Todas las advertencias que se les hacen, por razonables y sensatas que sean, sobre las gravísimas consecuencias para los catalanes, el resto de los españoles y los europeos, sin rebatirlas son tildadas por los dirigentes independentistas, desde una insoportable ignorancia, coronada de una insultante superioridad moral, de “argumento del miedo”.
No saben lo que dicen y dicen lo que no saben: que todo irá bien; que la transición será breve y soportable; que seremos buenos amigos de todo el mundo
Que Cataluña se vería ahogada de deudas y con los mercados financieros cerrados, que quedaría fuera de la UE, del euro, de la ONU, de la OTAN, que quedaría sin protección internacional en un mundo convulso y lleno de amenazas terroristas, que no podría pagar el paro y las pensiones, ni mantener hospitales y escuelas, que perdería el mercado español y que el europeo, el español incluido, se volvería prohibitivo por los aranceles de “tercer país”, que el turismo y los grandes eventos feriales se lo pensarían dos veces antes de venir a un país inestable, empobrecido, desprotegido… Todo eso y otras consideraciones les dejan fríos, les empujan hacia un autismo protector.
Y elevan el tono, agitan más, gritan más. Ya no se conforman con medias tintas, rechazan la negociación, tanto les da todo, la Constitución, el Estatuto, el derecho internacional, quieren una declaración unilateral de independencia. No saben lo que dicen y dicen lo que no saben: que todo irá bien; que la transición será breve y soportable; que seremos buenos amigos de todo el mundo, y, en primer lugar de los españoles (desgarrados, traumatizados por la amputación, rebajados de categoría en Europa y en el mundo); que lo haremos mejor (con los mismos dirigentes del desastre actual); que por fin decidiremos (en un sistema global dominado por los mercados, las multinacionales, las grandes potencia). Además de unos ignorantes, son unos ilusos peligrosos.
Con cuatro simplificaciones, tergiversaciones, mentiras, eslóganes falaces, consignas mesiánicas, palabras vacías o rellenas de humo, todo repetido “ad nauseam”, han embaucado miles de personas y las llevan al precipicio siguiendo al flautista, la flautista y los comparsas.
Han embaucado miles de personas y las llevan al precipicio siguiendo al flautista, la flautista y los comparsas
Las masas que concentran están cada vez más exaltadas, ya nos recuerdan concentraciones de tiempos que creíamos superados, las banderas con la estrella, la estética de la uniformidad uniformada de amarillo y rojo, el griterío ensordecedor, las pancartas exigentes, las ordenes imperativas de la calle dictadas al hemiciclo y al gobierno. Invocan la democracia desde el asalto a la democracia. ¡Ellos sí que dan miedo!
Hemos llegado a ese extremo sobre un fondo de crisis generalizada, política, económica, social, moral…, de incompetencias y de responsabilidades múltiples de aquí y de allá. Claman “Ara és l’hora”. Sí, la hora de muchas horas. La hora de exigir responsabilidades a los unos y a los otros, la hora de sacudirse el miedo, la hora de reaccionar y de plantar cara a tanto irresponsable, la hora de decir basta al aventurismo, la hora de recuperar el juicio…