A última hora del 13 de octubre, me enteraba de que la reunión de doce horas de los conjurados para realizar la consulta del 9N había terminado como había empezado: con malas caras de sus líderes y sin acuerdo. Al parecer Mas intentó convencer a sus aliados en la conveniencia de realizar un sucedáneo de consulta que Junqueras no había aceptado. En una crónica fechada a las 23:27, Junqueras afirmaba que el único camino posible era que el Parlament de Cataluña declare sin más dilaciones unilateralmente la independencia. En uno de mis últimos artículos, “Cataluña: fin de trayecto y última pirueta” ya daba por descontado que se había llegado a la estación término y que los días de Mas al frente del gobierno estaban contados.
Me parece estupendo que Junqueras lleve al Parlament su propuesta de declaración unilateral de independencia para que los diputados la voten y podamos constatar cuántos de los conjurados la secundan
Por otra parte, a mi me parece estupendo que Junqueras lleve al Parlament su propuesta de declaración unilateral de independencia para que los diputados la voten y podamos constatar cuántos de los conjurados la secundan. A medida que se ha ido diluyendo el vaho que rodeaba la realización de una consulta ilegal y los partidarios de la consulta han tenido que pasar de las declaraciones enfáticas y las resoluciones parlamentarias a los hechos, se ha podido comprobar que sólo una minoría, los diputados de ERC y CUP, están dispuestos a tirar adelante el proyecto secesionista, al que un envanecido Mas arrastró a su partido, CDC, y a su socio, UDC, para no parecer menos independentistas que Junqueras y ERC.
No puedo resistirme a dejar algunas preguntas para mis compatriotas afligidos. ¿Qué pensarían los austracistas si hoy levantaran la cabeza ante la espantada, al menor contratiempo, del nuevo prócer de todas las patrias y 129 President de la Generalitat? ¿Qué cara se les habrá quedado a todos los listillos que han hecho su agosto remodelando el Borne, montando exposiciones conmemorativas del final de la guerra de Sucesión y diseñando estructuras de estado cuyas poltronas abrigaban secretamente ocupar algún día? ¿Qué habrá sido de las dos gallinas turulecas que durante los últimos meses creían tener el huevo ya medio incubado y dedicaban toda su energía a promover la independencia? Y una cuestión más crematística, ¿podrán reciclar toda la mercadotecnia independentista que giraba en torno a la consulta o tendremos que asumir los demás las pérdidas?
¿Han pensado alguna vez lo que significaría vivir fuera de España y la UE, los dos mercados más importantes de las empresas catalanas?
En esta tierra tan taurina hasta hace unos pocos años, se había anunciado una extraordinaria corrida con cartel de postín y parece que al final nos vamos a tener que conformar con el espectáculo del bombero torero y su comparsa. Aprovechemos la ocasión, para dejarles también un par de preguntas a aquellos compatriotas que, al igual que yo y a diferencia de Jordi Pujol, no tenemos origen carolingio (El efecto Apley, Javier Marías). ¿Realmente ustedes se sienten más hermanos de los escoceses, los bosnios y los flamencos (a los que la mayoría de ustedes nunca han tratado) que de sus primos, tíos o abuelos murcianos, andaluces, aragoneses o gallegos? ¿Han pensado alguna vez lo que significaría vivir fuera de España y la UE, los dos mercados más importantes de las empresas catalanas? Piensen, de verdad, para qué diablos quieren que Cataluña sea un estado independiente, salvo que les ponga ver a Junqueras de presidente y a Rovira de vicepresidenta.