Estamos de suerte. Esta semana el irredento soberanismo retozará como nunca en el improperio, la mentira y la zafiedad. Nos reescribirá la historia para agitar los sentimientos más bajos. Nos contarán que durante 300 años Cataluña ha sido víctima de España, cuál una colonia más de ese imperialismo español que ciertamente no veía más allá de la montura de sus gafas.
Con el apoyo mediático necesario, el congreso España contra Cataluña abrirá sus puertas para contarnos que la Guerra de Sucesión fue una guerra por las libertades. Nos dirán que el archiduque Carlos era un príncipe demócrata y cuasi republicano, cuando su dinastía no fue más centralista y absolutista que la de los Borbones. Era lo que se llevaba en la época.
Nos ocultarán que los catalanes se manifestaron en Barcelona en 1820 gritando: "Viva la Constitución", en defensa de las libertades cantando por las calles el Himno de Riego, un general que unos meses antes se había sublevado contra los conservadores. No dirán ni una palabra de que los catalanes se sumaron a los carlistas para evitar que los liberales gobernaran España. Tomaron partido, ni más ni menos, por la España negra.
España contra Cataluña es el condimento necesario para azuzar la polémica sobre la consulta soberanista
Menos se detendrán en contarnos cómo la burguesía catalana -sobre todo la textil- pactaba con España un reparto de los mercados que les reportaba pingües beneficios. Pasarán por alto la Semana Trágica que fue, ni más ni menos, una revolución social española y que ponía en cuestión el orden establecido. Tanto el de Madrid como el de Barcelona. Un orden que se alió para masacrar a las clases populares hartas de explotación laboral, social y vital. Y acabarán por explicarnos que la Guerra Civil fue una lucha de los catalanes contra la colonización española obviando la lucha real entre las dos Españas.
España contra Cataluña es el condimento necesario para azuzar la polémica sobre la consulta soberanista. Decía hace unos días el consejero de la Presidencia, Francesc Homs, que si no hay acuerdo se haría un ridículo meteórico. Ya estamos en el ridículo. Si después de tanto tira y afloja se tiene que apurar el tiempo hasta que suene la campana para conseguir el consenso es todo un fracaso. Un fracaso que se sustenta en la mentira que el soberanismo ha vendido como una entelequia, como una solución de futuro. Pero la entelequia se cae como un castillo de naipes. Sólo sobrevive en los sentimientos pero no tiene nada que ver con la realidad. El soberanismo siempre ha tenido tendencias suicidas, y estamos a punto de su consumación.
El presidente de ERC, Oriol Junqueras, escribe un artículo en el que defiende su pregunta sobre la independencia y se plantea de lo que estamos hablando exactamente. Ciertamente, sobre la independencia. Tiene claro su objetivo. Sin embargo, el camino de Mas y los suyos -incluidos sus aliados de ICV-EUiA, y del PSC hasta hace cuatro días- se ha construido sobre veleidades nacionales que simplemente no existen.
Esta es la razón de ser del supuesto congreso España contra Cataluña. Intentar vestir estas veleidades. Dirán que se están cargando de razones y armarán de -supuestos- argumentos al pensamiento único. Un pensamiento sectario que descalifica al que se opone y que le pone el sanbenito de "anticatalán". La realidad es que el rey está desnudo. Los que todavía piensan no aceptarán ese hueso. Que se lo den a otro perro.