Hay pocas cosas que tengan que ser tan rigurosas y tan exigentes como la formación del personal sanitario, especialmente médicos y cirujanos, cuya función esencial es básicamente salvarnos la vida, o cuanto menos, que esta sea lo más larga y plácida posible. No es casual que la media de tiempo que se tarda en formar a los médicos y médicas, entre carrera, MIR y residencia sea de 11 años en nuestro país.
La ecuación es lógica: queremos los mejores médicos para tener la mejor sanidad, pero todo ese esfuerzo se queda en entredicho si al frente de las políticas de sanidad se nombra a una señora que es capaz de sostener, por ejemplo, que el sexo de las personas se elige y se puede cambiar, o que es muy sano medicar y amputar a los menores sanos desde los 10 o 12 años, por supuesto, sin consentimiento de los padres, porque esos niños han decidido que tienen un “cuerpo equivocado”.
Todo este despropósito, que parece de chiste malo, se torna muy serio cuando lo que está en juego es la salud pública de todas y todos.
Como sabrán, a Mónica García le han dimitido en bloque todos los integrantes del comité de expertos que elabora el examen MIR, que es el que da luz verde a la práctica de la medicina de los estudiantes en su residencia. Las razones que la señora García ha decido que no hace falta tanta gente para hacerse examencillo de nada y mucho menos pagar a quien lo hace.
Hasta ahora, cada uno de los cinco miembros del comité que elaboraba el examen estaba asesorado por quince médicos de diferentes especialidades. Entre todos se proponen 400 preguntas, con sus correspondientes respuestas y correcciones. Un trabajo bastante arduo y minucioso por el que el ministerio de sanidad venía pagando la generosa cantidad de quince eurazos por pregunta, veinticinco si tenían imagen.
La propuesta de la médica, madre y ministra que ha hecho que los expertos y expertas la dejaran más plantada que a geranio es que ha decidido que quince expertos son muchos para asesorar a los miembros del comité, que se pueden apañar perfectamente con cinco, y que eso de pagar 15 euros por pregunta es un despilfarro y que van que se matan con 9 eurillos.
Esto último es especialmente feo puesto que, todos podemos entender fácilmente que los médicos y cirujanos expertos que dedican su tiempo a la docencia no van a dejar de hacerlo por unos miserables seis euros de diferencia, pero resulta realmente humillante.
No olvidar este detallito cuando vengan con la matraca de que el expolio fiscal en el que vivimos es porque todo va a sanidad y bla, bla, bla.Lo esencial es que, si te quitas de en medio a cincuenta médicos de golpe la exigencia del examen y la calidad del resultado baja seguro y por eso es por lo que los médicos se han ido.
Es aquello tan repetido de cuatro ojos ven mejor que dos. Pues no para nuestra ministra de Sanidad. Para acabar de rematar el desatino, en enero de este año se creó un nuevo comité político (para eso sí, que no falte de nada), para que validen el examen hecho por los expertos el mismo día de la prueba, con potestad que anular aquellas preguntas que no le parezcan “correctas”.
El criterio sobre la corrección o no de unas preguntas médicas no lo han explicado nunca, pero me pregunto si con esta ministra, sus ideas y su criterio sería capaz de considerar incorrecta una pregunta que dijera que la obesidad mórbida es un serio riesgo para la salud o que no es sano hacer una mastectomía doble a adolescentes sanas con disforia. Me temo que es probable que tales preguntas acabaran siendo eliminadas al ser consideradas inapropiadas por esta nueva Stasi sanitaria de ministra, médica y madre. Es peligroso.