistir en que el propio Adolfo Suárez le dijo a Felipe González que pensaba disputarle los votos socialdemócratas en el futuro. El asunto es que no era de derechas pero carecía del pedigrí de izquierda. Reitera Navarro que “Suárez nunca se sintió a gusto en las posiciones de centro-derecha en que la situación le colocaba, y Felipe tampoco al tener que hacer una política de centro-derecha con los votos de la izquierda o del centro-izquierda”.

Eduardo Navarro siguió con Adolfo Suárez hasta el final de su vida. Acompañándolo y escribiendo para él.