Pensamiento
¿Como en los años treinta?
No acabo de entender a qué obedecen esos aspavientos del primer secretario del PSC, Pere Navarro, tras conocerse que Ernest Maragall irá en el segundo puesto de la candidatura de ERC a las elecciones europeas del próximo 25 de mayo. ¿Acaso Maragall pertenece aún al PSC? ¿Acaso firmó, al darse de baja del partido en octubre de 2012, alguna cláusula por la que se comprometía a no incorporarse a una formación rival durante un determinado periodo de tiempo? Entonces, ¿a qué vienen esas quejas, esas acusaciones de acoso por unas supuestas «malas prácticas» de ERC? ¿Que resulta que no se trata ya de Maragall, sino de otros exdirigentes que todavía conservan el carnet del partido? ¿Y? ¿No ha asegurado en más de una ocasión la actual dirección socialista que el que no esté a gusto tiene las puertas abiertas? ¿No ha llegado incluso a amagar con el despido de los tres diputados díscolos que se negaron a entregar el acta tras votar en el Parlamento catalán en contra de lo acordado previamente por el Consejo Nacional?
Bien mirado, la estrategia de frente amplio puesta en marcha por ERC se asemeja en buena medida a la que el propio partido ensayó en 1931 con su Esquerra Catalana
Así las cosas, lo que Navarro debería haber hecho desde el primer momento, en vez de tanta comedia, es frotarse las manos y agradecer a los demás que le saquen las castañas del fuego. A no ser que siga creyendo, claro, que la salvación de su partido pasa por perpetuar esa indefinición con respecto al nacionalismo y sus querencias cuyo efecto más notorio ha sido una interminable hemorragia electoral, concretada en la pérdida hasta la fecha de más de medio millón de votos en las autonómicas, esto es, la mitad del apoyo ciudadano con que contaba el PSC hace apenas una década.
Por lo demás, le guste o no a Navarro, el argumento aducido por Oriol Junqueras para atraer hacia sus filas a esas otrora figuras socialistas y, en definitiva, a los militantes y electores que puedan secundarles resulta inobjetable. Según el líder republicano, no existe diferencia ideológica alguna, ni en lo social ni en lo identitario, entre esos miembros del PSC y los de ERC. Para entendernos: ambos son socialdemócratas y soberanistas. Lo lógico, pues, es que se integren en unas mismas siglas. También podría afirmarse algo parecido de los votantes de ICV-EUiA de no ser porque en este caso la rémora antisistema dificulta el proceso de absorción. Bien mirado, la estrategia de frente amplio puesta en marcha por ERC se asemeja en buena medida a la que el propio partido ensayó en 1931 con su Esquerra Catalana. Es verdad que entonces la figura del teniente coronel Macià facilitaba las cosas; pero, en fin, tampoco cabe descartar que el profesor Junqueras alcance a la larga un aura similar. En lo tocante al ensanchamiento frentista, tal vez merezca la pena recordar que en aquella coalición de los años treinta del pasado siglo figuraban una serie de partidos de corte análogo a lo que pueda ser hoy en día el grupúsculo fundado por Ernest Maragall tras abandonar el PSC o, de forma más general, la facción Avancem de Ignasi Elena o el Agrupament Socialista de Àngel Ros y Marina Geli. Pienso, por ejemplo, en Acció Catalana Republicana o en la Unió Socialista de Catalunya, referente histórico de uno de los embriones del PSC.
Y es que, siguiendo con el paralelismo y teniendo en cuenta que ERC ya incluye entre sus filas a lo que sería, mutatis mutandis, el equivalente de aquel Estat Català de Francesc Macià —me refiero, claro, a los exmilitantes y acólitos de la extinta Terra Lliure—, no parece que falte mucho para la consolidación de un frente semejante. Todo dependerá, en gran parte, de la capacidad de Convergència de retener, en un futuro no lejano, a sus votantes tradicionales, que es como decir su capacidad de subsistir como opción política después del previsible sorpasso de ERC y la más que probable huida, no se sabe muy bien hacia dónde, de sus socios de Unió. Sea como sea, de lo que no hay duda es de que esta vez no va a encontrarse enfrente a la Lliga de Cambó y sus satélites, sino a un conjunto mucho más diverso de opciones, caracterizado por su defensa de la ley y el orden y por su denuncia del nacionalismo insurreccional. Que esas opciones acaben configurando también un frente apto para plantar cara al que se está constituyendo ahora mismo es ya, por supuesto, otro cantar.