Resulta imposible, y más en este día y escribiendo para los lectores de CRÓNICA GLOBAL, no hablar de las manifestaciones del pasado jueves en Barcelona y Tarragona. Prescindiendo de las referencias y del recuerdo a las manifestaciones de Hitler y de Franco, por no mencionar las de la Plaza Roja, conviene que reflexionemos un poco. Cataluña está dividida en dos: los catalanes buenos y los malos, los excluyentes y los excluidos, los catalanes de primera y los de la lista negra, los catalanes que reivindican y los catalanes que para el gobierno central no hemos existido nunca . Ni siquiera en esto somos diferentes de los demás españoles. Miremos a la historia de España de los dos últimos siglos. Miremos también a los partidos políticos actuales: los eternos irreconciliables, los “y tú más”, los que aspiran a echar al otro de la poltrona para sentarse en ella, no para gobernar en bien del pueblo. Caín y Abel.

Cataluña está dividida en dos: los catalanes buenos y los malos, los excluyentes y los excluidos, los catalanes de primera y los de la lista negra

¿Pero cómo se ha llegado a este enfrentamiento? Echar la culpa únicamente a los nacionalistas es demasiado simple, además de no ser objetivo. Los nacionalistas o independentistas han dicho siempre lo que pensaban y no han engañado más que a los que se han dejado engañar, aunque hay muchos que al parecer vivían en la luna, pues no se han enterado de nada. Los grandes partidos nacionales, con su mentalidad cainítica, les han ofrecido el oro y el moro, para que les ayudaran a echar de la poltrona al partido contrario. Y los ciudadanos que con su voto se han prestado a este juego peligroso no pueden lavarse ahora las manos ante el problema catalán.

Pero pasemos ahora a nivel europeo, vamos a ver si estamos en una Unión o ante una desunión Europea. No quiero decir que una Cataluña independiente sería un problema para Europea, que lo sería, sino que en el problema de la actual situación de Cataluña tampoco la UE está exenta de responsabilidad, sobre todo por omisión pero también por acción.

Aunque en los últimos tiempos la postura de la UE frente a la independencia de Cataluña ha sido más o menos clara, no sé si por convicción o por miedo, no podemos decir que siempre haya sido así. El Parlamento Europeo tiene una mancha muy negra en su curriculum. Es curioso, todos los años el Parlamento Europeo aprueba un informe sobre los derechos humanos en el mundo, pero, al parecer, España no está en el mundo, pues nunca habla de los derechos humanos en España. Dar por supuesto que el que calla otorga, es decir que en España no se violan, entre otros, los derechos a una vivienda y a un trabajo digno, por no hablar de los derechos de los niños a ser educados en su lengua materna o de los derechos de los padres a intervenir en la educación de los hijos, es negar la evidencia. Es muy fácil hablar de la violación de los derechos humanos en los países lejanos o en China, por ejemplo, pero es farisaico -y que perdonen los fariseos- ignorar la realidad de los países de la UE. Una Unión Europea que hace la vista gorda ante los problemas de sus ciudadanos, aduciendo que esas son cuestiones nacionales, no tiene ni tendrá nunca un atractivo para los ciudadanos.

Pero hay más, he dicho que el Parlamento Europeo tiene una mancha negra en su curriculum, porque la única vez que ha intervenido sobre un problema de Cataluña, que afecta considerablemente a la cuestión independentista, lo ha hecho violando no sólo los derechos de los padres y de los niños, sino incluso su “sacrosanto principio de subsidiaridad”, que iba a ser el remedio universal para todos los males de la UE y resulta que se ha convertido en un instrumento de desmembración de la misma UE. Según este principio de subsidiaridad, la instancia superior sólo debe intervenir cuando no puede intervenir la instancia inferior, pero en este caso no se deja intervenir a la instancia inferior, los padres, e interviene directamente la instancia superior, gobierno catalán. El Parlamento Europeo, votando a favor de la inmersión lingüística en Cataluña (en la tristemente famosa enmienda de Maria Badia al informe de Graça Moura) no solamente manchó sus manos de sangre, sino que dio alas al independentismo catalán. A la anomalía vigente en Cataluña de un partido socialista que al mismo tiempo es nacionalista, se une la de unos partidos europeos de izquierdas que votan en el Parlamento Europeo a favor del nacionalismo catalán. Pero hay otra anomalía no menos curiosa: un partido liberal europeo votando en contra de la libertad de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos.

Dejo a vuestra consideración el que saquéis vuestras propias conclusiones. Yo solamente quiero recordar que en el Partido Liberal Europeo tenemos ahora europarlamentarios de UPyD y de C’s. La mancha negra afecta a todo el Parlamento Europeo pero de manera muy especial al Partido Liberal, que fue quien inclinó la balanza a favor del nacionalismo. No es ninguna excusa que este último europeo tuviera entonces en su seno un político de CIU, pues esto lo único que demuestra y confirma es que también en el Parlamento Europeo a la hora de votar pesan mucho más los intereses de los partidos que los intereses de los ciudadanos.

Es hora de lavar esa mancha. Se lo recordaremos.