El fundador de Mango, Isak Andic
¿Crónica de sucesos?
"Más que individuos sociales interesados en conocer lo que sucede para entender un poco más la vida, nos hemos ido convirtiendo en personas entretenidas, necesitadas de fuertes impactos visuales y emocionales"
Más que información, lo que realmente nos gusta es consumir sucesos. Y a ser posible que contengan buenas dosis de especulación y misterio. Lo demuestra la primacía que estas noticias tienen en todo el ecosistema comunicativo.
Los informativos televisivos, siempre que pueden, abren con hechos espectaculares, a ser posible inesperados y morbosos, que capten nuestra atención, ya que las informaciones políticas, culturales o económicas parecen no hacerlo.
En la prensa digital, los hechos luctuosos, la crónica negra, tienen un gran éxito. Predominan. El fenómeno del clickbait está lleno de propuestas de este tipo en las que, tarde o temprano, uno acaba entrando por malsana curiosidad.
En los medios digitales deportivos, entre informaciones futbolísticas poco rigurosas y más bien irrelevantes, las posibilidades de distraerse con titulares engañosos sobre temas del corazón ofrecen toda clase de tentaciones para dejarse llevar por la morbosidad.
Quizás sea la “anticuada” prensa escrita donde aún los temas de sucesos, aunque presentes, siguen ocupando una posición secundaria en relación con asuntos más relevantes.
Históricamente, ha existido un periodismo de sucesos vinculado a especialistas en temas sociales que ha tenido bastante interés informativo.
Las crónicas judiciales, que pueden reflejar los aspectos oscuros de la realidad para utilizarlos como síntomas de problemas sociales más amplios, han tenido y pueden seguir teniendo mucho sentido.
No quedarse en los aspectos formales, no resaltar lo más escandaloso o trágico, sino crear un contexto que dé sentido a la explicación de los hechos y los convierta en información.
Pero, en relación con los sucesos, no es ese el periodismo que predomina. De hecho, en lo referente a lo morboso, ya no se practica el periodismo, sino meramente el entretenimiento.
Más que individuos sociales interesados en conocer lo que sucede para entender un poco más la vida, nos hemos ido convirtiendo en personas entretenidas, necesitadas de fuertes impactos visuales y emocionales.
Somos consumidores de experiencias, cuanto más extremas mejor, y nuestro umbral de estímulo no deja de aumentar.
Atentados, explosiones, imágenes de violencia irracional, inundaciones, incendios, bombardeos, asesinatos, hechos delictivos... captan inmediatamente nuestra atención, ya sea para disfrutar de ellos abiertamente o para escandalizarnos falsamente.
Nos hemos vuelto adictos a lo sorprendente, lo grandioso y, si es posible, lo escabroso. El renovado gusto por las series y documentales sobre estas temáticas es bastante elocuente. Ahora incluso se les quiere dar un barniz de modernidad.
Pero el éxito con que se sigue Crims en TV3 no deja de ser la morbosidad actualizada de lo que significaba, durante el franquismo, la lectura de la muy rancia revista El Caso.
Hay quien opinará que conocer episodios de maldad nos ayuda a reforzar nuestro posicionamiento del lado del bien. No creo, sin embargo, que la afición por conocer todos los detalles de lo criminal o luctuoso tenga ningún sentido moral.
Es un entretenimiento para afrontar una vida que puede parecernos demasiado convencional y aburrida.
Este último mes ha reaparecido en los medios el tema de las diligencias por el accidente del empresario Isak Andic, propietario del grupo textil Mango. Cuando este sucedió, ya se especuló con ello, pero la policía pareció darle carpetazo.
Los últimos desarrollos han despertado una considerable atención mediática, justificada por la relevancia y trayectoria del difunto en el ámbito empresarial. Es un tema que, más allá de los investigadores policiales y de la resolución judicial, poco hay que decir y opinar.
A menudo, nos comportamos todos de manera insensible a los sufrimientos que estos temas generan en las personas y familias afectadas. Sería recomendable mucha más prudencia. ¿Qué sentido tiene especular sobre ello? ¿Qué nos aporta?
El periodismo y los medios no nacieron para conjeturar, sino para informar de manera fehaciente. Ciertamente, la resolución del caso puede tener mucha importancia familiar y empresarial, pero cada cosa en su momento.
Ahora bien, resultaría poco honesto culpar de esta frivolización y falta de tacto con el dolor solo a los medios. Sin consumo, sin demanda que satisfacer, no habría oferta.