José Enrique Ruiz-Domènec, autor de 'El sueño de Ulises', en las instalaciones de Letra Global / LENA PRIETO (LETRA)

José Enrique Ruiz-Domènec, autor de 'El sueño de Ulises', en las instalaciones de Letra Global / LENA PRIETO (LETRA)

Letras

Ruiz-Domènec: "Si resolvemos la ecuación del Mediterráneo, resolveremos la ecuación del mundo"

El historiador publica 'El sueño de Ulises', con la reivindicación de "un nuevo helenismo cosmopolita" a partir de la experiencia del Mediterráneo

31 marzo, 2022 23:00

José Enrique Ruiz-Domènec (Granada, 1948) forma parte del grupo de los “últimos maestros”, como reconocen sus colegas. Historiador, autor de una obra extensa, acaba de publicar El sueño de Ulises (Taurus), --en catalán El somni d'Ulisses, en Rosa dels Vents--- un enorme fresco sobre la cultura del Mediterráneo, desde Homero a las pateras, sin olvidarse de la pandemia del Covid, que entiende que será un cambio civilizatorio. El historiador debate y se posiciona. Cree que es su obligación y critica a los que se mantienen en su zona de confort. Su tesis es clara: el Mediterráneo fue el centro, y lo volverá a ser. En China, hasta cinco editoriales se disputan los derechos de traducción. Para él es elocuente. “China piensa, en Europa y en Estados Unidos se ha abandonado”. En esta entrevista con Letra Global, Ruiz-Domènec se explaya. La conversación fluye, con partidos de ida y de vuelta sobre los pueblos de ese mar “peligroso y muy agradable”, todo al mismo tiempo. Su conclusión, en un proceso de desglobalización que se intensificará, es contundente: "Si resolvemos la ecuación del Mediterráneo, resolveremos la ecuación del mundo". Y apunta que todo partió, en gran medida, de Informe sobre Cataluña, que le inspiró para ir más allá, para escribir, seguramente, la gran obra de su vida: El sueño de Ulises.

--Pregunta: Acaba de publicar El Sueño de Ulises, ¿es producto, de alguna manera, de su reflexión sobre Cataluña, plasmada en el Informe sobre Cataluña?

--Respuesta: Sí, en gran medida. Quise que pasaran los efluvios que se originaron tras el Informe sobre Cataluña (Taurus) Y pensé en escribir algo de gran formato, abordando un territorio más amplio, que es el Mediterráneo. Con el Informe, me di cuenta de que la problemática partía de un desconocimiento profundo de la Historia. Y aquel libro abrió los ojos a mucha gente. Aquella especie de sirimiri fue calando en personas muy procesistas, con la idea de que igual se habían equivocado y los fundamentos en los que creían no eran tan sólidos. Y lo asimilaron tras aceptar posiciones ecuánimes, que es lo que yo pretendía. Eso me gustó. La idea sobre el Mediterráneo, además, la tenía desde hacía tiempo. Llegó la pandemia, a la que le presté atención con un libro libro, El día después de las grandes epidemias (Taurus)Me he involucrado en los debates, porque creo que los historiadores debemos estar en ellos, y formulo una crítica a mis compañeros de oficio, porque a muchos les ha gustado la zona de confort. En mi caso, historiador medievalista, era fácil hacerlo, porque no le interesa a nadie. Pero no lo he hecho nunca. Me sentí llamado.

--¿Cómo?

--Ocurrió que me llamaron desde Italia, para ofrecer un discurso inaugural sobre el Mediterráneo, con un argumento que no pude obviar: ‘eres el último del grupo de los maestros’, me dijeron. Y es verdad, que cuando has visto que morían amigos a tu alrededor, en Estados Unidos o en Latinoamérica, por la pandemia del Covid, entendí que yo también era susceptible del contagio y que formaba parte del grupo de edad prescindible y que era uno de sus últimos maestros. La suerte que he tenido es que mis editores entendieron mi apuesta por El sueño de Ulises, con la propuesta de publicarlo en las dos lenguas, en catalán y en castellano, que son las mías, como hice también con el Informe sobre Cataluña. Cuando uno hace el esfuerzo de escribir en las dos lenguas, que supone un desgaste y un gasto, sabe que el resultado es que el estilo es mejor, porque cuando estás atascado en una lengua, la otra lengua te lleva a mejorar aquella frase o aquella reflexión.

--Algo que se puso en duda en el procés, y también ahora.

--Yo predico con el ejemplo. Soy un autor catalán que escribe en catalán y castellano. Creo que es algo irreversible y necesario. Cualquier cosa que fuera en contra de esa doble identificación, sería suicida.

--Lo que expone es que en Cataluña hay un gran equívoco, con el convencimiento, por parte de algunos, de que la mayor influencia es la carolingia.

--Eso fueron ilusiones de un conocido expresidente (Jordi Pujol) que impuso su manera de pensar. No es que fuera deficiente, es que era ‘amateur’, como él mismo ha reconocido. En otros países, ajenos al calor del poder, los historiadores o intelectuales no habrían caído en esa tesis. Pero aquí el calor del poder marca mucho y se sumaron unos cuantos, a diferencia de gente como yo, o Elliot, que bajó a las trincheras y producto de ello es su libro Catalanes y Escoceses, mostrando que también los historiadores pueden entrar en un debate periodístico. Lo de Barcelona fue peculiar, porque se creó el Institut Europeu de la Mediterrània, con Baltasar Porcel, que funcionaba muy bien gracias a su animosidad. Tras él, la dinámica que le proporcionó desapareció. Ahora me han pedido incluir unos párrafos de El sueño de Ulises en una revista que impulsa el instituto. Pero hay que actualizarlo todo para conocer el Mediterráneo del siglo XXI. Algún lector me ha dicho que ve muchas similitudes con lo que ocurre ahora cuando abordo la evolución de Crimea. Es el espejo de la Historia. Olvidamos que parte de los años 30 y 40 del siglo XIX no está cerrada todavía. Todo ese contacto entre la Mitteleuropea y el bajo Danubio, todo ese mundo es un elemento más del gran Mediterráneo.

José Enrique Ruiz-Domènec durante la entrevista con Letra Global / LENA PRIETO (LETRA)

José Enrique Ruiz-Domènec durante la entrevista con Letra Global / LENA PRIETO (LETRA)

--La contradicción es que esa Europa acoge refugiados ucranianos con entusiasmo, pero no a sirios, en su momento.

--Ese contraste explica la necesidad de contar el Mediterráneo, y atañe a la totalidad de Europa. Yo escribí un libro sobre Europa y me siento profundamente europeo. Pero me siento abandonado cuando se dice que el Mediterráneo forma parte, parcialmente y no siempre, de Europa. ¿Solo el Mediterráneo norte, la Lombardía pero no la Puglia? ¿Cataluña, sí, claro, pero Andalucía con dudas? ¿Grecia y Turquía, para nada? Eso descarna la realidad del Mediterráneo. Y el diálogo que se debe establecer con Europa debe ir en un doble sentido. Malta y Chipre están en el núcleo duro del Mediterráneo. Pero lo que apunta sobre los ucranianos y los sirios, es una evidencia. Si es amigo de la Mitteleuropa, entonces sí, si no, no forma parte del grupo. Eso implica que no conocemos el mar.

--¿Porque las diferencias que marcan todavía son las religiosas y culturales?

--Pesan los prejuicios decimonónicos de la religión, porque algunas de las cosas de origen histórico son, en realidad, malas lecturas del siglo XIX. Las Cruzadas, como choque de civilizaciones, fueron un mal concepto sobre las relaciones mercantiles, que afectaban a Siria y Palestina, los santos lugares. Pero poca cosa más. Las culturas bereberes y magrebíes no estaban interesadas en lo que pasaba en Siria. Fue el siglo XIX, al plantear esas relaciones como un choque entre lo europeo, identificado como lo cristiano, frente a lo islámico lo que creó esas diferencias. Es una mala lectura, que ya no es sostenible.

--¿Tanto ha marcado el siglo XIX?

--Mucho, porque hubo muchos recursos desde los estados-nación, con historias nacionales, que reeducaron a generaciones. Incluso los que quisieron deconstruir esos relatos se vieron contaminados por ellos. La dialéctica entre Sánchez Albornoz y Américo Castro es ilustrativa. Castro, que era un deconstructor, quedó atrapado por Albornoz.

José Enrique Ruiz-Domènec opina para Letra Global / LENA PRIETO (LETRA)

José Enrique Ruiz-Domènec opina para Letra Global / LENA PRIETO (LETRA)

--Ha habido también una confusión en el caso de América Latina, y el papel de España. Colón parte de ese gran Mediterráneo. ¿Qué ha sucedido?

--Han quedado confundidos criollos y críticos de la Conquista. Los procedimientos de la colonización fueron atroces, pero de ahí a mezclarlo con los descubridores de rutas geográficas hay un abismo. Está la historia del detalle, que hay que tenerla siempre en cuenta. Como decía Santayana, la Historia si no la conoces, la repites.

--Lo decía, claro, por esos ataques a las estatuas de Colón.

--Colón es un pirata, un filibustero, astuto, que conocía las rutas a través de filtraciones, y que buscaba una ruta más rápida que la utilizada por los portugueses, que era más segura, pero mucho más lenta. Avanzar por el Índico no era fácil y a través del Atlántico, con algunos errores, se encuentra con otro mundo. Y esa es la gracia de los retos de la Historia. La clave era diseñar los nuevos parámetros para el Pacífico. Había que diseñar un mundo entero, como dice Colón en sus últimos escritos. Conectar la parte occidental del actual México y Perú con Asia. De los puertos mexicanos a Filipinas. Eso es el Pacífico, que entra en la Historia y lo cambia todo.

--¿Qué representa el viaje de Ulises, el viaje de vuelta?

--El viaje es una metáfora que crea Homero. Es el viaje de vuelta, efectivamente, como una realidad. Hay un principio en la conducta humana que es el naufragio, como señala Hans Blumenberg, en Naufragio con espectador.  A Homero se le ocurre un personaje que sale de una guerra y naufraga. Es una realidad y una metáfora. La vida es un naufragio, si no se sabe no se ha aprendido a vivir. Es una exploración. Vuelves a casa, explorando desde los confines del mundo. Es una metáfora absoluta que es el sueño de Ulises. Lo sitúa como fundamento, como una estructura latente. Un fundamento cultural, emotivo, social, lo tiene todo. Porque te enseña a vivir, en un entorno muy atractivo, pero peligroso. El Mediterráneo es peligroso, pero muy agradable. Incluso en un día de verano, sabes que puede llegar una marea terrible o que puede soplar la tramontana y puedes perder el puerto.

La mano de José Enrique Ruiz-Domènec durante la entrevista / LENA PRIETO (LETRA)

La mano de José Enrique Ruiz-Domènec durante la entrevista / LENA PRIETO (LETRA)

 

--Y esa es la vida.

--Es la vida. Es el origen de la civilización, de la nuestra, tras la época del bronce, que significó un colapso total, con civilizaciones que desaparecieron, y de las que no sabíamos nada hasta que los arqueólogos en el siglo XIX comenzaron a aportar información. Homero, con la Ilíada y la Odisea, abre la civilización. Por eso es un sueño, el de iniciar una civilización con un libro.

--¿Ese viaje de vuelta es el del trabajo constante, pero que permite, después, un descanso, casi como la jubilación en el presente?

--Exactamente, pero pensemos una cosa. Adorno le decía a Horkheimer que ha Historia transcurría entre dos libros, el de Homero y del Joyce, sobre Ulises. Y yo digo que alcanza hasta El sueño de Ulises. Es una provocación, pero no lo digo por compararme con Joyce. Lo señalo porque Joyce, que escribe el libro en 1922, no puede abrazar todo el siglo XX. Y yo lo incorporo, y llevo la historia hasta las pateras. Es como si en el Informe sobre Cataluña me hubiera quedado con el poeta Maragall y no hubiera llegado al nieto Maragall. El mundo mediterráneo no se podía acabar en Joyce. No tenemos derecho a dejar de lado el siglo XX, aunque sea espantoso, pero también es el mejor de la Historia. Yo vivo en esta época.

--¿Renuncia, entonces, a la idea de Joyce, de que ya no se podía decir nada más, que el lenguaje estaba gastado?

--Ahí viene la tentación. Siempre he estado enfrentado con esa herencia mediterránea, que intenta integrar dos unidades, la aristotélica y la neoplatónica. Joyce es neoplatónico, pero asume la estructura formal del adversario. Y su Ulises están lleno de metáforas neoplatónicas. Hay lectores que dicen que no entienden nada, claro, porque están dentro del laberinto de metáforas, a las que se añade el sarcasmo propio del catolicismo irlandés. Todo eso lo hemos descubierto casi intuitivamente, pero no se puede decir que ahí acaba la Historia. Por eso uno en un mismo capítulo a Thomas Mann con James Joyce. Los dos señalan ese final, como dice Adorno. Pero el Mediterráneo se recupera después de 1948, tras una historia de fascismos, que son también muy mediterráneos. Recupera un tono vital que le hace tomar distancia de todo lo negativo. Luego hay mucho desprecio por lo mediterráneo y se convierte en un tópico, con el marketing y el dinero internacional y el turismo. Resiste, sin embargo, a otras modas o estilos, como lo japonés, que se asocia a una comida sana. ¡Está la sardina a la parrilla, como manjar! El Mediterráneo se vuelve a recuperar, después de un proceso de autodestrucción y se carga de ironía con las pateras.

--¿Vuelve la Historia a cobrar peso?

--Sí, vuelve, es la misma historia, como Homero había indicado, con la Ilíada y la Odisea. Son esos vientos, que representan una realidad histórica. Unos hombres que asaltaron Troya, que querían llegar a la cuenca del Nilo, a Siria, porque eran ciudades ricas, como ocurre ahora con las pateras, que huyen de la pobreza. Al hacerlo, entran también filibusteros, gente que no son los más pobres. Está el tramposo, el que huye por razones religiosas, el que se esconde en las pateras y paga un dinero excesivo para cualquier inmigrante.

--Una historia sobre ricos y pobres, sobre cómo mejorar, que desmiente la gran premisa de Weber sobre el capitalismo y el protestantismo.

--Claro, porque el capitalismo ya se encontraba en el Mediterráneo. Ha habido un gran esfuerzo de los historiadores de la economía, de la edad media, para advertir que la máxima de Weber era muy bonita, pero errónea. Muchos fomentaron el monstruo, entre 1919 y 1933. Hay que leer al gran testigo de aquellos días, el conde Harry Kessler, al que yo he dedicado parte de mi vida, con la edición de sus diarios. Demuestra que el nazismo no nace como algo inesperado. Tiene raíces profundas, sobre el concepto de la gran Alemania y del este alemán. Son cuentos muy bien escritos, los de Weber, que han impresionado mucho. La lengua alemana impresiona, por su sonoridad, por su precisión y juego de palabras, sobre todo a los que no conocen muy bien el alemán. La moral de Weber es anticatólica, porque sospechaba que el futuro de Alemania debía ser sajón. Creía que la parte católica estaba en decadencia. Y no hay que olvidar que las bases de la actual Unión Europea son democristianas. Adenauer, que está en el núcleo duro europeo, es democristiano. Y se sitúa a mucha distancia del mundo sajón. Vemos ahora que esa cultura sajona, que ha representado Merkel en Alemania, cometió un grave desliz en la geopolítica, en su frontera este, al no pensar en un señor que ahora amenaza seriamente, como es el caso de Putin.

--Pero Merkel aceptó a inmigrantes sirios.

--Claro, esa es la debilidad del mundo sajón, que no tiene nada que ver con la franconía. El mundo sajón está siempre muy preocupado por el flanco del Danubio. Todo el juego está en la panza del Danubio, con el trozo húngaro y la vieja Besarabia. No es atlantista, en ese sentido. Y todo ello nos lleva, de nuevo, al Mediterráneo

José Enrique Ruiz-Domènec y Manel Manchón durante la entrevista/ LENA PRIETO (LETRA)

José Enrique Ruiz-Domènec y Manel Manchón durante la entrevista/ LENA PRIETO (LETRA)

--¿Vamos hacia un proceso de desglobalización que puede llevar al Mediterráneo a recobrar su papel, con mayores alianzas internas, de todo tipo, culturales, sociales y económicas?

--Yo estoy convencido de ello. La sinergia de la Historia tiene más poder que las decisiones humanas. Lo decía Hegel y a mí me asustaba mucho. Las crisis en los años veinte de cada siglo se repetían, eran enormes. Hegel hablaba de esa lógica. Él lo aplica a la estructura del estado. Pero lo cierto es que la lógica pesa más que la voluntad, sea estratégica o política o realpolitik. Y esa lógica del Mediterráneo se está reestructurando a fondo, a través de ejes horizontales. La gran ciudad que surge es la que se está construyendo al lado de El Cairo, con dinero chino. Durante toda la historia mediterránea de Egipto, de Ramsés III en adelante, la intención ha sido la de construir una ciudad cerca de El Cairo. Esa reiteración muestra un objetivo nodal y China tiene un gran interés para controlar el canal de Suez. El colapso que se produjo hace poco en el canal se aprovechó mucho para remodelar y crear nuevos lobis sobre el control de las mercancías. Eso es algo claramente mediterráneo, donde ha habido grandes monopolios de las materias primas. Y debajo de las pateras hay que pensar que está el gas. Pensemos que, si ese gas se hubiera aprovechado, si se hubiera tirado de él, ahora tendríamos otra mirada geoestratégica. Pero todo eso se reorienta. Hay un poder de la geografía, que es el poder de la Historia, que siempre es una realidad física.

--¿Es un imán, el Mediterráneo, que atrae sin remedio?

--Es que vamos a ir ahí, en esa dirección, queramos o no. Se trata de una especie de Koiné, multicultural, multireligiosa y multilingüística,  muy creativa. La gran invención del Mediterráneo es el proceso que se inicia con la caída del proyecto griego, el Helenismo cosmopolita, con filosofías que interpretan el mundo: el escepticismo, el epicureísmo y el estoicismo. Es un cóctel. Si te gusta más cargado, pones unas gotas de estoicismo, o pones más el acento en el epicureísmo. Es el juego del Helenismo, que permite disolverse con los dogmas.

--¿Y los catalanes, qué deberíamos hacer en este nuevo contexto y después de todo lo que ha pasado en los últimos años?

--Cataluña debe salir del debate original que se produce entre 1907 y 1914. Se planteó entonces cómo salir del Modernismo, reconociendo su importancia, sin hacer que fracasara el Noucentisme. Cómo salir de aquel lío, que no salió bien. Y que asustó tanto que no llegó a calar el debate, con un sustrato de movimientos obreristas, sindicalistas, que presionaba a la sociedad para que implementara decisiones rápidas, que no era capaz de tomar. Entre el dragón de Gaudí y las columnas de Puig i Cadafalch, el debate se resolvió en falso, con la dictadura de Primo de Rivera y la tierra baldía en lo que acabó todo. Ahora estamos en una situación muy parecida. Los demonios aparecen otra vez. O se elige la cultura helenista y cosmopolita o la cultura soterrada en la montaña, donde el mar es un elemento alógeno. Si toma esa decisión, todo lo divertido, lo fenicio que se relaciona con los negocios, se destruye. Y la pregunta que surge es: ¿para crear una esencia se va a destruir una civilización, es eso razonable? La Cataluña fenicia absorbió a los púnicos, en el mismo momento en el que estaban los romanos. Y luego ocurrió lo mismo con los godos y lo hispánico. No hay más remedio, a mi juicio, que entender el sueño de Ulises. Y la verdad es que estoy encontrando una gran sensibilidad por parte del núcleo duro del independentismo, y es una buena noticia. Se está dispuesto a entrar en un debate mucho más profundo.

--¿El Covid, como sostiene, es un cambio civilizatorio?

--Sí, lo es, porque hay una toma de conciencia, como señalan los maestros de la Historia. El historiador tiene conciencia de que la epidemia es una llamada para entender que hay fuerzas que no están a nuestro alcance. Y los expertos no supieron diagnosticar, o no supieron explicar bien lo que podía ocurrir. Eso, hoy en día, no se puede aceptar, porque la sociedad exige explicaciones coherentes. No se puede decir, como se hizo, que era una cosa de los chinos. Y lo que sucedió fue importante: se secuestró a la población mundial, que esperó que los gestores ofrecieran respuestas coherentes. Se pidió un tiempo muerto y se concedió. Sin muchas críticas, salvo algún gesto de sectores marginales, que siempre existirán. Algunos historiadores lo vimos. Y se comprueba que estábamos en lo cierto con el éxito del libro que escribí, El día después de las grandes epidemias. Eso quiere decir que acerté en la toma de conciencia, porque de todas las epidemias se había salido mejor. No era un canto de esperanza, sino la lógica de la Historia. Se puso de manifiesto, también, que falló la investigación de base, que faltó una antropología del contagio y una antropología del comportamiento ante la enfermedad. Y no hemos sabido solucionar los problemas de los gestores, ya fuera con más recursos, con más tranquilidad o con más personal. No se puede decir, tampoco, que la sociedad no se lo puede permitir. La sociedad se puede permitir lo que desee. El sueño de Ulises señala que hay un antes y un después del Covid, y por ello es un punto civilizatorio. Entiende que la Historia será diferente. Es una síntesis de un espacio, con una convicción: Si resolvemos la ecuación del Mediterráneo, resolvemos la ecuación del mundo. He dejado constancia del legado del Mediterráneo en la cultura mundial. Y hay un hecho muy significativo. China se ha preocupado de ese argumento y varias editoriales chinas rivalizan por los derechos de traducción de El sueño de Ulises. China es una potencia intelectual, que sigue la doctrina de Confucio: el pensamiento es el motor de la acción, y el pensamiento, por tanto, debe ser activo.

¿Huntington, por tanto, tendrá razón, es una cuestión de choque de civilizaciones y no tanto un choque entre democracias y régimenes iliberales, como se quiere poner de manifiesto con la guerra de Ucrania?

Huntington creía que detrás de una construcción socio-económica había detrás una idea filosófica. Es cierto que explicar los diez mandamientos es más fácil que explicar la filosofía de Platón, que precisa de un mayor conocimiento. El relato está suspendido sobre acontecimientos. Me dicen que leer el libro es difícil. Y yo digo, ¿en qué es difícil? El problema es que hemos confundido personajes de ficción con personajes reales, como denunció Cervantes, con Quijano, que se equivoca al creerse un personaje de ficción. Nos ocurre ahora que cuando nos encontramos con personajes reales, como los que aparecen en el libro, pensamos que son de ficción, porque hemos tomado como referentes, a través de las series, a personajes de ficción. En todo caso, China está pensando. Y en Europa hemos abandonado.

¿También Estados Unidos?

Sí, los han metido a todos en islas culturales, en las universidades de élite. Y cuando algunos tienen problemas económicos, a los científicos principalmente, les dan premios internacionales con algo de dinero.

¿Por tanto?

Europa vive en la frivolidad local, apuesta por la globalización, pero sus héroes son locales. No propone ninguna gran idea. No puedes pensar en China como si estuviera todavía en la guerra del opio. China tiene dinero y las ideas claras, y sabe que las civilizaciones conservadoras están en retroceso. Europa cambiaba de forma constante, desde el empirismo a Kant, pasando por Leibnitz. Pero hubo un parón, como ocurrió con esa crisis de los 20 en el siglo XX. Y ha llegado el Covid, que nos ha hecho ver que podemos estar al final de una época, sin descartar que puedan aparecer virus mucho más letales.