El tránsito del discurso anticoche, que marcó la alcaldía de Ada Colau, a la simbólica elección de la Casa Seat como escenario del foro “Barcelona. Desperta!” de Crónica Global, no es solo una casualidad. En el marco del debate sobre la vivienda y la movilidad, este contraste no es mera anécdota, sino un reflejo de cómo Barcelona navega entre sus ideales progresistas y las demandas de una metrópoli moderna, diversa y funcional.
Hace no tanto tiempo, el discurso anticoche dominaba la narrativa urbana. Con Colau al frente, Barcelona abrazó la cruzada por reducir el uso del automóvil: supermanzanas, carriles bici, ampliación de zonas peatonales y restricciones al tráfico en el Eixample marcaron una agenda bienintencionada, pero adanista. La consigna era clara: menos coches, más vida. Los datos respaldaban la urgencia: en 2019, el 60% de los desplazamientos en vehículo privado saturaban en muchos momentos una ciudad donde la contaminación atmosférica contribuía a miles de muertes prematuras al año.
Iniciativas como la Zona de Bajas Emisiones (ZBE) de 2020, que restringió los vehículos más contaminantes, o la peatonalización de calles como Consell de Cent, fueron celebradas por unos y cuestionadas por otros. Los comerciantes temían pérdidas, los conductores se sentían asediados, y el debate se polarizó entre los defensores de la radicalidad ecologista y quienes veían en esas medidas no solo un ataque a la libertad individual, sino externalidades negativas para la movilidad metropolitana y una aceleración del proceso de gentrificación y turistificación de la ciudad.
Sin embargo, el tiempo y la gestión de Jaume Collboni han traído matices a esa narrativa. La elección de la Casa Seat –sede de una marca automovilística icónica, que simboliza innovación tecnológica y empleo local – como escenario para “Barcelona. Desperta!” no es casualidad, sino que refleja un momento de apertura. Seat, con su planta en Martorell y su apuesta por la electrificación, representa no solo la industria catalana, sino también una visión de movilidad sostenible que trasciende el maniqueísmo del “coche sí, coche no”.
Collboni, en su intervención de ayer, en el que expuso datos convincentes sobre las mejoras en la ciudad en sus dos años de mandato, así como diversas inversiones estratégicas de largo recorrido, supo recoger ese espíritu. Sin renunciar a los avances verdes, ha enfatizado una Gran Barcelona que integra la movilidad metropolitana con pragmatismo.
Su histórica defensa de una AMB con mayores competencias, respaldada por los actores económicos más influentes, apunta a un modelo donde el coche, progresivamente electrificado, convive con el transporte público, las bicicletas y los espacios peatonales. “No se trata de prohibir, sino de gestionar mejor”, ha dicho en repetidas ocasiones, proyectando una ciudad que no demoniza el automóvil, sino que lo reubica en un ecosistema equilibrado.
Este giro no implica un abandono de los ideales ecologistas, sino una maduración. La prohibición de los pisos turísticos comparte esta misma lógica: medidas audaces pero razonadas, que priorizan el bienestar colectivo sin ignorar las realidades económicas y la tozuda realidad (por eso es de cajón que debe revisarse la obligación de destinar el 30% a vivienda protegida).
En el debate sobre la vivienda, la movilidad es un pilar inseparable. La especulación inmobiliaria y la saturación urbana se retroalimentan, y una ciudad que expulsa a sus residentes por falta de vivienda asequible o infraestructuras saturadas pierde su alma. Collboni lo sabe, y envía un mensaje: Barcelona puede ser verde sin ser dogmática, industrial sin ser contaminante, global sin dejar de ser vecinal y defender los valores de la democracia liberal.
El paso del discurso anticoche a poner en valor lo que representa la Casa Seat no es una contradicción, sino una síntesis. Barcelona evoluciona hacia una movilidad diversa, donde el coche no es el enemigo, sino un actor más en una ciudad que apuesta por la convivencia.
La intervención de Collboni, al que le siguió más tarde un debate constructivo sobre vivienda y seguridad entre alcaldes de la Región Metropolitana de colores políticos diferentes (Badalona, Sant Adrià del Besòs, Castelldefels y Sabadell), ha sido un recordatorio de que el futuro se construye con diálogo, no con trincheras. Que la Casa Seat, emblema de una industria que se reinventa, sea el escenario del III fórum del grupo Crónica Global, es una metáfora poderosa de una Barcelona que despierta, no contra nadie, sino a favor de todos.