Pensamiento
El avance pírrico de los frentes nacionales
Marine Le Pen ha pretendido hacer un pronóstico en su alocución de la noche electoral: "El cambio en Francia (el avance del Frente Nacional) promoverá una oleada soberanista en toda Europa". Dejando de lado la soberbia de la pretensión en la línea de considerar a Francia todavía el ombligo de Europa, Le Pen sintetiza en el soberanismo, ya sea entendido en el sentido de la recuperación de una soberanía supuestamente robada o en el del establecimiento de una imposible nueva soberanía, la pulsión más destructiva de la idea de Europa.
El soberanismo es una forma de manifestación del populismo, que adopta expresiones diferentes según los países y las circunstancias, pero que tiene en común en el marco europeo el egoísmo nacional y la fragmentación
La base de la construcción europea es, precisamente, la cesión pactada de competencias por los Estados –un componente central de la soberanía-. La alternativa soberanista representa un brutal retroceso, un deshacer Europa en lugar de hacer Europa; sería el fin de la Unión Europea y dejaría a las poblaciones europeas indefensas en un mundo convulso dominado por potencias depredadoras, mercados salvajes y movimientos populares enloquecidos.
El soberanismo es una forma de manifestación del populismo, que adopta expresiones diferentes según los países y las circunstancias, pero que tiene en común en el marco europeo el egoísmo nacional y la fragmentación, lo que equivale al empequeñecimiento de Europa y su intrascendencia a escala mundial. Hay soberanistas que incluso presumen de ser europeístas; o engañan maliciosamente o han caído en un profundo error de interpretación de la Europa de hoy.
Revertir, y no profundizar, el proceso de fragmentación es el nuevo reto que tenemos planteado los europeos; integración contra fragmentación. ¿Cómo hacerlo? La respuesta la hemos de buscar en la cuestión social y no en la cuestión nacional.
Si Francia es a la vez un síntoma del mal europeo y una referencia histórica de cambio revolucionario y de progreso, el personaje de actualidad no es la reaccionaria Marine Le Pen, sino Jean Jaurès, el socialista francés asesinado hace cien años por oponerse al suicidio de los pueblos europeos.