Pensamiento
Si ser catalán es una religión, apostato
Recuerdo que cuando yo era pequeño mi tía monja llevaba unos alerones en la cabeza que parecía que iba a salir volando con la primera brisa que pasara. Y mi tío cura andaba vestido con una sotana negra. Se trataba de mostrar al mundo que eran lo que eran y que se sentían orgullosos de ello. Con el tiempo, la tía monja moderó su vestuario y el tío cura se secularizó y se vistió de paisano.
Convivir con gente con convicciones religiosas exhibicionistas reclama mucha paciencia. Muchos independentistas dividen el mundo entre buenos y malos. Los buenos catalanes son los que enarbolan la bandera estrellada. Los malos son los otros
Muchos catalanes están pasando por una etapa similar a la de mis familiares religiosos. Cuelgan banderas estrelladas en su ventanas, ponen pegatinas estrelladas en sus vehículos, llevan calzado deportivo estrellado y así ad infinitum. Han convertido el independentismo en su nueva religión.
Y convivir con gente con convicciones religiosas exhibicionistas reclama mucha paciencia. A mi padre, que era cristiano, le sacaba de quicio la tozudez evangelizadora de su cuñada monja. Porque hay cristianos y cristianos. Los hay que lo llevan con discreción y los hay que exhiben su fe. Hasta los hay que llaman a tu puerta para hacerte de los suyos.
Los independentistas aún no han llegado a tanto. De momento, sólo quieren dejar claro que lo son y que son muchos. Y cuando hablas con muchos de ellos te vienen a decir, eso sí, que te equivocas no siendo de los suyos. Es más, los hay que te recriminan que no lo seas. Que por tu culpa y de los que piensan como tú, el cielo independentista quizás nunca se llegue a alcanzar.
Los cristianos creen –o lo dicen- que cuando nos morimos, algunos van al cielo y otros, al infierno. Muchos independentistas dividen el mundo entre buenos y malos. Los buenos catalanes son los que enarbolan la bandera estrellada. Los malos son los otros. Cuando ser catalán se convierte en una religión, entran ganas de apostatar.