Como bien sabemos, esta es la fórmula utilizada por el nacionalismo catalán contra todo aquel que advierte de las posibles consecuencias negativas de la independencia de Cataluña. Pues de lo que se trata es de que nada ni nadie pueda obstaculizar esa dinámica hacia el soberanismo que los nacionalistas creen haber podido insuflar en un número creciente de ciudadanos dentro de Cataluña. Por eso, los aguafiestas están de sobra, molestan en el camino hacia el destino glorioso que nos espera. La arcadia feliz nos otorgará todos los recursos financieros que Cataluña necesita y los recortes en sanidad, educación y servicios sociales ya no serán necesarios, pues España dejará de robarnos. Todo lo que se recaude en Cataluña, en ella se quedará.
En este contexto, algunos de los aguafiestas que, además de ejercer como tales, tenemos algunos conocimientos de economía, ya hemos venido advirtiendo que esta visión de ensueño presenta algunas incertidumbres y podría frustrarse. Hasta los economistas del Col·lectiu Wilson (entusiastas defensores del proceso hacia la independencia) aceptan que al menos a corto plazo podría producirse una situación que podría no coincidir necesariamente con la idílica situación que nos tratan de endosar desde el nacionalismo.
Todavía recuerdo las famosas 24 horas que, según Mas, serían las que tardaría Cataluña en volver a ser parte integrante, y a título propio, de la UE
Asimismo, y como aguafiestas impenitentes que somos, ya algunos de nosotros avisamos que la independencia de Cataluña supondría su salida de la Unión Europea (UE) hace ahora alrededor de un año, no en vano pasé 26 años trabajando en las instituciones comunitarias. Pero ello fue negado una y otra vez, empezando por el propio Artur Mas, pues, ¿cómo sería posible que la nación catalana, parte esencial de Europa, pudiera quedarse fuera de ella, particularmente cuando estamos hablando de un proceso de separación ejemplar que no hace sino dar la oportunidad al pueblo para que exprese su voluntad? Todavía recuerdo las famosas 24 horas que, según Mas, serían las que tardaría Cataluña en volver a ser parte integrante, y a título propio, de la UE. Y no es de extrañar, pues según todas las encuestas la voluntad del pueblo parece carecer de la firmeza suficiente y tiene sus dudas en cuanto a la conveniencia de la secesión en caso de que esta supusiera la exclusión de Cataluña de la UE. Sin embargo, a estas alturas, incluso los más fervientes creyentes del independentismo aceptan lo irremediable ante las reiteradas advertencias de la propia Comisión Europea, formuladas tanto por su presidente como por su portavoz, que son los únicos que pueden expresar la opinión de la institución como tal a este respecto (no los comisarios individualmente ni el presidente del Parlamento Europeo).
Pero no importa, incansables ante el desaliento, ahora de lo que se trata es de demostrar a los ciudadanos de Cataluña que su salida de la UE no comportaría problemas mayores en el día a día de los catalanes. Por ello, los máximos impulsores del proceso (Mas y Oriol Junqueras) ya han dejado claro que Cataluña seguiría utilizando el euro como moneda de curso legal y que todos nosotros obtendríamos la doble nacionalidad (catalana y española) que nos permitiría gozar de facto de las ventajas de la pertenencia a la UE (seguir utilizando su misma moneda y viajando o estableciéndonos libremente en su territorio sin restricción alguna), aun estando fuera de ella y hasta que la adhesión a la UE fuera una realidad de jure, contando con que la obcecada España acabaría dando su brazo a torcer y no opondría su veto como tampoco lo haría ningún otro de los estados miembros de la UE, ante una decisión que requiere la unanimidad de todos ellos. Inteligente estrategia por su parte, pues al fin y al cabo sería un período transitorio de algunos añitos, una nadería si tenemos en cuenta los alrededor de 300 que llevamos oprimidos luchando por nuestra libertad como pueblo.
A dotar de solidez a esta estrategia se han dedicado algunos de los economistas del Col·lectiu Wilson. Entre ellos, es necesario mencionar a Jordi Galí, que en un reciente artículo ("Cataluña: cooperación o confrontación", El País) ya nos ha dicho que no hay de qué preocuparse pues "la admisión automática o no de Cataluña en la UE (y, de resultas, en la zona euro) sería una cuestión formal sin más interés que el propiamente simbólico [...]. Lo único realmente importante sería garantizar, durante el período transitorio, la continuidad de derechos y obligaciones que rigen las relaciones económicas entre Cataluña y el resto de la UE, y, de forma especial, los relativos a la libre circulación de mercancías, personas y capitales [...]. Debería incluir [...] los aspectos monetarios". Y para ello, Galí nos da la solución: un estatuto similar al de Suiza (en lo que se refiere al acceso al Mercado Único Europeo) y el mantenimiento del euro como moneda oficial (acompañado de un "acuerdo monetario" con la UE como el que rige en algunos países no comunitarios que utilizan el euro). En este contexto, es importante mencionar que Ángel de la Fuente dio respuesta a los planteamientos de Galí unos días más tarde de una manera muy ingeniosa ("Cataluña y Europa: una de vaqueros", El País).
Aprovechando este debate, querría, por mi parte, puntualizar algunos elementos de la cuestión con el fin de dejar claro que el argumento fundamental de Galí (se pueden encontrar las fórmulas para soslayar las desventajas de una salida de Cataluña de la UE como consecuencia de su independencia) no es tan simple como él lo plantea.
Hay que recordar que la UE tiene como principio el no negociar el mercado único europeo con aquellos estados que no pertenezcan a la Organización Mundial del Comercio
En primer lugar, una vez excluida de la UE, para tener acceso al Mercado Único Europeo (libre circulación de mercancías, servicios, personas y capitales), Cataluña debería firmar un acuerdo similar al que tiene Suiza, la EFTA (es decir, Noruega, Islandia y Liechtenstein), a través del denominado Espacio Económico Europeo (EEE), y otros países con quienes la UE tiene acuerdos de asociación. Efectivamente, de ser así, las exportaciones de las empresas catalanas a la UE no estarían sujetas a ningún arancel, los ciudadanos podríamos circular libremente y los capitales tener libertad para efectuar inversiones en su territorio.
Sin embargo, y antes de nada, hay que recordar que la UE tiene como principio el no negociar este tipo de acuerdos con aquellos estados que no pertenezcan a la Organización Mundial del Comercio (OMC), como sería inicialmente el caso de una Cataluña independiente (un proceso que no se puede concluir de la noche a la mañana, y que lleva su tiempo). Pero, además, hay dos pequeños problemas: para empezar, que actualmente un acuerdo de asociación entre un país tercero y la UE exige la aprobación por parte de todos y cada uno de sus estados miembros tanto del mandato de negociación como del texto final del acuerdo debido al sistema de distribución de competencias existente entre estos y la UE propiamente dicha. Asimismo, que la entrada en vigor de un tal acuerdo puede llevar varios años (entre negociación y ratificación por cada estado miembro de la UE), si bien es cierto que el Consejo de la UE podría decidir (por mayoría cualificada) la aplicación provisional de aquellos aspectos del acuerdo que estuvieran bajo competencia exclusiva comunitaria (como por ejemplo, la eliminación de los aranceles a las exportaciones de mercancías) sin esperar a la ratificación del mismo por cada estado miembro. En cualquier caso, todo el proceso (entrada en la OMC y firma del acuerdo) podría llevar algunos años (entre tres y cinco). Lo digo con toda seguridad, pues yo mismo he intervenido en las negociaciones de algunos de dichos acuerdos de asociación. Por lo tanto, las reticencias de parte del empresariado catalán hacia la independencia (y subsiguiente salida de la UE) seguirían estando plenamente justificadas por lo que ésta supondría de sobre coste a sus exportaciones y dificultades en sus inversiones, como mínimo en el corto y medio plazos.
En segundo lugar, es cierto que una Cataluña independiente podría continuar utilizando el euro como moneda oficial. Sin embargo, y dada la idiosincrasia del BCE, tengo mis dudas de que fuera posible la firma de un acuerdo monetario con Cataluña, entre otras cosas porque a día de hoy el control de los agregados monetarios es todavía uno de los pilares de su política monetaria, lo que supone, por su parte, el querer reducir a lo estrictamente necesario las situaciones especiales de países que utilizan el euro fuera de la UE y que, además, disponen de un tipo de acuerdo tal (que, hoy por hoy, sólo incluye a pequeños países como Andorra, Mónaco, San Marino y El Vaticano).
El problema vendría de las dificultades que los bancos catalanes (La Caixa, Banco de Sabadell, etc.) encontrarían para poder refinanciarse (acceder a la liquidez) a través del BCE. Pues contrariamente a lo que dice Galí, los bancos catalanes no podrían hacerlo más que de una forma limitada a través de una filial o sucursales establecidas en la UE. Lo que me temo es que Galí no ha tenido en cuenta que el depósito de garantías (lo que en la jerga técnica se llama colateral) es una exigencia ineludible para acceder a la liquidez del BCE; pero no cualquier garantía, sino solamente las de empresas establecidas en el EEE (para activos negociables) o en la zona euro (para activos no negociables), estando específicamente excluidas las garantías dadas por el banco mismo u otra entidad en el que éste tenga una participación superior al 20%.
Cataluña debería asumir la parte que le tocaría de la deuda del Reino de España en caso de establecerse como Estado independiente, ya que si no fuera así estoy convencido que los mercados financieros se cerrarían a cal y canto
En conclusión, las restricciones en el acceso de los bancos catalanes a la refinanciación del BCE en situaciones difíciles como las vividas durante la presente crisis (donde los bancos españoles no tenían acceso al mercado, incluido el interbancario) habría puesto en duda con toda probabilidad la viabilidad misma de los principales bancos catalanes, un verdadero desastre económico para Cataluña, ya que al no disponer de un banco central propio que les proporcionara la liquidez suficiente ni teniendo la Generalidad la capacidad para acudir en su ayuda vía presupuesto, la única alternativa hubiera sido la intervención del FMI (con la aquiescencia del BCE) a través del programa de ayuda correspondiente y su condicionalidad. Y no podría ser de otra manera, ya que si fuera cierto lo que Galí sugiere (todos los bancos no comunitarios pueden acceder a la liquidez del BCE a través de una filial o sucursal), el BCE podría llegar a ser la fuente de liquidez de toda la banca mundial. Algo imposible. Ello solamente es así, de una manera simplificada, para las operaciones que los bancos no comunitarios tienen con empresas de la UE.
Pero es que, además, Galí se olvida de otras consecuencias para los bancos catalanes de la no pertenencia de Cataluña a la UE. Solo por citar un ejemplo, el hecho de quedarse fuera de la futura Unión Bancaria supondría un mayor riesgo implícito para los mismos (pues no disfrutarían de los mecanismos de protección incluidos en ella) que con toda seguridad se reflejaría en un sobre coste en la financiación (mayor prima de riesgo) que quisieran obtener del mercado.
Pero menos mal que Galí nos proporciona la solución para hacer entrar en razón a la España que nos oprime una vez independientes: no aceptar pagar la parte de la deuda en circulación del Reino de España que tocaría a Cataluña (sea en función de su población o de su importancia económica). Francamente, espero que no lo diga en serio. Esta posibilidad no existe de verdad en la práctica. Desde luego que Cataluña debería asumir la parte que le tocaría de la deuda del Reino de España en caso de establecerse como Estado independiente, ya que si no fuera así estoy convencido que los mercados financieros se cerrarían a cal y canto a cualquiera de las emisiones de deuda catalana, pues sería algo equivalente a repudiar una parte de tu propia deuda. Una situación que implicaría no solo el no poder emitir deuda neta nueva (para financiar el déficit público de la Generalidad), sino también la refinanciación de la existente con el evidente riesgo de impago de la misma y, otra vez, la irremediable intervención del FMI y el subsiguiente programa de ajuste que con toda seguridad incluiría la aceptación de la parte correspondiente de la deuda del Reino de España.
En cuanto a la cuestión de la doble nacionalidad y la necesidad de obtener visado para la entrada en la UE por parte de los ciudadanos de Cataluña (libertad de circulación de personas dentro de la UE) volveré otro día con más calma.