Está siendo un verano para cagarse. Cada dos por tres tropezamos con la noticia de una nueva piscina pública que ha tenido que ser cerrada porque se han encontrado en el agua excrementos flotantes, en lo que parece ser una nueva moda juvenil, que ya son modas. En tiempos, la moda juvenil era enamorarse de los maniquís o de ti, así lo aseguraba Radio Futura, hoy es ir de cuerpo en una piscina pública, como un hipopótamo en el Nilo. Ya se ve que la sociedad sigue avanzando.

Por si eso no fuese suficiente porquería, al futbolista Calderón no le ficha el Nàstic porque hace un tiempo se cagó “en los muertos de todos los catalanes”, que ya son ganas de cagarse. Una mierda de verano, en suma.

Hay futbolistas que, eufóricos ante la victoria, les da por bailar, por marcarse unos pases de pecho con la bandera, por alquilar señoritas para solaz propio y de amigos, o por tirarse al césped como si fuera una piscina. Son jóvenes y observamos esos gestos con cierta comprensión, incluso con simpatía. Quién pudiera.

Se ha dado también el caso de jugadores que, como parte de la celebración, le han dado un pico al presidente de la federación para después denunciarle por acoso, de momento eso sucede solamente en el fútbol femenino, pero tiempo al tiempo. El jugador del Córdoba José Calderón fue un paso más allá y quiso dedicar el ascenso de su equipo a los catalanes, si bien de una manera harto peculiar: cagándose en los muertos de todos ellos.

Uno ignora qué le han hecho a Calderón los muertos de los catalanes, de hecho, los muertos —no solo los catalanes, sino todos en general— suelen ser gente bastante pacífica, no se meten con nadie y a nadie molestan, mucho menos a un futbolista del Córdoba, si en el más allá no siguen la liga de primera división, no van a seguir la promoción de ascenso a segunda.

El discurso de Calderón defecando sobre los ancestros de todos los catalanes sin excepción, ha salido de nuevo a la luz porque estaba a punto de fichar por el Nástic de Tarragona, sobre los muertos de cuyos socios, aficionados y jugadores llevó a cabo sus necesidades, por catalanes.

La cosa no ha gustado mucho, ni siquiera teniendo en cuenta que se trató de una defecación metafórica, y el fichaje ha sido finalmente cancelado. Uno debe medir bien donde lleva a cabo sus necesidades, porque, aunque el refranero solamente recuerda a quien escupe al cielo que le va a caer en la cara, no es menos cierto que a quien se caga sobre los demás, le acaba salpicando la mierda.

La explicación de José Calderón, el clavo ardiendo al que se agarró, en vano, para intentar salvar su fichaje por un equipo catalán, fue que en Andalucía, de donde semejante lumbrera es originario, lo de cagarse en los muertos de los demás es una costumbre simpática.

O sea y como si dijésemos, una manera de romper el hielo cuando conoces a alguien, vamos, que uno va a pedir la mano de su novia y, al serle presentado el suegro, se caga en sus muertos. O uno se persona en la firma de un negocio, y lo primero que hace es cagarse en los muertos del comprador e incluso del notario. Sí, por ahí anda.

Mejor no nombrar nunca a un andaluz como ministro de Exteriores, o saldremos a conflicto semanal con potencias extranjeras. Con esa explicación de sus palabras y de sus heces, lo único que consiguió Calderón fue denigrar a sus paisanos andaluces después de haber denigrado a todos los catalanes, tratándolos de imbéciles que no tienen la menor educación.

El pobre chico no tiene ni el menor ingenio a pesar de llamarse Calderón, si el autor de La vida es sueño y El alcalde de Zalamea pudiese, le arrancaría el apellido a gorrazos, por vergüenza de compartirlo, mientras le aconsejaba: "O calla, o algo di que mejor que callar sea".