¿Son realmente diferentes? Si comparamos el contexto general de las anteriores elecciones europeas, en junio de 2009, y el de ahora, y consideramos las nuevas competencias del Parlamento Europeo (PE), sí, son diferentes.
En el marco europeo, en 2009 la crisis múltiple que nos atenaza todavía no se había manifestado en toda su profundidad y dureza. La política arrastraba la inercia de tiempo atrás y la respuesta a la crisis y su aprovechamiento neoliberal todavía no se habían concretado en medidas excepcionales, recomendadas o adoptadas por las instituciones europeas y aplicadas por los gobiernos nacionales de los países más afectados, entre los cuales, España.
¿Qué hubiera pasado si las medidas, identificadas genéricamente como "austeridad" y "reducción del déficit público", muy criticadas por sus consecuencias sociales, no hubiesen sido adoptadas? No lo sabemos, solo podemos especular sobre ello de manera ucrónica. La realidad es que el euro no se ha hundido, al contrario, se ha fortalecido, la UE no se ha roto, sino que se ha integrado algo más, se ha mantenido la estabilidad política, si bien a un elevado coste social, y como mal menor el sistema continúa funcionando.
Lo que está en juego el 25 de mayo son las políticas europeas y la votación debería orientarse en el sentido de mantenerlas o cambiarlas
En estos años de crisis hemos percibido cuáles han sido los efectos de tales medidas. En cierta manera, la UE se nos ha hecho evidente, para bien y para mal, como en ninguna otra ocasión desde la entrada en circulación del euro en enero de 2002. La regla democrática vigente en el plano nacional en el sentido que si se discrepa de la política del gobierno de turno se vota en las elecciones siguientes a un partido que pueda representar una alternativa, será ahora aplicable a la política de la Comisión Europea, que es en definitiva el Gobierno de la UE.
Entre las nuevas competencias del PE figura la de elegir al presidente de la Comisión, que haya sido propuesto por el Consejo Europeo teniendo en cuenta el resultado de las elecciones al PE. Podrá también el PE votar una moción de censura contra la Comisión, que si prosperara obligaría a la Comisión a dimitir, y se reiniciaría el proceso de nombramiento de un nuevo Gobierno comunitario.
Existe el sentimiento muy extendido que la actual Comisión de Durao Barroso, de perfil mayoritariamente conservador, no ha propuesto y ejecutado las políticas más equitativas para combatir la crisis. Si a eso se añade que los gobiernos de los Estados han aportado un plus de no equitativa aplicación de las políticas, en particular el español, tenemos el resultado que tenemos: un estremecedor incremento de la desigualdad social y una destrucción dramática de las bases del desarrollo (educación, investigación, inversión productiva...) y del bienestar social (sanidad, servicios asistenciales, prestaciones sociales...).
La conclusión que se impone es que son necesarias políticas europeas diferentes y solo se pueden esperar no de una Comisión conservadora reconducida, sino de una nueva Comisión de perfil político diferente. Como sea que los grupos políticos del PE presentan por primera vez candidatos a la presidencia de la Comisión, ya se pueden personalizar las opciones con más posibilidades: el conservador Jean-Claude Juncker o el socialdemócrata Martin Schulz.
Lo que está en juego el 25 de mayo son las políticas europeas y la votación debería orientarse en el sentido de mantenerlas o cambiarlas, por eso resulta tan fuera de lugar el llamamiento que ha hecho Carme Forcadell, la presidenta de la ANC, pidiendo el voto para los partidos que defienden la celebración de la consulta y el derecho a la autodeterminación, como si estas dos cuestiones fuesen lo que más importa para el futuro de Europa.