Este lunes haciendo zapping ante la televisión me detuve en el canal de Vilafranca del Penedès. En esos momentos, estaban haciendo un publi-reportaje de Oriol Junqueras con la sección local de ERC en Sant Sadurní d’Anoia. Más bien parecía una reunión de amigos ante el reducido número de personas presentes. Me quedé a escuchar las declaraciones del líder de los independentistas. Versaban sobre la agresión que había sufrido el líder socialista.
Cuando "español" se ha convertido en insulto quiere decir que algo falla en esta sociedad. Quiere decir que estamos en una sociedad enferma. Lo peor es que algunos no quieren verlo así. Ni los nacionalistas ni algunos progres que consideran estos insultos son algo normal
Bueno, no era así exactamente. Junqueras hablaba de la supuesta agresión a Navarro, según la versión de la televisión local. Lo mismo hace este martes La Vanguardia aunque con un discurso más elaborado, no tan burdo como la televisión de Vilafranca. La subdirectora del diario, Isabel García Pagán, cuenta en su columna que en Cataluña se hace "política con la excepción". Parecía que Oriol Junqueras había leído ya el artículo de Pagán porque se sumaba a este argumento. Era una excepción que se trataba de generalizar cuando todo el mundo sabe que el proceso soberanista es pacífico y ejemplar. Además, por si fuera poco, Junqueras recordaba que esos que se quejan –se supone que Navarro y todos los que no comulgan con el proceso- son los que han estado siempre al lado del poder y de la represión al pueblo catalán. Una represión que se ilustraba con las detenciones de independentistas por parte de Garzón y las actitudes "poco democráticas" del Estado Español.
No quise entenderlo así pero me pareció que de alguna manera Junqueras justificaba una especie de ojo por ojo. Me encantaría que el líder de los republicanos puntualizara estas afirmaciones. Básicamente para evitar equívocos. Dicen en el mundo nacionalista que lo de Navarro fue una excepción. ¿Excepción? Yo creo que no. Paco Moreno, presidente de CRÓNICA GLOBAL, lo dice bien claro en su último artículo: "si Cataluña está oprimida, si el catalán está perseguido, si no hay libertades, en definitivo si nos quieren destruir como pueblo….. es un deber de los patriotas acosar a los disidentes". Y esto, por desgracia, no es una excepción.
Los comentaristas de los medios públicos de la Generalidad sólo sentarse en el estudio empiezan a ser insultados por los espectadores. Son los gladiadores que salen al circo para ser increpados. Escuchamos a Montserrat Carulla decirnos cómo Franco metía gente en los trenes para "españolizar" Cataluña aunque ella vivía a cuenta del régimen, sin problemas. Escuchamos a la pseudo historiadora Anna Tarrés contar cómo dividía a los catalanes según su lengua calificando a los castellanoparlantes como “colonos”. Hemos oído durante el reinado de Pujol aquello de los buenos y malos catalanes y la identificación de Cataluña con un partido. Un dirigente de Òmnium, asesino confeso y propietario de la web de récords que ensalza las movilizaciones independentistas, justificaba su asesinato en una carta al director a un diario digital nacionalista además de pedir que se juzguen a todos los contrarios a la independencia en la nueva Cataluña libre (¿?). Vamos, en la línea de Joel Joan. Las redes sociales se han convertido en un auténtico lodazal antidemocrático que incluso suplanta la personalidad para lanzar insidias y mentiras.
Hemos escuchado múltiples noticias de locales de partidos atacados con nocturnidad y alevosía. Los insultos en la calle son una tónica habitual porque "no estimes Catalunya" y las descalificaciones de "fascista" están a la orden del día. Y hemos oído sandeces elevadas a categoría de noticia de ciudadanos denunciando supuestos ataques de madridistas –como si no hubiera catalanes del Real Madrid- o ataques de la policía española. Cuando "español" se ha convertido en insulto quiere decir que algo falla en esta sociedad. Quiere decir que estamos en una sociedad enferma. Lo peor es que algunos no quieren verlo así. Ni los nacionalistas ni algunos progres que consideran estos insultos son algo normal. También ellos parece que tienen alguna cosa que hacerse perdonar. Yo no. ¡Qué le vamos a hacer! Y como no tengo nada que hacerme perdonar, yo acuso al pensamiento nacionalista de promover una campaña de acoso, de intimidación, de represión ideológica para impedir la libre expresión de las ideas. Mal camino llevamos por muchos cuentos de hadas que nos expliquen.