Atención a lo que me escribe un amigo que trabaja en una embajada extranjera:
"Te doy mi impresión de diplomático sobre la carta de Mas. Se han pegado un tiro en el pie. Lo único que conseguirán, cuando pasen los días sin obtener respuestas, o quizá algunas meramente de cortesía, es patentizar que no tienen apoyos en el exterior. El que debería ser el trabajo de mi Ministerio lo están haciendo ellos solitos. El nacionalismo catalán tiene un problema estratégico considerable, que su vanidad no le permite ver: en general, en el mundo, la gente, los gobiernos, no tienen mala opinión de España, o al menos no la ven como un agente opresor de nadie. Nos lo creamos o no los españoles, fuera, España cae bien. Mas cree que, llegada la hora, el mundo verá a España como Siria, o la Serbia de Milosevic. Y no. Es muy complicado convencer a George Clooney de que España no es un Estado democrático y que en Cataluña no se es libre".
En estas estamos cuando pasa por Madrid Juan Miguel de Mora, ex combatiente de la XV Brigada, la más famosa de las Brigadas Internacionales de nuestra guerra civil. La mayoría de los brigadistas tenían de veintipico años para arriba en 1937. Entonces ya se van muriendo todos. Juan Miguel no sólo sigue vivo, sino casi espantosamente locuaz -es filólogo, especialista en sánscrito, nada menos-, entre otras cosas, porque no tenía más de catorce años cuando se metió en aquel fregado. Nacido en Madrid pero criado desde muy pequeño en México, el país de su padre, el estallido de la guerra le pilla en París. Inmediatamente cruza los Pirineos y vía JSU trata de alistarse en el 5º Regimiento. Miente como un bellaco sobre su edad pero se dan cuenta. Le cogen pero le destinan a intendencia.
Qué tiempos aquellos, cuando de otras tierras venían miles de gentes a romperse la cara y el alma por España en el Jarama, en Belchite, en el Ebro
Le licencian por imberbe al promulgarse una ley fijando una edad mínima para estar alistado. Juan Miguel tiene que esperar hasta el inicio de la batalla del Ebro, cuando, hablando en plata, a cualquiera que tuviera dos piernas y dos brazos le ponían un fusil en la mano, para entrar en combate con la XV Brigada. Una fea herida de bayoneta le manda al hospital. Cuando sale ya no hay Brigadas Internacionales. Ya las han desbandado para quedar bien con las potencias extranjeras presuntamente democráticas que ni así se les mueve una pestaña a favor de la República. Juan Miguel remolonea, se queda, lucha en lo que queda del ejército republicano y con diecisiete años llega a mandar a hombres de Líster cuando dirige las últimas columnas de evacuación de civiles a través de la frontera catalanofrancesa. De ahí va de cabeza al campo de concentración de Saint Ciprien.
Logra salir y volver a la carga muchas veces, incluso en España. Atesora divertidas aventuras con la "resistencia vasca" -no confundir con ETA- que incluyen alguna que otra escena digna de un James Bond con txapela. Como el día que, estando escondido en la casa de un caballero muy distinguido y muy bien casado, súbitamente arrestado por gudari, en menos de media hora se personaron en la casa varios señores pues eso, de la "resistencia vasca", con ánimo de proceder a la inmediata mudanza de Juan Miguel a otro refugio. Motivo: ¿cómo iba él a permanecer donde estaba, a solas con una mujer casada, en ausencia del marido? Mejor correr el riesgo de caer en manos de la policía franquista. Menos mal que la esposa del detenido se puso hecha una fiera ante tamaña insinuación.
Qué tiempos aquellos, cuando de otras tierras venían miles de gentes a romperse la cara y el alma por España en el Jarama, en Belchite, en el Ebro. Cuando Ernest Hemingway escribía: "Porque nuestros muertos forman ahora parte de la tierra de España y la tierra de España no puede morir nunca. Cada invierno parece que muere pero cada primavera renace. Y con ella nuestros muertos vivirán para siempre".
Los que quedaban vivos salieron entre octubre y noviembre de 1938. Les despidió la Pasionaria con un célebre discurso del que me gustaría destacar el siguiente párrafo:
"¡Madres!... ¡Mujeres! Cuando los años pasen y las heridas de la guerra se vayan restañando; cuando el recuerdo de los días dolorosos y sangrientos se esfume en un presente de libertad, de paz y de bienestar; cuando los rencores se vayan atenuando y el orgullo de la patria libre sea igualmente sentido por todos los españoles, hablad a vuestros hijos; habladles de estos hombres de las Brigadas Internacionales [...] Lo abandonaron todo: cariños, patria, hogar, fortuna, madre, mujer, hermanos, hijos y vinieron a nosotros a decirnos, aquí estamos, vuestra causa, la causa de España es nuestra misma causa, es la causa de toda la humanidad avanzada y progresiva".
Pues hala.