La propuesta presentada por el operador aeroportuario, Aena, y la Generalitat de Cataluña para evolucionar el actual aeropuerto de Barcelona es una excelente noticia, probablemente la mejor hasta la fecha de esta legislatura autonómica.

Para entender que los aeropuertos son señal de prosperidad no hay más pisar alguno de los aeropuertos de Oriente Medio (Qatar, Dubai…) o Asia (Singapur). Países muy pequeños que se ponen en el mapa gracias a convertirse en un hub aeroportuario y, desde luego les sale rentable la apuesta.

Barcelona, afortunadamente, ya está en el mapa, pero no puede seguir más tiempo dormitando. Esta noticia, y alguna otra, son evidencia de que, ojalá, ya hemos tocado fondo y estamos comenzando tímidamente a remontar.

Barcelona ha tenido siempre una relación extraña con el aeropuerto. Todos lo quieren, pero a la hora de la verdad, todo son trabas, siendo el impacto ecológico y el ruido las principales bazas para quienes el no, y el decrecimiento, es su bandera. Con esta necesaria ampliación nos hemos enterado de que había unos parajes idílicos que nadie conocía. Si se quiere, todo tiene solución. No podemos olvidar que el cauce del río lleva casi un siglo desviado y hasta un campo de golf se trasladó desde El Prat a Terrasa en la anterior ampliación. Se puede respetar la naturaleza y crecer, solo hay que querer hacer las cosas bien.

La ecología es una gran excusa para el inmovilismo. Toda actividad humana deja huella en el territorio y por más que nos pese, el puerto, la zona franca y el aeropuerto están donde están. No se trata de destruir, se trata de reducir el impacto, como hace la propuesta actual. Además, tenemos la fortuna de tener el aeropuerto tocando al mar, por lo que el impacto sonoro, como ya ocurre a día de hoy, es gestionable.

Como vivimos en un mundo donde lo que vende es la protesta, ahora toca tiempo de ruido y de acallar a los socios, en geometría variable, del Govern. Vienen días donde el traspaso de competencias, los patos, las charcas y el ruido estarán en el centro, dejando de lado lo importante, el garantizar la sostenibilidad económica que garantice el bienestar de los ciudadanos de Cataluña en su conjunto. Sin ingresos, es imposible mantener nuestro Estado del bienestar. Si decrecemos, decreceremos también en salud, enseñanza, subsidios… El Govern ha hecho muy bien en dar un paso al frente y el que quiera, que se suba al tren, y el que no, que explique por qué cuanto peor, mejor.

Barcelona está en el mapa, no hay duda, pero hay que facilitar que la gente siga viniendo, y también que la gente de aquí salga fuera, por turismo, sí, pero también por negocio. Sería maravilloso que Iberia considerase Barcelona como su hub para Asia, y Madrid para Latinoamérica.

El crecimiento natural de Barcelona tiene que ser hacia el Este, lugar donde la economía, y la población, no para de crecer. Por otro lado, ya es un hecho que tenemos muchas frecuencias con Estados Unidos gracias a que Barcelona es puerto de salida de la mayoría de los cruceros en el Mediterráneo, aprovechémoslo.

Tenemos que seguir potenciando el turismo de negocios y congresos, un maná económico que sólo se sustenta con frecuencias a medio mundo. El Mobile y el ISE cada vez son más asiáticos, necesitamos ponérselo fácil a quienes nos visitan. Y, finalmente, podemos atraer a viajeros que hoy sí o sí van a Madrid. Valencia y, sobre todo, Aragón, por facilidad de comunicación, deberían volar desde Barcelona, si hubiese frecuencias, claro, por no decir del sur de Francia. Barcelona es algo más que la capital del Barcelonés, y hemos de aspirar a ser el segundo hub aeroportuario de la Península Ibérica, complementando Madrid, gracias a que Aena es el gestor de todos los aeropuertos españoles.

Es genial que Vueling y Level tengan base en Barcelona, pero hemos de aspirar también a que Iberia vuele desde Barcelona, lo mismo que hemos de encontrar más complicidades como el vuelo a México de Emirates o el de Sao Paulo de Singapore Airlines, unas escalas técnicas que, en realidad, son frecuencias que nos vienen muy bien. La imaginación al poder, no solo podemos vivir del low cost.

Esta ampliación tiene que venir, también, de la mano de un mayor uso de la capacidad actual. Nuestro aeropuerto está a rebosar a las 7 de la mañana, pero bastante vacío muchas otras horas del día, en parte por la naturaleza de las frecuencias y la dependencia de pocas líneas aéreas.

Además, la T2 bien merece una mejora integral y no solo un plan que cubra parcialmente su deterioro. Desconozco si 3.200 millones son muchos o pocos para lo que se tiene que hacer, pero es una maravilla que esta inversión se comprometa. No podemos olvidar que la primera imagen que tiene un turista de un país es su aeropuerto, y también la última. Ya que podemos pagarnos un aeropuerto lujoso, al estilo de los que ahora se construyen en Oriente, al menos hemos de lograr un aeropuerto funcional y agradable, como antes lo era la T2 -hoy ya no lo es- y en cierta medida lo es hoy la T1.