Mis antecedentes familiares me llevaron pronto al ámbito del socialismo, en cuyo entorno he desarrollado muchos años de militancia política, sindical y ciudadana, defendiendo siempre el concepto, las aspiraciones y los derechos de ciudadanía global frente a la más difusa idea de pueblo o de país que yo entiendo como asentamiento y bases territoriales más que como colectivos humanos y sujetos políticos, naturaleza que siempre se le han pretendido atribuir desde las fuerzas conservadoras.
Pensemos en clave de país, aunque siempre entenderé esto no como base territorial sino como conjunto de la ciudadanía española y catalana
Por eso, a estas alturas de mi ya larga vida, voy a desarrollar unas propuestas que aparentemente rompen con esas convicciones por las que tan firmemente creo haber trabajado durante años pero que sin embargo entiendo que son una gran aportación dirigida precisamente a mantener y defender aquello en lo que siempre he creído y por lo que vale la pena seguir luchando cuando tan peligrosa e injustamente, el nacionalismo echado al monte ha colocado al borde del abismo al conjunto de la ciudadanía española y a la sociedad catalana en grave riesgo de quiebra social.
Efectivamente, estamos ante un gran deslizamiento hacia la radicalización independentista de ERC, constatamos que Artur Mas ha arrastrado a Convergència i Unió hacia el independentismo, con la complicidad de Iniciativa per Catalunya, con un PSC siempre navegando entre dos aguas y el persistente dontancredismo de Rajoy desde el gobierno central, aparte del PSOE enredado en una inconcreta y dificultosa reforma de la Constitución. Con todo eso, Cataluña y el resto de España parecen condenadas a la inevitable ruptura del estado más antiguo de Europa y a un enfrentamiento social sin precedentes desde los tiempos de la guerra –in- civil de tan trágico recuerdo.
El panorama que se dibuja en el horizonte inmediato es el de un mayoritario y abrumador frente independentista que, combinado con los peores resultados de CiU y del PSC, las dos fuerzas que han representado la centralidad en Cataluña durante las últimas décadas, nos dejarían a los pies de los caballos, en manos de ERC y del activismo claramente pro golpista de entidades como la Asamblea Nacional de Cataluña y Òmniun Cultural, todo ello salvo que, a grandes males, grandes remedios, pensemos en clave de país aunque siempre entenderé esto no como base territorial sino como conjunto de la ciudadanía española y catalana.
En esa tesitura, quiero recordar que como socialista he mantenido siempre mis reparos y claro rechazo a cierta degeneración del PSC hacia el terreno del nacionalismo y que aún reconociendo algunos rasgos de modernidad y moderación en CiU, he considerado a dicha coalición como lo que es, el adversario a batir, la auténtica derecha catalana en lo económico mucho más que el cuasi irrelevante Partido Popular de Cataluña.
Pero dicho lo cual y retomando lo que antes he llamado centralidad en Cataluña, entiendo que ante la emergencia y amenaza de quiebra aquí y en el resto de España, una solución posible, probable y notoriamente razonable sería el acuerdo de CiU y PSC para sacarnos del atolladero al país y a la ciudadanía, aparte de que de esa forma, ambas fuerzas políticas podrían esquivar el riesgo cierto de desaparición que parece amenazarlas de continuar las cosas por donde van ahora. La guinda para ese acuerdo y una mayor garantía de contenidos y resultados sería sin duda la presencia de Ciudadanos pero me temo que ya seria pedir demasiado para las pocas luces que convergentes y socialistas han estado demostrando en los últimos tiempos.
La fiebre soberanista no es más que una comedia que puede degenerar en tragedia y no estamos dispuestos a consentirlo ni a callarnos por más tiempo
Así pues, en beneficio de los supremos intereses de la ciudadanía, aunque otros más conservadores prefieran entenderlo como “defensa de país”, estoy firmemente convencido de que el gran acuerdo que sugiero es una de las soluciones menos malas y de más bajo coste para superar la crisis que se cierne sobre Cataluña y el resto de España porque, salvo en el caso de Tarradellas que fue un President de Catalunya más que de ERC, los mandatos de los presidentes Macià y Companys, con independencia del respeto que sus figuras nos merezcan, fueron períodos caracterizados por el aventurerismo de ERC que nuevamente podemos pagar muy caro salvo que pongamos pie en pared lo antes posible, que mañana es tarde.
Mientras tanto, no estaría de más sino que es del todo punto urgente y necesario, que el Gobierno central, los grandes partidos de ámbito español más CiU, el PSC, Ciutadans y con ellos la gran mayoría de ciudadanos lancemos un serio aviso a todos los independentistas: Estamos hartos, dolorosamente hartos, sigan ustedes manifestándose y si es posible mejoren sus actitudes y conductas en el sentido lo más democrático que les sea posible soportar pero sepan que sabemos que la fiebre soberanista no es más que una comedia que puede degenerar en tragedia y que no estamos dispuestos a consentirlo ni a callarnos por más tiempo.