Pensamiento
Arraigados al 'como si'
Antes del estallido de la Primera Guerra Mundial apareció un pequeño volumen filosófico de Hans Vaihinger (1852-1933) Philosophie des Als Ob (La filosofía del como sí) que, a pesar de no recibir la atención culta y popular que merecía, ha dejado una impronta que conviene rescatar, porque la teoría expuesta en aquel libro nos permite comprender en parte esta locura de la vida catalana actual, un verdadero sainete en el que nada es el que parece y todo parece el que no es. Este libro todavía no ha sido traducido ni al castellano ni al catalán, lo que muestra, en cierto modo, la indigencia intelectual que nos es propia, a pesar del altísimo concepto de nosotros mismos, como sociedad, que algunos manifiestan con un exhibicionismo ufano que provoca vergüenza ajena.
La tesis fundamental del libro de Vaihinger, la obra del cual conocí leyendo la decepcionante autobiografía del creador de la Gestalt, Fritz Perls, es muy parecida a la obra de Calderón La vida es sueño, pero cambiando donde el madrileño dice sueño por ficción: todo es ficción, y nosotros ajustamos nuestro comportamiento y nuestras expectativas a estas ficciones tomándolas como las únicas realidades. El desprestigio de la realidad, de fuerte raíz nietzscheana, la expresa adecuadamente el filósofo alemán cuando resume en una frase su filosofía: "El hombre es un simio que sufre de megalomanía". De hecho, Vaihinger sostiene que toda la acción de la persona consiste en actuar como si estas ficciones fueran reales y al mirar de encajar el mundo en la ficción, ahormarlo con la intención no tanto de comprenderlo, como de dominarlo.
El secesionismo gobernante ha construido una ficción mediante una obra lingüística en todo parecida al neolenguaje orwelliano
Si vamos a la raíz de la palabra ficción, del latín fingo, veremos que su sentido no es tanto el de inventar como el de transformar y modelar (afaiçonar, dicen en catalán los puristas que buscan siempre la palabra más alejada del castellano), es decir, el secesionismo gobernante ha construido una ficción mediante una obra lingüística en todo parecida al neolenguaje orwelliano que quiere transportarnos todos juntos en este mundo como si esto fuera la realidad indiscutible. Consiguientemente, con esta obsesión ficcional, tenemos estructuras como si fueran de estado; tenemos un presidente de la Particularidad como si fuera un presidente de la República Catalana, tenemos una autonomía como si fuera una soberanía popular, tenemos un Estatuto como si fuera una Constitución, tenemos un Consejo Asesor, como si fuera el Consejo de Estado, tenemos prensa gubernamental subvencionada (tipo hoja diocesana) como si fuera prensa libre y con opinión propia, tenemos artistas mantenidos con el presupuesto público como si fueran artistas críticos e independientes, tenemos un sistema escolar estalinista como si fuera la última maravilla de la pedagogía mundial, tenemos, entre otras muchas cosas, una vergüenza agitpropia como si fuera un portavoz del gobierno y, para acabar de arreglarlo, tenemos un partido coaligado con el gobierno como si fuera la oposición al gobierno, supongo que para que toda la ficción sea lo más alocada posible y sea verdad aquello de que cualquier parecido con la realidad será insospechada y no deseada coincidencia.
El como si, como se ve, alcanza la totalidad de lo que entendemos como realidad, de forma que la ficticia construcción acaba convirtiéndose en un tipo de mónada aislada -prefiguración de una autarquía al estilo de la que todos tenemos en la memoria- que poco tiene que ver con lo que hay fuera de ella. Esta burbuja del como si es capaz de ahormar la realidad hasta desvirtuarla y hacer creer que no hay un criterio que nos permita establecer no sólo la realidad, sino la verdad y, sobre todo, lo que es legal, porque la ley es el fundamento de la convivencia, a pesar de que también puede entenderse como el fracaso de las sociedades, que no pueden convivir sin ellas. Ir deshaciendo los como sí de los secesionistas es no sólo una obra política necesaria, sino incluso una obra de caridad cristiana, la que demuestra no tener este obispo de Alcalà tan poco alcalaíno, es decir, tan poco cervantino, el padre del héroe del como si anacrónico que lo lleva al desengaño después de haber sufrido tantísimas calamidades.