Antes de nada quiero dejar claro que me parece indigno banalizar sobre las atrocidades cometidas por el Tercer Reich, no sólo contra los judíos sino contra todas las víctimas de esa barbarie supuestamente encaminada a preservar la pureza de una raza que se proclamó mejor y superior a cualquier otra. Y también me parece indigno que algunas personas, con responsabilidades políticas y bajo la supuesta pretensión de condenar esa banalización, pretendan establecer paralelismos entre el holocausto y una supuesta persecución respecto al que se atreven a denominar "pueblo catalán" por parte de movimientos nazis durante la Guerra Civil y la dictadura franquista.
El señor Mas y los que repiten una y otra vez esas peculiares tesis comparativas con la mayor masacre de la historia parecen querer ignorar -o tal vez es que lo ignoran- que la Guerra Civil española no fue un enfrentamiento entre catalanes y no catalanes, y que la dictadura franquista la sufrieron todos los españoles, hubieran nacido en Capdevànol o en Pola de Siero, aunque probablemente, ni Mas ni los que como él establecen tales o similares paralelismos han tenido ocasión de conocer esos detalles a través de familiares, parientes o amigos que defendieran en las trincheras la libertad de todos los españoles, ni que fueran fusilados o sufrieran cárcel, fueran depurados o tuvieran que huir del país para no ser ejecutados.
No hay nada que iguale más que la muerte, la derrota y el sufrimiento
Cualquier superviviente, aunque ya quedan pocos, podría explicarle a Mas que ni en las cárceles franquistas, ni en la resistencia francesa, donde se incorporaron muchos rojos, ni en los campos de concentración alemanes, donde otros fueron recluidos, no se hacía distinción por razón de lengua ni de nacimiento. No hay nada que iguale más que la muerte, la derrota y el sufrimiento.
Y algunos pueden pensar, ¿pero qué hace esta señora opinando de temas que no son sanitarios? La respuesta es fácil. Ya lo decía Quevedo: "El médico que sólo sabe de medicina, ni de medicina sabe". Pero es que puestos en materia de paralelismos, hay algunos de bien notorios.
Hace pocos días el señor Boi Ruiz anunciaba un nuevo recorte presupuestario del 5,3% para el año 2014, lo que supone que la disminución del presupuesto sanitario desde el año 2010 supera ampliamente el 15%. A pesar de esas cifras, que hablan por sí solas, el consejero ha manifestado que las prestaciones sanitarias no se han reducido y ha tenido la desfachatez de asegurar que esa disminución no ha tenido ni tendrá incidencia alguna en la asistencia ni en la atención sanitaria de los ciudadanos de Cataluña. Es decir, el incremento de las listas de espera, la disminución de medios y de personal en primaria, en especializada e incluso en los centros hospitalarios de alta complejidad son un espejismo, una falsedad o, como se decía en tiempos del general, el resultado de "un contubernio judeomasónico y del comunismo internacional".
Estoy convencida de que el consejero de Salud no es admirador de Joseph Goebbels y de que repudia las prácticas del nazismo tanto como yo, pero eso no obsta a que, de forma consciente o inconsciente, tanto él como los incontables cargos de designación directa que parasitan la sanidad catalana apliquen impecablemente algunos de los once principios que se atribuyen al ministro de Propaganda alemán.
Se puede asegurar que han disminuido el número de profesionales asistenciales y el salario de los mismos, pero el número de directivos, cargos de confianza, asesores, y palmeros de todo tipo se ha incrementado
El principio que con más soltura y desvergüenza siguen es el de la "orquestación", que consiste en manifestar de forma repetida e incansable un limitado número de ideas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas, lo cual se resume en la conocida afirmación de que "si una mentira se repite constante y suficientemente, acaba siendo percibida como cierta y llegará a convertirse en una verdad". Es un principio básico en cualquier régimen que se precie. Lo aplican de forma incansable: los recortes en sanidad son los mayores de España y de los mayores de Europa pero, según dicen, no tienen consecuencias de ningún tipo. Pues si eso es así, ¿es que antes de los recortes despilfarraban el dinero? Porque lo que sí se puede asegurar es que han disminuido, y mucho, el número de profesionales asistenciales y el salario de los mismos, pero el número de directivos, cargos de confianza, asesores, y palmeros de todo tipo no sólo no ha disminuido sino que se ha incrementado notoriamente.
Otro principio goebbeliano del que también son muy partidarios es el de la "transposición", que consiste en atribuir a los demás, en general a todos aquellos no afines al régimen, sus propios errores o sus fraudulentas actuaciones. Es decir, "responder al ataque con el ataque" o, en una versión equivalente y complementaria, "si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan".
Hay otros principios que, como los anteriores, utilizan de forma compartida con otros responsables del gobierno, como son el principio de "la silenciación", basado en acallar las cuestiones sobre las que se carece de argumentos o las noticias que favorecen al adversario, contando para ello con la colaboración de los medios de comunicación debidamente subvencionados. Y, ¡cómo no!, el primer principio de todos, el más básico y elemental: el de la "simplificación o el enemigo único", que consiste en adoptar una idea única e individualizar al adversario en un único enemigo. El paradigma es la afirmación de que todo aquel que se opone, critica o disiente de las opiniones y actuaciones de esos preclaros estadísticas es un enemigo de Cataluña.
Pero, en mi humilde opinión, la constatación del uso de técnicas de propaganda goebbeliana no presupone en modo alguno que la ideología del partido que gobierna Cataluña, ni la de sus innumerables asesores y cargos de confianza, esté próxima al nazismo. De hecho, no está próxima a ninguna ideología puesto que ideología e interés son cosas bien distintas y no tienen por qué ser coincidentes, aunque a veces una (la ideología) se utiliza para enmascarar o para conseguir la otra (el interés).
Yo más bien diría que la supuesta ideología que nos gobierna se aproxima más a la de la élite de cerdos que se hacen con el poder en Rebelión en la granja y donde George Orwell ejemplariza la manipulación de la verdad: "Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros". Por cierto, se acepta universalmente que esa fábula, inicialmente concebida como una sátira mordaz del estalinismo, es uno de los más lúcidos análisis de la corrupción que engendra el poder y una furibunda diatriba contra el totalitarismo de cualquier especie, de cualquier latitud y de cualquier lengua, incluidas las nuestras.