En los días de tránsito entre 2013 y 2014, Artur Mas ha logrado colocar su órdago soberanista en la cresta de la ola mediática. Que sea para bien o para mal el tiempo lo dirá. Contrasta la intensidad que el presidente autonómico de Cataluña está utilizando para sacar adelante el proceso de secesión, con el letargo en el que está sumido el Gobierno autonómico, que tan solo ha aprobado una ley en más de un año de mandato y que en 2013 –primer año de legislatura-, ha funcionado con unos presupuestos prorrogados.
Justo es reconocer, sin embargo, que el camino hacia la independencia, iniciado, más o menos formalmente, en septiembre de 2012, ha estado jalonado de ocurrencias diversas. Un día nos sorprenden con un Consejo Asesor para la Transición Nacional, órgano creado para asesorar al presidente autonómico y nutrirle con documentos que den sustento ideológico, jurídico y político a sus ensoñaciones. Otro, se nos anuncia la creación de Diplocat, un sucedáneo de cuerpo diplomático que ha de explicar urbi et orbe las ventajas de un Cataluña independiente. En otra ocasión se hace público un documento con los presuntos agravios de España hacia los catalanes. Documento que mezcla y confunde conceptos generalistas con otros bilaterales y que no resiste un análisis medianamente riguroso. Y así, podríamos señalar unas cuantas genialidades más.
Mientras todo esto sucede, los dos grandes partidos que articularon el período autonómico (CiU y PSC) se desmoronan por momentos. No hay encuesta que no lo confirme. Estamos viviendo un cambio de régimen y a esas dos grandes formaciones la situación les ha cogido con el pie cambiado
La penúltima (la ultima, de momento, ha sido la ceremonia de apertura del Tricentenario) ha sido una carta, acompañada de un breve memorándum que Artur Mas envío el pasado 20 de diciembre a los líderes de los 26 Estados de la Unión Europea –todos los de la UE excepto España-, en la que se describe el proceso soberanista que se está viviendo en Cataluña. "Confío poder contar con ustedes para hacer avanzar este proceso democrático y pacífico" sostiene el president en la misiva que ha hecho llegar entre otros al presidente francés Françoise Hollande, la canciller alemana Ángela Merkel o el presidente de la Comisión Europea José Manuel Durao Barroso. Es evidente que Mas ha optado por jugar, también, la carta de la diplomacia, habida cuenta de la estrategia puesta en marcha por el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, José Manuel García-Margallo al enviar a todas las embajadas españolas un documento de más de 200 páginas con argumentos para contrarrestar las tesis soberanistas.
La práctica totalidad de los gobiernos europeos han confirmado la recepción de la carta pero han declinado hacer ningún comentario. Un portavoz de la embajada francesa en Madrid se remitió a unas declaraciones de Françoise Hollande, realizadas semanas atrás en las que manifestó que la independencia de Cataluña es un asunto de España. El presidente de la Unión Europea José Manuel Durao Barroso ha rechazado la intervención de Bruselas en este proceso por tratarse de un asunto interno español. En un texto que no llega a siete líneas, remitido a Artur Mas, Barroso deja claro que no compete a Bruselas inmiscuirse en la celebración o no de un referéndum de independencia. Sin embargo, lo que sí deja meridianamente claro el mandatario europeo es que "una ruptura con España supondría para Cataluña la salida inmediata de la UE". Cosa que, por otra parte, el propio Mas ya había admitido en una reciente entrevista concedida al diario italiano La Repubblica, pero que se ha obviado en la carta dirigida a los mandatarios europeos. Una demostración más de coherencia y lucidez.
Mientras todo esto sucede, los dos grandes partidos que articularon el período autonómico (CiU y PSC) se desmoronan por momentos. No hay encuesta que no lo confirme. Estamos viviendo un cambio de régimen y a esas dos grandes formaciones la situación les ha cogido con el pie cambiado –especialmente al PSC, es posible que CiU acabe remontando la situación-. Como dice un viejo amigo, "lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer".
Dudo mucho que internacionalizar el proceso secesionista sea solución de algo, pero esto es lo que estamos viviendo en Cataluña en un año que va a ser decisivo. A día de hoy, solo tenemos un proyecto político en la palestra: la independencia. Un proyecto que, de momento, avanza sin fisuras. Y día tras día gana adeptos. De todos modos, y sin entrar ahora en otras martingalas, soy de los que opinan que la diversidad de proyectos políticos es absolutamente necesaria para garantizar la calidad democrática de una sociedad madura como la nuestra.
Y, entretanto, al otro lado nos encontramos con el Gobierno de España y un Partido Popular que se niegan a dialogar, amparándose en una Constitución que seguramente muchos de ellos no votaron y ahora les sirve de parapeto. El diálogo y el debate político son más necesarios que nunca para posibilitar soluciones pactadas que son la única manera razonable de salir de este atolladero. Es preciso ofrecer alternativas, el no por el no ya no sirve. Si no hay consulta –que es lo más probable- habrán elecciones y quizá entonces, a la vista de los resultados, algunos lamentarán no haber negociado cuando estuvieron a tiempo porque con el nuevo estatus salido de las urnas, tal vez ya sea tarde para negociar.