La insoportable levedad del líder
La insoportable levedad del líder
"Puede ganar pero quizá no gobernar. Tardó un año en afrontar una decisión importante y se ha puesto de rodillas ante Vox para no perder el Gobierno. No habla de candidato porque no sabe cómo acabará la negociación"
La insoportable levedad del ser trata de un hombre y sus dudas existenciales en torno a la vida en pareja, convertidas en conflictos sexuales y afectivos. Milan Kundera. La insoportable levedad del líder trata de un hombre y sus dudas existenciales en torno al liderazgo de una organización, convertidas en temores internos, falta de autoridad y inexistencia de valores. Alberto Núñez Feijóo. Carles Puigdemont.
Ambos líderes, del PP y de Junts, muestran su levedad en cada movimiento. Feijóo cuando se pone en modo ausente ante un problema de imagen y de gobierno en Valencia. No tiene agallas para echar a Mazón, para enseñarle el camino de salida. Sabe que su presencia al frente de la Generalitat da fuerzas a Vox y deteriora la imagen de un partido que aspira a ser alternativa. No estuvieron a la altura en Valencia y el líder Feijóo en lugar de actuar prefirió blanquear. Su levedad como líder, su poco peso quedó en evidencia.
Primero cuando dijo que Mazón le informó en tiempo real de lo que pasaba. Me gustaría saber que piensa Feijóo de qué es tiempo real, porque ni recibió información y menos en tiempo real porque Mazón estaba a lo suyo. Fue culpable de lo que pasó, simplemente por su ausencia. Una insultante ausencia que trató de maquillar con mentiras. Y Feijóo no supo actuar.
Aunque fue peor cuando dijo, en el aniversario de la catástrofe, que Mazón debía dar explicaciones. ¿Un año después? Patético y penoso. Demostró con evidencias que su madera de líder tiene carcoma. Que su debilidad es manifiesta. Que ahora Mazón dimita llega tarde y mal. ¿Alguien piensa en el PP? No parece. El día que se inicia el juicio al fiscal general, un caso que le da viento de cola y de cara al PSOE, abre una crisis aletargada durante un año y, lo peor, no la cierra.
Después de un fin de semana de infierno, el presidente valenciano comparece y tras escudarse en la gravedad de la tormenta, en el nulo -supuesto- apoyo del Gobierno central, en los fallos de información, también supuestos, y sacando pecho por su gestión de gobierno, incluida la reconstrucción para eludir su responsabilidad y su ausencia en los momentos clave, presenta su dimisión y apela a la mayoría parlamentaria para mantener el Gobierno en manos de la derecha. Y lo peor, seguir de diputado para seguir de aforado y sin pedir perdón a las víctimas.
La mala gestión de esta crisis deja tocado el liderazgo de Núñez Feijóo. Otra vez, porque Feijóo no sabe que llegar a la Moncloa debe pelearse, no cae como fruta madura. Ya lo vio en 2023 y al paso que vamos va a contemplar la segunda parte de su propia película. Puede ganar pero quizá no gobernar. Tardó un año en afrontar una decisión importante y se ha puesto de rodillas ante Vox para no perder el Gobierno. No habla de candidato porque no sabe cómo acabará la negociación. Levedad, siempre levedad.
Pedro Sánchez es un líder y lo demuestra. Dicen que tiene suerte, pero la suerte debe pillarte trabajando. Es un líder de raza, se esté o no de acuerdo con él. Mueve pieza y arriesga. Frente a la levedad de Feijóo, tiene peso. Frente a los contratiempos, audacia. Frente a los problemas, iniciativa. A lo más que llega Feijóo es a ser un tertuliano de la política española. Y no de los buenos.
Puigdemont no aprueba tampoco la asignatura de liderazgo. Lo ha dilapidado en ocho años. Se ha cobijado en un narcisismo victimista que ha provocado el hartazgo de los suyos. Su levedad se vio con luz y taquígrafos el día que rompió con el PSOE. Una vez más por cierto. Dejó, dicen las crónicas, la legislatura pendiente de un hilo. Pero, ese día pudo cortarlo y no lo hizo. Le faltaron agallas. Le faltó peso y le sobró levedad.
Puigdemont en Perpignan fue el niño repelente que juega a fútbol en el patio del colegio y como no gana, y la pelota es suya, se la lleva indignado. Fue un supuesto líder que se arrogó ser el más patriota, el más independentista y el que más hace por Cataluña. Dijo también que era el presidente legítimo -en su casa puede serlo- y que los socialistas eran malos, pero que muy malos, porque le arrebataron la alcaldía de Barcelona. ¿Sabe lo que pasó con la de Girona, señor Puigdemont?
Su levedad de liderazgo le llevó al pataleo, pero solo un nuevo pataleo. Si fuera un líder trataría de recuperar la iniciativa y plantear cuestiones arriesgadas como una moción de censura instrumental. No lo hizo porque antepuso el cálculo a la política e hizo una lectura antigua y gastada. Su gesto no disminuirá el “subidón” de Aliança Catalana y no servirá para doblegar a Sánchez. La levedad hizo que le temblarán las piernas. Solo postureo por qué ¿cambiará algo en la legislatura o ya lo hemos vivido?
Puigdemont y Feijóo están mostrando su levedad y han llegado a su máximo nivel de incompetencia, siendo los mejores aliados de Sánchez que renqueante sigue al frente del Gobierno. Con ruido no cae un ejecutivo, cae con audacia política. Y ninguno de los dos la tiene. Abascal y Orriols solo tienen que sentarse a esperar porque cada día que Feijóo y Puigdemont dudan aumentan sus votantes.
Sánchez no ganará las elecciones. La alianza PP y Vox gobernará pero en función de los números Feijóo puede no ser presidente de Gobierno. Y Puigdemont puede acabar en la indigencia política en España y Cataluña. Su egolatría acabará con él. Es lo que tiene padecer la insoportable levedad del líder.