Estos días en Madrid todo el mundo, o por lo menos mucha gente, me pregunta por las lágrimas de Oriol Junqueras en Catalunya Ràdio. Momentazo 23-F: de tanto ver las imágenes los hay convencidos de que vieron a Junqueras llorar por televisión, cuando en realidad fue por la radio. Igualito que Tejero: como acertadamente señala Javier Cercas en su libro “Anatomía de un instante”, muchos creen que le vieron tomar el Congreso en directo y por la tele, cuando los que más se acercaron a ello no pasaron de oírle por la radio. Las imágenes televisivas se emitieron mucho más tarde, ya con el golpe de Estado resuelto y los guardias civiles en él embarcados saliendo cabizbajos de la Carrera de San Jerónimo.
Me temo que la sinceridad, cualidad muy estimable, y más en un político en los tiempos que corren, no deja de ser una cualidad auxiliar
¿Paralelismo pérfido por mi parte? Puede. Y puede también que no tanto. ¿Quién dice que Antonio Tejero no era sincero cuando trató de tomar el cielo, digo, la sede de la soberanía popular, no por consenso sino por asalto? ¿Quién dice que no estaba convencido el hombre de hacer lo mejor por España?
Me temo que la sinceridad, cualidad muy estimable, y más en un político en los tiempos que corren, no deja de ser una cualidad auxiliar. Quiero decir que ser sincero te salvará de ser un mentiroso, pero no mejora necesariamente la calidad de la verdad. Si la verdad es mala, decirla no la vuelve buena.
Volviendo a Junqueras: yo me creo que llorara en serio. ¿Por qué no iba a llorar, anegados como están todo el día, y toda la noche, en este imparable caudal de emociones fuertes que es el independentismo? Si de algo vamos sobrados últimamente, es de exaltación.
Debo decir que cuando yo vi esas imágenes me recorrió el espinazo un escalofrío similar al que, en mi adolescencia política, me lo recorría ante algunas drásticas intervenciones de Jordi Pujol. Ya sé que ahora a muchos les abochornará reconocerlo, pero Pujol llegó a tener en este país una autoridad no sólo moral, sino también (o sobre todo) emocional, tremenda.
Le bastaba con cambiar el tono de voz a media frase para que mucha gente, pero mucha, mucha, se acojonara y se cuadrara.
¿Conclusión? ¿Moraleja? ¿Es Junqueras el próximo Pujol, el próximo caudillo, en virtud precisamente de su capacidad de agitar y galvanizar hasta las lágrimas cuando demasiados de sus adversarios parecen paralímpicos emocionales?
Que conste que no estoy en contra de las emociones en política. Simplemente me dan miedo
Que conste que no estoy en contra de las emociones en política. Simplemente me dan miedo. De lo sublime a lo atroz va un paso tan leve…del heroísmo a la crueldad, del idealismo a la dictadura, del dret a decidir a que aquí sólo vale lo que decido yo…etc.
Que conste también que no me opongo a que Catalunya la acabe gobernando Oriol Junqueras. A lo mejor ya lo hace. Sólo pido dos cosas: que no se le mitifique como en su día se mitificó a Pujol. Que a nadie se le vuelva a entregar el cetro de la irracionalidad. El látigo contra todo indeciso.
Y si de paso alguien más allá fuera, allá enfrente, puede ponerse, no digo yo las lágrimas, pero sí las pilas…
O aprendemos a emocionar desde la razón o cualquier día nos sientan a tiros (o a lágrimas…) y no nos dejan levantar. Coño.