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Pensamiento

Estudiar y trabajar

Núria González
Publicada 1 agosto 2025 00:00h
Actualizada 1 agosto 2025 11:17h

Estudiar y trabajar a la vez es algo que existió, que existe y que existirá por mucho que ahora nos quieran hacer creer que eso es poco menos que una leyenda urbana. Y es normal que quieran erradicar esa imagen del esfuerzo porque es completamente antagónica a la cultura de la limosna pública y el “no tendrás nada y serás feliz” que hace una década aproximadamente que se viene queriendo implantar.

Estudiar y trabajar y no sólo me refiero a la gente joven, es un esfuerzo titánico que han tenido que hacer siempre miles de personas que veníamos de barrios obreros y en los que nuestros padres se esforzaron por vernos llegar a la universidad con la meta de que viviéramos mejor que ellos, que tuviéramos trabajos menos duros, o que te llamaran “señorita” en la oficina, por muy criticable que pueda parecer ahora.

Estudiar y trabajar da como resultado una clase de persona muy especial que sabe exactamente lo que vale un peine, y un café, y una entrada de cine, y un coche, y un viaje que no podías hacer porque en verano había que trabajar para tener dinero en invierno. Ahora las vacaciones de verano las subvenciona el gobierno hasta los 35 años. Como ven, es incompatible con lo que les cuento.

Estudiar y trabajar y acabar tu carrera, o un módulo, o un cursillo o máster o atreverte con un doctorado cuando ya tienes muchas facturas que pagar mensualmente y muchos impuestos que abonar, imprime carácter a los ciudadanos y ciudadanas que lo hacen, carácter y criterio del quien sabe que no es de esa parte de la sociedad a la que le van a ir facilitando las cosas y regalando títulos. Carácter y criterio, otra cosa que no casa con los gobiernos de los feos, no físicos, sino de la fea gestión que sólo genera pobreza y dependencia. De lo feo que ahora se junta con lo analfabeto
funcional.

Estudiar y trabajar y tener una familia ya es del todo una odisea. Y si encima eres una mujer y estás criando a tus hijas e hijos o te toca hacerte cargo de un familiar dependiente ya es prácticamente un oxímoron. Para ellas hay cero ayudas. Pero si decides ser otra dependiente institucional, dejar de trabajar y estudiar e imbuirte en lo que ahora llamara “economía de los cuidados”, entonces sí te darán tu paguita pública, siempre que prometas que nunca nunca nunca más vas a querer aspirar a nada.

Estudiar y trabajar hemos sabido muchos y muchas siempre que era el único botón real que estaba a nuestro alcance para activar el ascensor social, ese por el que lucharon muchas generaciones desde la revolución industrial, ese que era el corazón de la socialdemocracia (hoy extinta), y el mismo que los feos gobiernos se han empeñado de destrozar.

Estudiar y trabajar no es un mito, es una manera de vivir de muchas personas que ahora ven como quienes les gobiernan o quienes pretenden hacer lo jamás han hecho ni una cosa ni la otra.

Y no es titulitis, es decencia. Pero ese es otro concepto fuera de la lógica política actual, como el de estudiar y trabajar.

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