Pensamiento
Sala i Martín se independiza... de la realidad
El martes pasado coincidí, una vez más, en la tertulia de 'El Món a Rac1' con el economista Xavier Sala i Martín. En su primera intervención enumeró una serie de casos de corrupción y de malas prácticas políticas que tienen o han tenido lugar en España -Cataluña aparte, claro está- y que afectan a todos los poderes del Estado, a organizaciones de la sociedad civil e incluso a medios de comunicación de lo que él implícitamente considera en todo momento el extranjero: España y los españoles.
En la España de hoy no todo es corrupción y podredumbre, pero sobre todo porque en su memorial de corruptelas no mencionó ni un solo ejemplo que tuviera que ver con Cataluña
En cualquier caso, Sala i Martín hizo una descripción apocalíptica, pero cuando menos atendible de la realidad del país, descripción que era como para echar a correr y no volver a pisar nunca la piel de toro, por muy español que uno se sienta. Habló de la corrupción política generalizada, del desprestigio de instituciones fundamentales como la Corona o el poder judicial y, en definitiva, de un estado de cosas que, aunque sin duda dramatizado por el desprecio a España que caracteriza al original economista, existir, existe. Por desgracia, buena parte de lo que dijo Sala i Martín es verdad. Es verdad, pero no es toda la verdad. De entrada, no lo es porque en la España de hoy no todo es corrupción y podredumbre, pero sobre todo porque en su memorial de corruptelas no mencionó ni un solo ejemplo que tuviera que ver con Cataluña ni con los partidos que gobiernan o han gobernado la Generalitat.
Si no fuera porque estoy convencido de que Sala i Martín es perfectamente consciente de su doble rasero, diría que estamos ante un caso paradigmático de “hemiplejia moral”, por decirlo en palabras de Ortega, pero está claro que para algunos la independencia de Cataluña bien vale un desvarío, o los que hagan falta. De ahí que la conclusión de su retahíla inicial sea “autoevidente”, en el sentido que le da a la palabra el periodista estadounidense Ambrose Bierce, es decir, evidente para uno mismo pero no para los demás. “La consecuencia de todo eso -el consabido memorial de corruptelas- será que en la próxima manifestación habrá todavía más independentistas; y todos los propagandistas nos dirán que ha sido un fracaso, pero nosotros tendremos más claro que aquí no hay otra salida que cantar la hora de los adioses”, concluye Sala i Martín.
Parecen haberse independizado definitivamente de la realidad al considerar que el 9N demuestra la inevitabilidad de la independencia, cuando sólo un escaso 30% del censo votó a favor de la secesión
Bien mirado, su razonamiento denota que tanto él como muchos de sus correligionarios independentistas no sólo han alcanzado ya su objetivo sino que lo han superado con creces, pues no contentos con la idea de independizarse del resto de España, han logrado por de pronto independizarse de dos tercios de los catalanes -a juzgar por los resultados del 9N- y del resto de Europa y del mundo -si tenemos en cuenta el escaso entusiasmo con que la comunidad internacional ha contemplado desde el primer momento el proceso soberanista-. Pero lo que es más preocupante es que, además, parecen haberse independizado definitivamente de la realidad al considerar que el 9N demuestra la inevitabilidad de la independencia, cuando sólo un escaso 30% del censo votó a favor de la secesión.
Así las cosas, está claro que el problema lo tenemos quienes nos negamos a independizarnos de la realidad y a asumir la solución mágica que proponen los independentistas. Sin duda, una solución fácil porque nos permitiría librarnos de un plumazo de Gürtel y de Bárcenas, de los ERE de Andalucía, de Urdangarín, de las tarjetas opacas de Caja Madrid, del Proyecto Castor y de toda la morralla que infesta España. Bien, pongamos que ya somos independientes de todo eso. ¿Cómo diablos nos independizamos ahora del caso Palau de la Música, de las ITV de Oriol Pujol, de la sede embargada de CDC, del exconsejero de la Generalitat Jordi Ausàs (ERC) condenado a cuatro años de prisión ¡por contrabando de tabaco!, de la esperpéntica privatización de Aigües Ter Llobregat (ATLL) o de la ruinosa intervención de la Generalidad en la gestión de Spanair?, le pregunto a Sala i Martín.
La respuesta, de nuevo, es autoevidente. Una vez exorcizado el demonio español, todo eso desaparecerá sin más, pues todo lo malo que ocurre en Cataluña es culpa de España: de la podredumbre de sus gobiernos, de la indolencia de sus gentes, de su “leyenda negra” presentada como verdad revelada. Por el contrario, todo lo bueno que sucede en Cataluña es gracias a la probidad de sus gobernantes, de la cual da fe la reciente autoinculpación de Pujol, de cuyos turbios manejos, por cierto, ha tenido que venir a informarnos la prensa extranjera, concretamente El Mundo.
No creo que nadie pueda decir que exagero cuando afirmo que en los medios catalanes existe una generalizada caricaturización, por no decir demonización, de España, que en los últimos años ha alcanzado el paroxismo, con el “país nuevo” que prometen los independentistas como bucólico telón de fondo. Cualquier noticia que, por tangencial que sea, pueda servir para denostar la imagen de España, el “país viejo”, es amplificada hasta la náusea por políticos y tertulianos nacionalistas, conscientes o no de su condición de tales, que en seguida traen a colación clichés como el de la “España profunda”, la “España eterna”, el “Spain is different” y, últimamente, la “Marca España”, tópicos que todo lo explican.
No creo que nadie pueda decir que exagero cuando afirmo que en los medios catalanes existe una generalizada caricaturización, por no decir demonización, de España
En fin, España es el pasado y la Cataluña independiente, el futuro. Pero ¿qué hay del futuro? ¡Ah, el futuro! Ningún problema. Las previsiones de futuro son de traca: seguiremos en Europa, mal que le pese a los Tratados y a los responsables de la UE que han dicho exactamente lo contrario. Tendremos doble nacionalidad catalana y española si así lo queremos, le guste o no a España (¿no podría ser catalana y estadounidense ya que estamos?). No tendremos que asumir la parte de la deuda española que nos corresponde. Tendremos acceso a los mercados de deuda internacionales desde el primer día. No habrá problema con las inversiones, a los inversores no les asustan los cambios y la huida de capital e inversiones que sufrió Quebec (sólo con el proceso de consulta) no pasará aquí por razones que no hace falta que nos expliquen. No habrá impacto alguno en la relación con nuestro principal cliente, España. En suma, seremos la Suiza del sur de Europa: los que nos han gobernado (ERC) y gobiernan hoy (CiU) de forma nefasta lo harán de forma excelente una vez independientes, ayudados por las CUP, de estética e ideología típicamente suizas. Ah, y por supuesto no habrá corrupción, eso es de españoles. ¡Habrase visto tal cosa en un oasis como el nuestro!