Que la realidad no te arruine los planes

Hay que ver lo que nos gusta manifestarnos. Ya estamos casi al nivel de nuestros vecinos, los franceses, que protestan por cualquier cosa y cuando el primer ministro les dice que hay que apretarse un poquito el cinturón, que el país no está para tanto foie y tanto saucisson, le montan un pifostio del carajo de la vela. Ayer, Barcelona, Cataluña y España entera vivieron una huelga general a favor de Palestina, cuando el conflicto en Gaza, de momento, se ha acabado. Como la iniciativa surgió en septiembre, apoyada por esos sindicatos que no mueven un dedo ante el precio de la vivienda, el incremento de la pobreza o el nuevo expolio que van a sufrir los desdichados autónomos, supongo que les daba no sé qué anularla. ¡Con las ganas que tenía la gente de calzarse la kufiya, enarbolar banderas palestinas y gritar lo de que desde el río hasta el mar! Ante eso, ¿qué importancia tenía que los palestinos dejaran de ser machacados a diario?

Ya sé que los acuerdos de paz no van a traer una paz definitiva. Difícilmente podría ocurrir algo así con una gente que lleva matándose mutuamente desde mediados del siglo XX. Ya sé que Donald Trump solo pensaba en su premio Nobel, y por eso envió a Qatar a su yerno favorito, Jared Kushner (judío, pero, sobre todo, pesetero), para que les dijera a las autoridades que, si le cerraban el grifo a Hamas, él haría lo propio con el animal de Netanyahu (y luego ya podrían todos pasar a lo importante: la reconstrucción y los negocios subsiguientes, en la mejor tradición Dick Cheney).

Pero la realidad, por mal que nos caigan Bibi y The Donald (que nos caen), es que la guerra en Gaza se ha acabado por el momento. Volverán a la carga porque está en su naturaleza, y la presunta paz es, en el mejor de los casos, una tregua o un alto el fuego, pero…¿No podrían esperar nuestros humanistas locales a que se volviera a liar la troca? Da la impresión de que esos presuntos activistas por la paz se sentían mejores personas cuando los palestinos caían como moscas. Que yo recuerde, a nadie se le ocurrió manifestarse contra Hitler después de que se volara la cabeza y Alemania perdiera la guerra.

Me sorprende la facilidad con la que se apuntaron a la huelga general de ayer sindicalistas, rectores de universidad y demás fuerzas vivas que no hacen nada práctico ante problemas más cercanos. Y ese go with the flow cada día es más típico de la sociedad barcelonesa, catalana y española. Se elige la Causa del Día, se olvidan las demás (a los ucranianos los siguen bombardeando) y se va a piñón fijo, aunque el horror que hace sangrar el corazón de nuestras buenas personas se haya interrumpido.

Una huelga general por el drama en Palestina es ya una iniciativa discutible cuando hay tantas cosas en España que hacen arder el pelo y de las que los sindicalistas pasan como de la mierda (¿han oído al vagazo de Pepe Álvarez diciendo que los autónomos nos forramos y que hay que apretarnos las tuercas, mientras él sigue despilfarrando en gambas y fulares?). Menos mal que los presuntos participantes en las manifestaciones catalanas están más en contacto con la realidad y saben que, de momento, no hace falta salir a la calle a hacer el palestino, como demuestra el pinchazo de la convocatoria en Cataluña, pese a la presencia en Barcelona de ese gran luchador por la libertad de los pueblos que es Willy Toledo (que debe tener mucho tiempo libre ahora que no lo llaman para rodar nada).

Para mí, lo más triste de todo es la actitud de los sindicatos, que hace años que dejaron de preocuparse por esa clase obrera a la que, en teoría, debían defender. CCOO y UGT solo se movilizan cuando gobierna la derecha. Si quien manda es la seudo izquierda que padecemos, no mueven un dedo ante los problemas del país. Cómplices del presunto progresismo, no sirven para nada, cuando deberían ser un poder independiente que plantara cara a cualquier gobierno que no hiciera las cosas bien. Hacen como que sufren por Palestina y al español medio, sobre todo si ha cometido la osadía de ser autónomo, que lo zurzan.