Diversos factores indican que vivimos un cambio de tendencia en la política catalana. Primero fueron las encuestas. Las últimas señalan un estancamiento a la baja de la suma CiU-ERC . También las redes sociales muestran una creciente movilización antiindependentista y un cierto cansancio de los activistas proindependencia, sólo hace falta leer los comentarios o las visitas en los diarios digitales, o la actividad en Twitter. El fracaso de la campaña contra el vicepresidente de Basf por firmar el documento alertando de los peligros de la independencia es un ejemplo. Los críticos pinchan, en cambio la plataforma que le defiende logra numerosas adhesiones, algo impensable hace unos meses.
Las especulaciones se centran no ya en un referéndum amortizado sino en saber cuándo serán las elecciones y si de las mismas saldrá una mayoría que declare unilateralmente la independencia
Empresarios, financieros y medios de comunicación tan destacados como el Grupo Godó toman distancia de las posiciones radicales y abogan sin remilgos por buscar un acuerdo. Duran ve posible una oferta del Gobierno central que habría que estudiar. El Govern ya ha aceptado públicamente que el referéndum solo se celebrará si es acordado con el Estado o, lo que es lo mismo, no se celebrará. El fracaso de la propuesta de incluir un punto en común en el programa electoral para las europeas anticipa la presumible imposibilidad de pactar una candidatura unitaria en unas hipotéticas elecciones plebiscitarias. Incluso Òmnium y la ANC parecen estar desorientados.
Las especulaciones se centran no ya en un referéndum amortizado sino en saber cuándo serán las elecciones y si de las mismas saldrá una mayoría que declare unilateralmente la independencia. En este escenario, las discrepancias entre CIU y ERC son inevitables. Por eso las europeas no seran unas primarias sobre la independencia. La pelea principal no es ya entre soberanistas y no soberanistas, sino entre ERC y CiU por un lado, y PP y Ciudadanos por el otro, con el PSC debatiéndose por su supervivencia, luchando contra todos y, sobre todo, contra sí mismo, con la recuperación del PSOE como única esperanza para salvar los muebles.
Asimismo, una declaración unilateral de independencia aparece cada vez más alejada del panorama político. La certeza de que ni la UE ni ninguna gran potencia apoyarían la independencia la tienen asumida hasta los más soberanistas. Queda la última esperanza de los más radicales: una movilización en la calle al estilo de la primavera árabe o de el Maidán ucraniano. Pero esta alternativa no podría ser apoyada por CiU, salvo a costa de su propia existencia. Ni siquiera podrían ocupar simbólicamente el Gobierno autonómico porque ya es un gobierno nacionalista, por lo que la rebelión se consumiría solita, sin necesidad siquiera de que el Gobierno central tuviera que intervenir. El colapso financiero sería más que suficiente. Todo lo más, un tour de force de los más radicales que asustaría a las clases medias y las alejarían definitivamente del proceso.
La certeza de que ni la UE ni ninguna gran potencia apoyarían la independencia la tienen asumida hasta los más soberanistas
Los últimos meses han demostrado algo sabido pero negado por los nacionalistas. La UE no está por la labor de partir España. Se juega su supervivencia, ya bastante amenazada. Estados Unidos, tampoco. Rusia y China tienen otras preocupaciones más inmediatas y cercanas. La soledad de los nacionalistas catalanes es muy ruidosa. Ucrania es una vacuna contra aventuras radicales en países con divisiones culturales e identificaciones nacionales plurales. Cada vez está más claro para muchos soberanistas que el sueño puede acabar en pesadilla y que es mejor despertar. La mejora económica tranquiliza los nervios y ayuda a frenar radicalidades.
Al final, como habia diseñado CiU antes de su fracaso electoral, se trata de pactar. CiU no ha podido corregir el rumbo hasta ahora por la presión de una ERC crecida por sus buenos resultados electorales y en los sondeos, y de las organizaciones como la ANC que ella misma ha engordado y financiado. Pero sabe que tendrá que hacerlo, aunque apurará para salvar los muebles electorales. Al final ERC y la CUP quedarán en minoría. Y, si son sensatos y trabajan de cara al futuro sin marginarse definitivamente, no intentarán un golpe de fuerza desde una movilización callejera duradera. Lo peor que le puede pasar a ERC es que quede como primer partido en las autonómicas y tenga la tentación de salir a la calle.
¿Análisis voluntarista o realista? Yo lo tengo claro, pero el futuro dará o quitará razones.