Medallas y rosas

Mucha gente creíamos que lo sabíamos todo de Rosa Peral hasta que, esta semana, debemos agradecer al concejal de seguridad ciudadana del Ayuntamiento de Barcelona que nos haya sacado del error.

Después de ocho años de innumerables artículos (la mayoría con información cuyo cualquier parecido con la realidad es casualidad), horas infinitas de televisión, y hasta una serie de Netflix de las más vistas de la historia de la plataforma, resulta que prácticamente nadie sabía que Rosa Peral había recibido la medalla al mérito de la Guardia Urbana de Barcelona por una actuación destacada en unos incidentes en unas fiestas del barrio de Gràcia en 2013. Ni siquiera yo sabía que tenía una medalla.

Sin embargo, cinco años después de que su condena por asesinato fuera firme, parece que al Ayuntamiento de Barcelona de repente le ha entrado la prisa, no ya por retirarle la medalla -cosa que no creo que le cause gran preocupación a nadie, ni siquiera a la propia afectada-, sino por comunicarlo públicamente a bombo y platillo por boca del propio Albert Batlle, concejal responsable de la seguridad de la Ciudad Condal.

Como todos los procedimientos administrativos, la retirada de una medalla se comunica por escrito e individualmente al propio interesado, sin que sea necesario que se entere nadie más. De hecho, si ustedes quieren saber cuántas medallas concedidas han sido retiradas tanto por la Guardia Urbana como por los Mossos d’Esquadra en los últimos cinco años, se encontrarán que esa información no está disponible porque son datos reservados de cada cuerpo.

Sin embargo, en el caso de Rosa Peral, ya se sabe que todo vale, porque el escarnio público de esta mujer desde el minuto cero por parte de los medios de comunicación ha sido sangrante. Invenciones de todo lo que se les ocurra, a saber: novios, agresiones, traslados, ¡hasta embarazos! Todo vale con tal de seguir abonando la imagen de “viuda negra” que tanto dinero ha hecho ganar a los medios, ya no solo a costa de la condenada, sino también del asesinado. Pueden preguntarse qué saben ahora de Albert López, o de José Bretón, o del Chicle, más allá de sus procesos judiciales, o de los 50 feminicidas que han asesinado a sus parejas este 2025. Por poner algo.

Lo que sí es una novedad es el intento de utilización política del caso Peral. Esto ya es otro nivel que, reconozco, no vimos venir. La criminalidad en la ciudad de Barcelona está en niveles de récord. Los delitos violentos, en especial los delitos sexuales, tienen un aumento de un 66% de denuncias, lo cual quiere decir que hay muchos más. Y al menos ocho organizaciones criminales internacionales están instaladas en la ciudad, según los propios Mossos d’Esquadra. Así, como ejemplo.

Me sorprende que un señor tan comedido como el señor Batlle, con tanta experiencia en política como él, que lleva en cargos públicos desde los primeros cinco minutos de la democracia, en diferentes partidos, y que tiene ante sí unas nuevas Fiestas de la Mercè -donde los disturbios, las agresiones, los robos y las batallas campales ya son tan habituales como la polémica anual del cartel-, se entretenga en sumarse al circo mediático más misógino de la crónica negra de la última década, que es el caso de la Guardia Urbana.

Debería saber el señor concejal que los delitos a los que su gestión no sabe poner freno son los que dan mala imagen a la ciudad de Barcelona, y no el caso de un asesinato de hace más de ocho años, que ni siquiera pasó en la ciudad, y sobre el que fuera de nuestra pequeña aldea nadie sabe quién es quién.

Mal, señor Batlle, cutre y mal.