Imagen de la portada de uno de los discos de David Bowie / CREATIVE COMMONS

Imagen de la portada de uno de los discos de David Bowie / CREATIVE COMMONS

Música

Cuando Bowie revisó sus antiguallas

La recuperación de material vetusto para alegría de la industria discográfica es un regalo para los fans de Bowie, que añoran a un músico que se murió demasiado pronto

19 enero, 2022 00:00

En el ya lejano año 2000, a David Bowie le dio por revisar parte de su material más vetusto y publicarlo en un disco llamado Toy que no llegó a salir a la venta porque la discográfica no le vio una salida comercial muy evidente. El disco en cuestión acaba de ver la luz porque los huérfanos de Bowie, que somos muchos y muy leales, estamos dispuestos a comprar cualquier cosa que nos devuelva a nuestro hombre, al que echamos de menos desde que murió en 2016 (yo diría que todos nos acordamos de dónde estábamos y de qué hacíamos cuando se produjo el óbito: yo estaba en Mallorca cubriendo para Interviu el juicio a Iñaki Urdangarín y señora).

Puestos a sacarnos los cuartos a conciencia, los espabilados muchachos de la discográfica no se han limitado a distribuir el disco otrora rechazado tal cual, sino que lo han hecho en una edición con tres cedés (a 30 eurillos) y otra de lujo que, en vinilo, ocupa seis discos y cuesta algo más de 150 euros (cada vez resulta más evidente que el regreso del vinilo tiene unas motivaciones claramente crematísticas). Yo me hubiera conformado con dejarme menos de quince euros en Toy, pero me he tenido que apañar con el disco triple, completado a base de versiones alternativas, maquetas, descartes y las habituales basurillas que la industria desempolva para forrarse un poco el riñón, órgano desatendido por quien no compra un disco ni que lo maten, que es cualquiera mayor de cincuenta o sesenta años. Intuyo que en este 2022, aprovechando el quincuagésimo aniversario de The rise and fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, aparecerá una nueva y lujosa edición…Que me acabaré comprando, aunque ya tengo tan glorioso disco en vinilo y en cd (más el documental de D. A. Pennebaker en dvd).

Mosaico de 'David Bowie Is', en el Museu del Disseny de Barcelona

Mosaico de 'David Bowie Is', en el Museu del Disseny de Barcelona

Una propina por los servicios prestados

¿Vale la pena hacerse con Toy? Depende. Es un disco para completistas de la obra de Bowie y para nostálgicos que lo echan de menos. El material es irregular: hay algunas buenas canciones y otras que no lo son tanto, pero casi todas --hay un par inéditas y un descarte de la era de Ziggy Stardust-- pertenecen a una época en la que el artista aún no se había encontrado a sí mismo (algunas piezas se grabaron bajo su auténtico nombre, David Jones) y a veces recuerdan a otros cantantes y grupos del Swinging London de los 60 (Bowie sudó tinta para ser Bowie: véase la película Stardust, actualmente colgada en Movistar, que retrata al artista en 1971 tras el fracaso comercial de The man who sold the world y temiendo volverse majareta, como su hermanastro esquizofrénico) . Por qué decidió revisarlas nuestro hombre en el año 2000 es, en cierta medida, un enigma. Evidentemente, Toy no va a descubrir a un músico cargado de talento a quienes lo hayan ignorado hasta ahora, pero sí puede proporcionar cierta alegría agridulce a quienes crecieron con él. Si es usted fan de Bowie, cómprelo; si no lo es, se lo puede ahorrar, pues solo va a encontrar unas canciones decentes, claramente mejoradas en la revisión algunas de ellas, que no le dirán nada si no se lo dijeron en su momento las de álbumes como Hunky dory, Ziggy Stardust, Alladin Sane o Heroes.

Jimi Hendrix ha publicado más discos muerto que vivo. Con David Bowie puede acabar pasando algo muy parecido, lo cual es normal cuando has dejado a una legión de desconsolados huérfanos por haber fallecido antes de tiempo. A mí me pueden vender hasta las grabaciones de lo que cantaba en la ducha, y no soy el único. En cuanto a Toy, yo diría que es un disco prescindible, pero que se agradece, aunque solo sea para escuchar de nuevo la voz del ilustre difunto atacando unos temas que habíamos olvidado o que nunca llegamos a escuchar: nostalgia en su mejor acepción, un regalo desde la tumba, una propina para sus fans por los servicios prestados.