Juan del Val, ganador del premio Planeta de Novela 2025, junto al alcalde de Barcelona Jaume Collboni (i) y la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz
¡Qué escándalo, aquí se juega!
"¿Qué ha hecho Juan del Val para que todo el mundo lo odie y se lo tome a chufla? ¿Es que no ha habido antes otros premios Planeta lamentables desde el punto de vista literario?"
Supongo que todos ustedes, que son personas sensibles, se sabrán de memoria el clásico de Michael Curtiz Casablanca, protagonizado por Humphrey Bogart e Ingrid Bergman pero, por si hay alguien que no lo haya visto, les describiré una de sus más célebres secuencias: el corrupto capitán Renault (Claude Rains) se encuentra en el casino y, empujado por las circunstancias, se ve obligado a reconocer que ahí la gente se juega las perras, cosa, al parecer, prohibida. Fingiendo indignación, clama: “!Qué escándalo, aquí se juega!”. A continuación, se materializa un propio del casino y le pasa su comisión de las ganancias del establecimiento.
Ante la concesión del premio Planeta a Juan del Val (Madrid, 1970) por su novela Vera. Una historia de amor, la reacción de muchos de mis conciudadanos, especialmente en las redes sociales, se ha parecido mucho a la del capitán Renault en el casino de Casablanca. De repente, o eso parece, mucha gente se ha dado cuenta de que el premio Planeta es un paripé a favor de un autor preseleccionado al que, en algunos casos, hasta se mete prisa para que termine su magna obra a tiempo para la cena de entrega del galardón. ¡Vaya descubrimiento! ¡Menuda epifanía!
Y uno se pregunta: ¿ha hecho falta que le caiga el chollo al pobre Juan del Val para que todo el mundo se indigne ante un premio amañado? ¿Pero qué ha hecho ese hombre para que todo el mundo lo odie y se lo tome a chufla? ¿Es que no ha habido antes otros premios Planeta lamentables desde el punto de vista literario? ¿Por qué ha esperado hasta ahora la sociedad en pleno para rasgarse las vestiduras y practicar el llanto y crujir de dientes?
Confieso que yo no sabía ni que el señor Del Val había publicado ya unas cuantas novelas, como Candela (2019, premio Primavera), Del paraíso (2021) o Bocabesada (2023), de las que solo puedo decir, como de la recientemente galardonada, que ese hombre titula con el culo. Yo sólo estaba al corriente de que estaba casado con la presentadora valenciana Nuria Roca y que ejercía de tertuliano en algunos programas que no suelo ver y que, al parecer, lo han convertido en lo que viene siendo un polemista.
Como no se trataba de la primera celebrity de estar por casa a la que le cae el Planeta, me pareció de lo más normal lo de su premio: todos sabemos que la millonada del galardón no hay forma de recuperarla con las ventas, por lo que los mandamases de la editorial siempre eligen a alguien conocido que atraiga a gente a las librerías; y, desde su punto de vista, hacen bien, ya que cuando lo ha ganado un escritor de verdad, las ventas nunca han sido las esperadas.
Supuse que todo el mundo se tomaría lo del premio como yo. Es decir, como una trapisonda comercial más del grupo Planeta. Pero resulta que ha generado una indignación monumental. Pero, vamos a ver, a estas alturas del curso, ¿todavía no sabemos con quien nos jugamos los cuartos?
Durante muchos años, todo el mundo estaba al corriente, más o menos, de cómo se cocinaba el premio literario mejor pagado de España, pero era como de mal tono decirlo o escribirlo. Cuando yo publicaba novelas en Planeta (hasta que me echaron por no vender lo suficiente), se me ocurrió decir en una entrevista que el premio era un timo, un concurso amañado y una engañifa para los pobres infelices que enviaban sus originales a la editorial cada año desde los puntos más diversos del planeta Tierra. Mi editor, Carles Revés (el hombre que me contrató y que me echó), se pilló un rebote del quince y me regañó telefónicamente, como si yo fuese un adolescente con mala baba que le acaba de contar a su hermano pequeño que los Reyes Magos son los padres.
Y esto sucedió en los años 90, si no recuerdo mal. Desde entonces, los premios con fundamento (pienso, recientemente, en Eduardo Mendoza o Javier Cercas) se han alternado con baratijas televisivas (no diré nombres) y nadie ha experimentado la santa indignación y la divina impaciencia que ha concitado el señor del Val. De verdad que escandalizarse hoy día por la concesión del premio Planeta a un famosillo es de traca. Como lo es tomarla con el ganador de un galardón amañado: ¿quién sería capaz de renunciar a la pasta gansa que despilfarra Planeta cada año? Yo, desde luego, no. Aunque desde que se deshicieron de mí en la editorial, no tengo la menor posibilidad de hacerme con ese dineral.
Así pues, amigos, asistamos impasibles cada año a los fastos del Planeta (no sé ahora, pero en mis tiempos de autor de la casa, la cena era un aburrimiento no, lo siguiente) y sigamos con lo nuestro, sea lo que sea. Todo menos acabar diciendo, como el capitán Renault, ¡qué escándalo, aquí se juega!