Pensamiento
Incompetencia o desesperación
Se ha dicho todo o casi todo de la misiva que Artur Mas envió el pasado 20 de diciembre a los Presidentes y Primeros Ministros de 45 países, incluyendo los que forman parte de la UE (excepto, claro está, a Mariano Rajoy) y los EEUU, solicitando su ayuda para llevar a buen término su proceso soberanista. Ya se ha resaltado por activa y por pasiva la deslealtad patente de Artur Mas hacia las autoridades legítimas y democráticamente elegidas en España al realizar esta acción. Algo similar en Francia, por poner un ejemplo, habría provocado un verdadero furor en la prensa y la clase política francesa y le habría costado muy caro en términos de intención de voto.
Debido a las características institucionales del tema es lógico que haya sido el propio Presidente Barroso el que haya estampado su firma en la respuesta. Así que la actitud de la Generalidad de considerar como un éxito la respuesta a la carta por parte de aquel no tiene mucho sentido
Pero claro, en Cataluña podría pasar lo contrario. Con esa carta, Artur Mas puede aumentar su "caché" como hombre de fiar entre los que apoyan el independentismo, lo que se traduciría en votos, recuperando así parte del electorado que había empezado a "emigrar" hacia ERC. Es perfectamente posible que la maniobra tuviera ese doble objetivo: de cara al exterior recabar apoyos para ejercer lo que el nacionalismo considera un derecho evidente (el de decidir su propio futuro) y de "consumo interno" para recuperar votos de aquellos que todavía dudan de que en el último momento a Artur Mas le temblará la mano y buscará un acomodo con Mariano Rajoy para evitar la secesión de Cataluña.
Sin embargo, yo quisiera poner de manifiesto otros aspectos de la cuestión que están directamente relacionados con la práctica diplomática y las formas en el ámbito de las relaciones internacionales. Enviar una carta a Jefes de Gobierno de Estados reconocidos internacionalmente no es lo más correcto en términos protocolarios dado que Artur Mas no tiene su mismo nivel, aunque no le guste. Al menos todavía no, y mientras Cataluña continúe formando parte del Estado español y no se convierta en un Estado independiente y reconocido internacionalmente. Este hecho hace más que probable que muchos de los destinatarios de la misiva no respondan o que se encarguen de ello alguno de sus ministros.
El caso de la Comisión Europea (la carta fue dirigida al Presidente Barroso) es un caso muy particular que conozco muy bien ya que lo he vivido en primera persona: según lo dispuesto en las reglas internas de procedimiento de la Comisión, toda correspondencia recibida (independientemente del destinatario) debe ser respondida dentro de un período prudencial (alrededor de 15 días), a menos que la carta presente elementos que se consideren inapropiados (tales como insultos, etc.), bajo la firma o en nombre del Comisario responsable. Debido a las características institucionales del tema (posible secesión de Cataluña y las consecuencias derivadas de tal hecho de cara a la aplicación de los Tratados de la UE dentro de su territorio) es lógico que haya sido el propio Presidente Barroso el que haya estampado su firma en la respuesta. Así que la actitud de la Generalidad de considerar como un éxito la respuesta a la carta por parte del Presidente Barroso (básicamente, resaltando que la cuestión es un asunto interno de España) no tiene mucho sentido.
Ningún Estado que de verdad cuente en el escenario internacional está interesado en una secesión de Cataluña por las razones de sobra conocidas: posible inestabilidad política, económica y de seguridad que pudieran plantearse a raíz de la misma
Por otro lado, enviar una carta de este tipo evidencia un desconocimiento de las formas que se siguen en las relaciones internacionales. Entre otras cosas porque ello provoca forzosamente que los Estados que no se habían pronunciado formalmente, se ven obligados a tomar posición. Y la única posible hoy en día, a falta de violencia y amenaza de ruptura del Estado de Derecho por parte de un sector del nacionalismo catalán, es la bien conocida "este asunto es una cuestión interna de España", que, como ya indiqué en un artículo anterior, se traduce en un apoyo al Gobierno de Rajoy (su actuación está dentro de los límites razonables) y de varapalo a las tesis independentistas (si bien su actuación no ha traspasado dichos límites, al menos no todavía, no interesa que se consume la secesión). Esto supone que ahora sí que tienen que pasar cosas graves (por ejemplo, episodios de violencia, errores graves del Gobierno de Rajoy) para que esta posición cambie.
Pero, además, Artur Mas ha cometido otro error de cálculo: utilizar un cartucho que tienes en la recámara y fallar. En vista que ningún Estado daba apoyo a las tesis nacionalistas (algo que casi todos sabíamos por las reacciones de los últimos tiempos y que la Generalidad debería conocer también a través de sus propios contactos), hubiera sido mejor amenazar pero no llevar a cabo la acción, pues siempre podría haber quedado la duda de que pudiera tener efecto. Ahora está claro que no es así y el resultado es un retroceso para la causa de la secesión de Cataluña dentro de la comunidad internacional. Ningún Estado que de verdad cuente en el escenario internacional está interesado en una secesión de Cataluña por las razones de sobra conocidas: posible inestabilidad política, económica y de seguridad que pudieran plantearse a raíz de la misma, además del "efecto llamada" que pudiera tener de cara a otros territorios con aspiraciones similares dentro de países como Francia, Italia, etc.
Hubiera sido mejor para los intereses nacionalistas no haber enviado la carta, dejando de esta manera en el ambiente una cierta ambigüedad que les hubiera servido mejor para defender su causa. Sin embargo, ahora, la posición de la inmensa mayoría de los Estados a los que pudiere interesar el asunto está clara.
Este episodio demuestra que o bien los encargados de esta cuestión en la Generalidad no están a la altura de sus responsabilidades o la carta es fruto de la desesperación
Ante el evidente fracaso de la operación, Artur Mas ha pretendido excusarse con que su única intención al enviar la carta era "mantener puntualmente informados" a los líderes europeos. Esta explicación resulta cuando menos peculiar al no concordar con la realidad de los principales países a los que iba dirigida, puesto que algunos de ellos (en particular los EEUU, Reino Unido y Francia) disponen de los mejores servicios diplomáticos y de inteligencia del mundo y para saber lo que está pasando en Cataluña no necesitan recibir una misiva que les ponga al tanto de la situación.
Este episodio demuestra que o bien los encargados de esta cuestión en la Generalidad no están a la altura de sus responsabilidades o la carta es fruto de la desesperación (es decir, que los contactos llevados hasta la fecha de manera discreta no han tenido éxito alguno y, en vista de ello, se ha querido forzar una reacción de la comunidad internacional). Probablemente las dos cosas, sobre todo si analizamos en detalle el currículum de los principales responsables de la Generalidad, empezando por el consejero de la Presidencia, Francesc Homs, y constatamos su falta de experiencia en el ámbito de las relaciones internacionales.