Música
Jesús Ordovás: "El espíritu de cambio de la Movida fue similar al del 15-M"
De joven quería ser un 'beat', pero el destino le llevó a convertirse en uno de los periodistas musicales más prestigiosos de España. Ordovás rememora los ochenta
15 julio, 2019 00:00De joven quería ser beat y cantar como Bob Dylan, pero le aguardaba otro destino. Jesús Ordovás (Ferrol, 1947), leyenda del periodismo musical en España, acabó decantándose por el reporterismo y las ondas, lo que le llevó a descubrir –y a dar a conocer– los grandes grupos nacidos durante la Transición y a principios de los años ochenta. Conoció el nacimiento de la industria discográfica en España y la ebullición artística que acompañó a la Movida. Y decidió plasmar sobre el papel, a lo largo de más de una decena de libros publicados, sus vivencias. Nos cita en una de las salas del Ateneo de Madrid para la entrevista. Ordovás rememora durante la charla una época llena de de creatividad (en su opinión, sin precedentes) y desaprueba, tajante, a quienes tildan el fenómeno cultural madrileño de elitista, adormecido y alejado de la problemática social.
–De joven quiso ser un beat influido por Jack Kerouac, que aún no estaba editado en España. ¿Cómo logró leer sus libros?
–En Madrid había algunas librerías que te conseguían libros prohibidos o que no se habían editado todavía en España. Había obras publicadas en Francia o en Latinoamérica. En México había ediciones de libros escritos por republicanos que estaban prohibidos en España. La obra de Kerouac se había publicado antes en México y Argentina, y algunos ejemplares se vendieron aquí, así que conseguí un ejemplar de On the road porque estaba muy interesado en la Generación beat, y sobre todo en Kerouac. Me influyó muchísimo su figura, sobre todo cuando empecé a escuchar a Bob Dylan.
–De hecho, escribió el primer libro en castellano sobre Dylan.
–Sí, fue en 1969 y de él se vendieron seis ediciones con bastante celeridad, lo que me dio dinero para poder vivir un año en Londres. Para poder escribir el libro antes había tenido que viajar a París para comprar todos sus discos porque en España no se editó ninguno hasta 1970, a pesar del éxito que estaba teniendo, sobre todo en Inglaterra y Estados Unidos. Aquí se habían editado discos de The Beatles y The Rolling Stones, pero no de Dylan. Para mí era el personaje más interesante del momento, no sólo por la música sino por sus letras contra la guerra en una época en la que se llevaban a cabo numerosas manifestaciones en contra de las dictaduras y a favor de los derechos civiles.
En esos años yo estudiaba Ciencias Políticas y me interesaba mucho. Recuerdo que para poder ir a París una amiga me dio 2.000 pesetas y, una vez allí, comencé limpiando un banco, de las seis de la mañana hasta las ocho, lo que me proporcionaba el suficiente dinero para pagarme una habitación, comer e ir a la Alianza Francesa para aprender el idioma. Fue después cuando me compré todos los discos de Dylan con los que, al volver a España meses después, escribí un par de artículos en varias revistas, en Disco Exprés y en Triunfo.
–¿Fue entonces cuando comenzó a escribir?
–Se dio la circunstancia de que un editor de Gijón, Silverio Cañada, leyó los artículos, me envió una carta y me propuso escribir un libro sobre Dylan. Me pareció estupendo porque tenía material suficiente. Me fui a Valencia y allí, en diez días, lo escribí. Y sí, a partir de ahí empecé a escribir libros al ver el éxito que tuvo el libro y ver que podía hacerlo. Así que me fui a Londres, conseguí información sobre Jimmy Hendrix y escribí una obra sobre él. Luego sobre Bob Marley. Y más adelante, en el verano de 1974, conseguí material en California para escribir sobre todos los grupos del rock ácido californiano. Y continué escribiendo. Hasta ahora he editado unos quince, entre ellos libros sobre Siniestro Total y sobre la historia de la música pop española. El de Dylan, además, fue reeditado después de que le otorgasen el Nobel de Literatura. Es un libro de acercamiento primigenio a él.
–¿Cómo fue su regreso a Madrid? ¿Qué se encontró a su vuelta en lo que al panorama cultural se refiere?
–Regresé en 1975. Fue un momento en el que en España la gente ya empezaba a montar cosas porque ya estaba claro que Franco iba a morir. Se organizaban muchos festivales, como el de Canet, al estilo Woodstock, en el que tocaron casi todos los grupos de Cataluña, otros tantos andaluces… Fue muy hippie y contestatario. Había una cierta efervescencia y unas ganas tremendas de que todo cambiara. Era un momento extraordinario en el que empezaron a surgir sellos discográficos y revistas como la contracultural Star.
En cuanto a Disco Exprés, era una publicación contestataria, muy anarquista, contra la dictadura, que sufrió multas y tuvo que hacer frente varias veces al secuestro de la edición tras salir a los kioskos, hasta que al final se vio abocada a cerrar. Empezaron a surgir también grupos como Burning, al que apoyé mucho. Eran de La Elipa y entonces yo vivía allí. También nació Tequila, que vinieron escapando de la dictadura argentina como muchos otros grupos, como la cantante Rubi y su marido, que creó el grupo Sissi. Y Sergio Makaroff o Moris, con su rock al estilo Miguel Ríos. Todos ellos trajeron a España una idea que aquí no se tenía en cuenta: que se podía hacer rock en castellano. Entonces casi todos los grupos cantaban en inglés.
–¿A qué cree que se debía?
–Supongo que cantando en inglés se creían más internacionales, y eso es algo que ha sucedido también con el indie. Burning, por ejemplo, cantaban en inglés y de pronto se dieron cuenta de que lo que había que hacer era cantar en castellano porque otros grupos lo hacían. Así que lanzaron Qué hace una chica como tú en un sitio como este para la película homónima de Fernando Colomo. Fue su gran éxito. La película también lo fue, con Carmen Maura al frente y Almodóvar de extra, a quien conocí en 1969, cuando aún no me había ido a París, en la Cervecería Alemana, que estaba en la Plaza de Santa Ana. Allí nos reuníamos todos los hippies, la gente del teatro, del cine, la música. Me hice amigo suyo, formamos un grupo, íbamos al cine y componíamos canciones. Cuando me fui a París, Almodóvar se quedó y se dedicó a hacer cortos hasta que por fin pudo hacer su primera película, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón.
–Había un trasiego cultural constante…
–Sí, y estoy constantemente rememorando esos años. Fue una época con mucha creatividad. Publiqué un libro, Fiebre de vivir, en el que hago un recorrido sobre los años setenta y sobre todo lo que viví. En esa época también conocí a Kiko Veneno, una persona muy culta cuyo primer disco, lanzado en 1977, fue uno de los que más han influido tanto en el flamenco como en el rock. Triana también obtuvo mucho éxito y dejó su huella en El Último de la Fila. Manolo García empezó con Los Rápidos y en 1980 sacó su primer disco, aunque no tuvo ningún éxito y fue después de varios años cuando fue reconocido. Yo lo ponía en la radio y poco a poco la gente lo iba conociendo.
–¿Cómo fue su etapa en la radio?
–Fueron años muy importantes. En 1975 entré en Onda 2, en Madrid, antes de Radio 3. Ahí poníamos las maquetas de los discos que iban saliendo. Conseguí que Kaka De Luxe, con Alaska y Berlanga, grabaran su primer disco. También ponía a Ramoncín, Nacha Pop, Radio Futura, Los Secretos… Les íbamos apoyando. Cada día salían cinco grupos, era un ambiente fantástico. Los ochenta fueron increíbles. También salió Aviador Dro, que creó el primer sello independiente discográfico, en el que grababan bandas como Glutamato Ye-Yé, Esclarecidos, Loquillo y Trogloditas… Luego muchos de estos grupos pasarían a sellos más grandes, porque lo que sucede con estos sellos independientes es que muchas veces, cuando un artista se hace muy popular, ya no pueden conseguir vender más de 100.000 discos ni tienen suficiente dinero para hacer una campaña de publicidad.
–¿Cuál fue el grupo más creativo de los ochenta?
–Creo que el grupo más potente fue Radio Futura, con las letras de Santiago Auserón y la música del grupo. Fue, hasta que se separaron, una etapa modélica en creatividad y buenas composiciones. Pero tampoco hay que desestimar a grupos como El Último de la Fila, Loquillo y Trogloditas, Siniestro Total, Los Secretos o Nacha Pop. Hablo de Radio Futura porque fue un referente, pero hay bandas muy buenas cuyos componentes también acabaron separándose, como Alaska y Dinarama. Y por supuesto hay que destacar a Ana Curra: es de lo mejor que ha quedado de los años ochenta, canta de maravilla, tiene una fuerza tremenda y es de las pocas personas que tiene carrera musical –es profesora de piano en El Escorial–. Es una persona que sabe componer y, además, tiene una personalidad propia y original mientras que ahora ves a grupos que se parecen unos a otros, como Lori Meyers, Los Planetas o 091.
–Escribió en Disco Exprés, ¿qué buscaba ofrecer que no aportasen otras publicaciones de la época?
–Era una revista semanal en blanco y negro en la que elaboraba reportajes de discos que se editaban en España, en Londres o en Holanda, desde donde me los enviaban. Había otra revista que se llamaba Mundo Joven, pero no tenía la credibilidad de Disco Exprés, que iba dirigida a un público que se tomaba la música más en serio. En ella explicábamos cómo era un disco, la importancia que tenía… Escribí ahí desde 1974 hasta que desapareció en 1980.
–Apostaba más por el rock madrileño que por los grupos internacionales.
–Yo era más punk. Había una lucha entonces entre el escritor Jordi Serra i Fabra, que tenía una idea de la música más proclive a los grupos sinfónicos que aunaban influencias clásicas y canciones que duraban diez o quince minutos, como Yes, y yo, que prefería a The Ramones, rock sucio, rápido, con letras potentes. Estábamos todo el día metiéndonos el uno con el otro. Hay que recordar que los grupos sinfónicos desaparecieron como los animales prehistóricos y lo que realmente quedó fueron los punk. Los Ramones fueron el grupo más influyente desde los setenta en adelante sobre grupos españoles como Kaka de Luxe, Radio Futura o Nacha Pop… De hecho, el punk fue lo que más influyó: significaba que podías hacer música sin necesidad de saber música clásica. Lo importante del rock es que puedas hacer canciones con tres acordes, como han hecho The Beatles o los Stones. Los Ramones vinieron a romper la idea de que para hacer música había que tener conocimientos musicales. Y yo apoyaba eso.
–Usted intentó montar un grupo.
–Fue una cosa epatante. Hacíamos lo que se llamaba música concreta: música con ruidos mezclados con música. Fue un experimento que se nos ocurrió porque Herminio Molero –con quien monté el grupo– quería hacer música experimental, así que decidimos dar un concierto en un colegio de curas y ahí se quedó la cosa [risas]. Él se dedicó a tocar los teclados en varios grupos hasta que formó Radio Futura. Yo quise ser cantante, ser Bob Dylan, me hice muy fan de él y me compré una guitarra acústica, una armónica, un libro con sus canciones… Me puse a interpretarlas para los amigos, pero me di cuenta de que no valía y entonces me dediqué a escribir más que a cantar.
–La Movida supuso una explosión de creatividad en numerosas vertientes artísticas, ¿sigue vivo ese espíritu?
–Sí, yo creo que es un espíritu que poseen todos los grupos ahora mismo. Yo voy a la discoteca Medias Puri, en Tirso de Molina, donde vi el otro día a un grupo que se llama Los Nastys, de Lavapiés. Grupos hay muchísimos, fíjate en festivales como el Primavera Sound, con 60.000 personas, y ahora mismo el Mad Cool en Madrid. Nunca ha habido tantos festivales como ahora.
–¿Y usted va a festivales?
–No voy a festivales, pero sí a actuaciones concretas. En el caso de Los Nastys, me parece que tienen mucha fuerza y me recordaron mucho a los grupos de los ochenta, sobre todo a uno de Gijón llamado Doctor Explosion, que hace rock & roll tipo garage. Estuve hace poco en una taberna de Lavapiés, Lo Máximo, donde los miércoles suele haber actuaciones de un cantante que tiene mucho éxito en Italia, Tonino Carotone, quien, con su pareja, Piluca, canta con mucho sentido del humor. Me gusta ir a ver actuaciones de, como máximo, dos grupos, no ir a un festival para escuchar un grupo tras otro. Eso es una locura. Hay una época en tu vida, cuando tienes 16 ó 17 años, en que no te importa dormir en una tienda de campaña ni ver cincuenta grupos, pero ahora mismo ese tipo de festivales no me entusiasma… Prefiero ver la actuación de alguien que me guste, como por ejemplo Bob Dylan hace unas semanas en el Auditorio Nacional.
–Dice Fernando Márquez, el Zurdo, que la Movida está demonizada y que, salvo él, nadie quiere hablar de ella… ¿Qué opina?
–Bueno, es verdad que casi todos los grupos que surgieron entonces no quieren tener encima la etiqueta de la Movida porque los iguala al resto. Cuando te dicen que perteneces a algo que ocurrió hace ya cuarenta años puede dar la idea de que estás anclado en el pasado. Por eso quieren crearse un nombre al margen de los demás. Un ejemplo es Alaska y Fangoria, no quieren saber nada de que formaban parte de la Movida. Es verdad que el Zurdo es el único que se siente parte de aquello. Pero, al igual que Alaska, Los Secretos tampoco quieren seguir vinculados a aquellos años en los que les llamaban los babosos. Sin embargo, en sus conciertos cantan Déjame y el resto de sus éxitos de entonces.
–En su libro Espectros de la Movida, Víctor Lenore señala la Movida como un fenómeno elitista, una especie de instrumento dirigido a la relajación social desvinculado de los problemas de la sociedad, ¿qué opina al respecto?
–No estoy de acuerdo con Lenore. También hizo lo mismo con los indies. Decía que son unos niños de papá que se dedicaban a hacer canciones y que no tenían contacto con la realidad, al igual que los grupos de la Movida, que se entretenían haciendo canciones sin tener en cuenta las dificultades de la clase trabajadora, el momento que vivía el país ni que en el mundo hay explotados y explotadores… En mi opinión, la teoría de Lenore es marxista: el artista, tanto si es pintor como cantante, escritor o pertenece a cualquier otra disciplina, tiene que hacer ver a través de su arte las contradicciones de la sociedad capitalista. Es una teoría que él aplica a todo y que no comparto porque, por ejemplo, las canciones de Santiago Auserón se referían a cuestiones que a él le interesaban, como las relaciones personales y la dificultad de comunicarse entre dos personas. O, en el caso de Alaska, tenía canciones sobre personas que no te dejan ser tú y, por tanto, tienes que rebelarte . Así lo expresa en el tema A quién le importa: la libertad personal está por encima de la sociedad. Y, si le molesta, uno debe ser lo que quiere. Para mí los argumentos de Lenore no tienen ni pies ni cabeza, es la teoría marxista llevada al límite.
–Sánchez Ferlosio opinaba en aquella época que la cultura es un invento del Gobierno y un adorno del poder…
–Eso ya lo sabemos: los gobiernos intentan controlar la cultura. Ha sido así siempre, intentan controlarlo todo. Pero vamos, es aplicar una teoría decimonónica al momento actual de la sociedad.
–¿Con qué otras épocas cree que podría compararse esa creatividad tan intensa?
–La Movida fue un momento extraordinario y distinto que surge cuando muere Franco. No tiene comparación con ningún otro. La gente era muy prolífica haciendo cosas muy interesantes en campos como la fotografía, la música, la pintura. No tiene parangón con ningún momento anterior.
–¿Qué ingredientes deberían darse para que se repitiera un momento así?
–Siempre puede ocurrir, pero para eso se tienen que dar unas condiciones sociales y económicas especiales. Y ahora mismo todo es muy uniforme. La gente sólo busca sacar algo de dinero, irse a la playa y pasar de todo. Ha habido elecciones y la gente no se ha interesado ni por cambiar el Gobierno. Veo a la gente muy apática, exceptuando a algunos que quieren cambiar la situación. Teníamos una alcaldesa que parecía interesante y podía seguir haciendo cosas buenas, y la gente que le votó hace cuatro años ahora no ha ido a apoyarla. No entiendo que se hayan quedado en su casa y es inexplicable que, sobre todo la gente joven, sea la que no va a votar. O que proyectos como el de Podemos, que aglutinó en su día cinco millones de votos, se haya desinflado por peleas. Lo que podía haber sido algo que cambiase las cosas se ha quedado en agua de borrajas.
–Pese a esa apatía, ¿cree que en la actualidad hay creatividad en España?
–Hay mucha gente haciendo cosas interesantes, libros, discos, algunos grupos sacan discos que están bien, pero no hay un gran cambio. En la Movida había un gran espíritu de cambio común, similar a los comienzos de Podemos y al 15-M. De pronto se reúne mucha gente, tiene repercusión durante dos o tres años y después se queda en nada, que es lo que ocurre con casi todos los movimientos revolucionarios. Si no son cambios que consigan tener éxito, se desinflan. Está todo desunido, me da pena que estén las cosas así.
–¿Qué hace ahora? ¿Continúa escribiendo?
Estoy acabando dos libros ahora mismo. Uno está basado en una idea que creo que va a tener bastante éxito.