Pensamiento
Por la raja de tu urna...
Por la raja de tu falda/me pegué un piñazo/con un Seat Panda... cantaban los Estopa. Les tengo mucho cariño a los Estopa, de toda la vida de oírles cantar pero especialmente de haberles entrevistado hace cierto tiempo en Madrid. Acabamos fumándonos un porro frente a la Puerta de Alcalá. El ordenador portátil desde el que escribo este artículo es un Mac y no un PC por sesudo consejo de ellos. Gente importante en mi vida, los Estopa.
Está visto que con la Transición catalana (sic) hay que ser mucho menos exigentes que con la española
Cuando les pregunté por Cataluña (meses y meses y meses antes del botifarrèndum) les encontré entrañablemente aburridos y educadamente distantes del tema. Más o menos conscientes de que Cataluña se independizará el día que a los calvos les vuelva a salir el pelo. Pero no por ello inquietos, aunque el crecepelo ANC se inventara y en carromatos de feria lo vendieran por los pueblos. Hay gente pa tó, eso es bien sabido.
¿Eso es todo lo que se me ocurre contar después del 9N? Me temo que sí. Que análisis, lo que se dice análisis, ya no cabe más en la olla. El presidente de la Generalidad emuló por igual a Lluís Companys y al Pato Donald con una consulta no sólo tan ilegal, también estrambótica y de dibujos animados, donde ya no hay manera de saber quién votó, qué o por qué, y hasta cuándo seguirán votando, y cuántas veces. No quiero ni pensar si al final del franquismo a alguien se le hubiera ocurrido votar cosas así, qué habría dicho la gente de la Transición española. Pero está visto que con la Transición catalana (sic) hay que ser mucho menos exigentes.
En cuanto a Mariano Rajoy, mal si se cuadra y mal si se pone redondo. Mal si transige, mal si les para los pies. Mal si dialoga (aunque los mismos que lo piden, admiten no atinar en qué o de qué se podría dialogar), mal si se limita a cumplir la ley, mal si mira para otro lado, mal si mira para este.
Yo misma llevo un desdoblamiento mental, una esquizofrenia de caballo. La Anna Grau yo, ciudadana del mundo y de mi casa, está hasta arriba, muy hasta arriba de este tema. Y de la mala baba impresionante de estos tíos. De esta catalanidad que devora a los propios catalanes como Saturno a sus hijos.
Esa Anna Grau piensa y siente que vale ya, de abusos y de cardar el ridícul. Que ya vale de no poder llamar a las cosas por su nombre y tener que prodigar el tacto y el cuidado con gente que, si por algo destaca, es por descalificar permanentemente al que piensa distinto. O simplemente que piensa.
La única solución que yo de verdad le veo a este problemón, a este conflicto, es pactar entre todos un ni tú, ni yo
Otra Anna Grau, más acostumbrada a mantener una distancia crítica y sobre todo sentimental con aquello que analiza, de ver más en frío los pros y los contras, piensa que quizás sí, quizás sí que es mejor no tomarse esta crisis demasiado en serio. Esperar a que el temporal escampe.
Yo hace rato que a todo aquel que me pregunta le digo que la única solución que yo de verdad le veo a este problemón, a este conflicto, es pactar entre todos un ni tú, ni yo. Como esas parejas que, tras una o tras varias noches de tormenta conyugal total, deciden soslayar el irse a pique con el ancla al cuello pactando tácitamente hablar de cualquier otra cosa cuando se sienten a desayunar. Conscientes de que, si vuelven a sacar el tema, jamás de los jamases se pondrán de acuerdo.
Pero sí pueden estarlo en no meneallo.
¿Me pasas la sal para el huevo duro, cariño?
Eso podrían hacerlo perfectamente Mariano Rajoy (talento para estas cosas ha demostrado que le sobra) y cualquier presidente de la Generalidad, absolutamente cualquiera, que no sea Artur Mas.
Si fuese un presidente que cree en la Constitución, pues por eso mismo.
Y si fuese Oriol Junqueras, pues porque una vez cumplida la verdadera ambición de ERC (sustituir a CiU en el poder y comer caliente tres veces al día) estaría en su mano decir donde dije digo, digo diego, o administrar los tempos de otra manera. Devolver cómodamente la independencia al cajón de las utopías.
En la de Artur Mas no está nada de eso porque no tiene otra credibilidad ni otro capital político que el suicidio. El colectivo, se entiende.
Por la raja de tu urna/me pegué un piñazo...