Los datos viajan por las redes a la velocidad de la luz y se almacenan en los data centers. Estos últimos remiten su fama a su etimología. Han arrebatado el protagonismo a las refinerías de crudo; no trajinan materias primas viscosas; trabajan con el recuerdo olvidable, almacenan la memoria de la especie; son la infraestructura que soporta el combustible del siglo. Su memoria pertenece al algoritmo. Conecta nuestro presente con el anhelo de la ciudad talentosa, con escasa vivienda y colapso metropolitano, que hoy se dirime en el foro BCN Desperta! organizado por Grupos de Medios Global.
La IA no escribe novelas, no es el autor omnisciente; vive de los centros de datos que piden paso como gigantes discretos; edificios sin apenas ventanas, fábricas sin humo, que sostienen las nubes artificiales de nuestro día a día; cada correo electrónico, cada compra, cada transacción o cada consulta médica, y también las fotos de los bautizos, los ahorros y las guerras.
Todo se refleja en los servidores. La información es su materia prima, la mercadería básica de un modelo expansivo y convertido en el motor de la historia. Los data son el caballo ganador que no desvela fácilmente su misterio; sitúan su fetiche en un espacio ilimitado capaz de vivir todas las vidas, una forma de existencia sublimada en tiempo real. Su cadena de valor resulta exponencial, como ha demostrado Larry Ellison, el fundador de Oracle, uno de los grandes titanes digitales junto a Microsoft, Google y Amazon.
El Govern de la Generalitat lanzó una iniciativa para atraer centros de almacenamiento de datos, facilitando trámites y reduciendo obstáculos administrativos. Es la hora de Barcelona. La ciudad deberá decidir ahora, de una vez por todas, si quiere ser el puerto digital del Mediterráneo, un sector puntero con una tasa de retorno estimado de 7 € por cada € invertido.
Europa reclama soberanía digital y Barcelona puede llevarse parte del pastel si acepta levantar fortalezas digitales allí donde hay solares vacíos, y si es capaz de contener las altas tarifas de la corriente eléctrica que enfría este tipo de instalaciones.
Los ordenadores lo hacen todo, pero no inventan nada. Revisitan al pintor Marcel Duchamp, padre de las vanguardias, cuando se vanagloriaba de no haber hecho nada más que “transportar sin crear”. Pero digámoslo alto y claro: los data son, a día de hoy, la obra duradera; aúnan el museo y la biblioteca, piden paso entre las sombras del anonimato. Estamos atravesando el horizonte de la quinta o la sexta ola; solo nos falta monetizarla ¿Enmascaramos el sueño de sus creadores o los situamos en el pedestal de la Revolución?
El juego de equilibrios coloca a los data en el tablero entre EEUU, China y la UE, y señala a Barcelona como una de las ciudades del Sur mejor conectadas, gracias a los conductos submarinos vertebrados con el silicio norteamericano a través de África y el Atlántico Norte. La cartografía no lo es todo, pero en geopolítica lo es “casi todo”, como diría Robert Kaplan