'The Incredible String Band', en una actuación en el German Beat Club Tv Show en 1970 / YOUTUBE

'The Incredible String Band', en una actuación en el German Beat Club Tv Show en 1970 / YOUTUBE

Música

The Incredible String Band

Fue un grupo escocés de folk psicodélico, 'Incredible String Band', el que abrió un mundo nuevo a unos pocos jóvenes en los setenta que todavía lo venera

22 febrero, 2021 00:00

Uno de los primeros conciertos que organizó en Barcelona Gay Mercader fue el de la Incredible String Band en 1972, coincidiendo con la aparición de uno de sus últimos discos, Liquid acrobat as regards the air. En aquellos tiempos, las giras internacionales no pasaban por España y ese concierto fue una grata sorpresa para los cuatro gatos que conocían al fantástico grupo escocés de folk psicodélico. De hecho, yo diría que solo los conocía Mario Pacheco --posteriormente, creador del influyente sello discográfico Nuevos Medios--, quien se había cruzado con su productor, el gran Joe Boyd, en la azotea de una casa en Marrakech y había corrido a darles la buena nueva a sus amigos Jaume Sisa y Pau Riba, que se convirtieron ipso facto en fans de la banda de Robin Williamson (1943) y Mike Heron (1942).

A mí me los había descubierto mi compinche de los Escolapios Toni Olivé, quien luego sería el bajista del grupo Melodrama, que acompañó durante una época a Sisa y tuvo una producción propia que nunca fue entendida ni apreciada por el respetable público. Toni me dejó Liquid acrobats as regards the air, yo flipé con aquel folk extraño, exótico, abierto a toda clase de influencias musicales, culturales y hasta religiosas, con un sonido acústico capaz de resultar majestuoso, y me convertí en otro de los cuatro gatos que en España se enamoraron de tan increíble banda de cuerdas. Lo sigo siendo. Cada año espero que se les reivindique --como sucedió con Nick Drake, producido también por Joe Boyd-- y cada año me quedo con las ganas: los devotos del grupo somos una especie de secta cada día más reducida, pero, eso sí, de una fidelidad perruna. En Gran Bretaña, lógicamente, son considerados un tesoro nacional.

Un bailarín reciclado en cantante

The Incredible String Band nació como un trio del que enseguida se descolgó el tercero en discordia, Clive Palmer, principal responsable de que el primer disco del grupo contuviera un folk asaz convencional. Desaparecido Palmer, Williamson y Heron dieron con The 5000 spirits or the layers of the onion el primer paso de su carrera en el folk excéntrico trufado de instrumentos indios, marroquís o de otros lugares de los que uno nunca había oído hablar. En 1968 grabaron tres álbumes magníficos: The hangman´s beautiful daughter (hace falta valor para titular un disco como La hermosa hija del verdugo), Wee Tam y The big huge, que los consagraron como los más avanzados practicantes de una deliciosa mixtura de folk y psicodelia. Más adelante, se sumaron sus respectivas novias, Licorice McKechnie y Rose Simpson, que tuvieron evoluciones muy opuestas: Licorice se perdió de vista en el desierto de Arizona en 1987 y nunca se ha vuelto a saber nada de ella; Rose Simpson llegó a alcaldesa de un pequeño pueblo de Gales y acabó publicando una autobiografía de su época con la banda.

Tras Liquid acrobat as regards the air llegó el formidable Earsthspan (ya incorporado a la formación Malcolom LeMaistre, un bailarín reciclado en cantante que aportó pocas pero excelentes canciones al grupo). Dos discos más (No ruinous feud y Hard rope and silken twine) y adiós muy buenas: en 1974, la increíble banda de cuerdas se disolvió, LeMaistre se exilió a la campiña y Williamson y Heron siguieron a lo suyo, cada uno por su lado, fabricando discos dignos que nunca alcanzaron el interés y el empaque de los de su experiencia en común.

Influencia en Sisa y Riba

Actualmente, en España, The Incredible String Band sigue siendo uno de los secretos mejor guardados de la música pop. Cuando te cruzas con alguien que la quiere tanto como tú, se crea de inmediato un tierno y peculiar vínculo. Durante una breve temporada de reunificación, Robin y Mike cayeron por Barcelona, pero no los fui a ver. Debería haberlo hecho en 1972, pero las entradas del Palau eran caras, mi semanada escasa y solo había escuchado el disco que me había prestado el amigo Toni. Sigo atento a la esporádica aparición de grabaciones no editadas hasta el momento y leo los artículos que, de una manera cíclica, les dedican mensuales británicos para rockeros de la tercera edad como Mojo y Uncut. Me acompañaron durante toda mi juventud y siguen haciéndolo en la actualidad. Los descubrí en su última etapa y eso me llevó a repescar sus anteriores obras como buenamente podía, pillando sus discos en Londres o París y tratando, sin mucho éxito, de convencer a mis amigos de lo buenos que eran.

A su rebufo surgió en su momento todo el folk psicodélico británico de grupos mayormente olvidados --pienso, sobre todo, en Trader Horne--, aunque en el fondo nunca hicieron escuela. Puedes distinguir su influencia en algunas de las primeras canciones de Sisa y Riba --especialmente en el fugaz y fascinante grupo del primero, Música Dispersa-- y poco más. Williamson y Heron se acercan a los ochenta años y uno se va preparando para leer los sentidos obituarios que les dedicará la prensa anglosajona. Aquí no creo que haya muchas esquelas: no es fácil recordar lo que nunca se ha tenido presente.