Los efebos tristes de Lorca
Los dibujos e ilustraciones eróticas del poeta granadino, reunidos por la editorial Comares en un libro, muestran su predilección por las vanguardias, Joan Miró y Dalí
11 mayo, 2021 00:00Arlequines, marineros, gitanos y san-sebastianes, tristes y púberes, alguno con una lágrima o una flor. El universo de Federico García Lorca está plagado de imágenes, las que insertaba en libretos de teatro, poemas sueltos o incluso cartas, o aquellos que concebía como dibujos en sí mismos. A la manera de William Blake y Jean Coucteau, el poeta de Granada entendía el arte como un todo, sin desdeñar una sola manifestación en la que poder expresarse. Hay Lorca en cada uno de sus actos, por triviales que fueran, desde una anotación en una servilleta, una postal enviada a la familia o a un amigo, o en los trajes que diseñaba para sus personajes teatrales.
Pero de ese universo Lorca, aparte de su poesía más explícita, son los dibujos los que más fielmente reflejan su imaginario erótico, su tensión sensual y sexual, con la forma de jóvenes dibujados a los que el profesor de la Universidad de Granada, Juan Luis Plaza Chillón, ha bautizado como los efebos tristes. Tal es el título de un extraordinario ensayo publicado por la Editorial Comares que incluye algunas de esas ilustraciones a las que el autor lleva años siguiendo el rastro. Plaza Chillón, doctor en Historia del Arte, es un especialista en Lorca y su iconografía, y se ha dedicado especialmente a estudiar determinados aspectos del arte contemporáneo y su relación con el homoerotismo.
Enrique Amorím, Federico García Lorca, Juan José Amorím y el musicólogo Luis Pedro Mondino, en Salto, Uruguay, enero o febrero de 1934 / CFGL
Para Plaza, los dibujos como vía de expresión sirvieron a Lorca, tal vez a veces de manera involuntaria, de válvula de escape de su pulsión sexual, una exhibición del deseo no exenta de una cierta tristeza. Sin embargo ni eran meros entretenimientos ni simples juegos para un hombre que se desbordaba en capacidad de expresión. Lorca se tomó su pintura muy en serio, en ningún modo consideraba sus dibujos algo menor, adosado al resto de su obra.
Según el autor de Efebos tristes, se interesó por las vanguardias artísticas más allá de la curiosidad intelectual o del interés por la obra de amigos y conocidos. Quiso conocer de cerca las nuevas corrientes y se dejó influir, cuando cogía lapiz en sus manos, por ejemplos cercanos como Dalí o profundamente admirados como Joan Miró. De este último artista, y a pesar de la estrecha relación que Lorca había tenido con el ampurdanés, es de quien, según Plaza, más símbolos, ideas, imágenes toma prestado García Lorca, incorporando a su propio imaginario seres, objetos, arquetipos que Miró había empezado a usar como elementos artísticos.
En esta categoría entrarían la profusión de peces que Lorca incorpora en algunos de su cuadros y, de manera más abundante, otros elementos en sus pictopoemas, también por contagio de Rafael Alberti. Sin embargo y a pesar del interés, incluso pasión, por esa cara de su genio artístico, solamente en una ocasión hizo una exposición en Barcelona, ocupado como estaba en mil y un quehaceres y rota su vida a una edad tan temprana y en la madurez de su talento.
Dibujo de Lorca incluido en el libro / COMARES
Tampoco se trata, recalca Plaza, de catalogar los dibujos de Lorca como arte gay, limitando su expresión a su homosexualidad. Hay que entenderlo, nos avisa, como una forma más liberada de las pasiones y sentimientos íntimos y, sin duda, como una muestra de su propia contención, entre el deseo y la necesidad de ocultarlo y ocultarse. De ahí esa tristeza que parece acompañar a cada uno de sus retratos. Una tristeza que a veces es auténtico dolor.
Para el autor de Efebos tristes siempre se ha estudiado la obra de los homosexuales como si no lo fueran, obviando no solo la inclinación de sus deseos, sino el contexto opresivo y represivo en que, necesariamente, habrían de manifestarse y sobrevivir. De ahí la importancia de los símbolos y los escenarios, de ahí la elección de puertos de mar y marineros, de calles angostas y gitanos habitantes de la marginalidad, de payasos y Pierrots en ambiente circense. Para Plaza, la ciudad es el único refugio del sexualmente diferente, el único lugar donde encontrar esparcimiento y no tener que disfrazar su yo. Y dentro de la ciudad, los lugares más apartados, las tabernas y las calles donde se bebe y se comercia con sexo,los barrios portuarios con hombres que vienen y van, con sexo comprado y secretos compartidos. Los marineros como el oscuro objeto de deseo. Como mitificación del amor que nace y muere fugaz.
El ensayo de Plaza hace una pormenorizada revisión de estos dibujos explicando y catalogando cada una de sus representaciones, las figurativas (con especial detenimiento en los personajes de circo, presentes en el teatro lorquiano) y las simbólicas, con una bibliografía y un catálogo añadido que no sólo convierte en exhaustivo este trabajo, sino que añade pistas para aquellos que quieran saber más de la relación entre García Lorca y las artes plásticas. El autor ofrece una amplia mirada sobre la obra y contextualiza esa relación del poeta con la creación, donde enmarca algunos de los hitos en su biografía en los que su producción artística se hace más expresa y deliberada.
Hay dos momentos que muestran las pasiones del Lorca dibujante: desde el punto de vista teórico, nos cuenta Plaza, Lorca pronuncia una paradigmática conferencia en 1928, en el Ateneo de Granada, en el curso de un acto conmemorativo de la edición de la revista Gallo. En esa intervención el poeta demuestra su conocimiento de las vanguardias y hace un recorrido por tendencias como el cubismo, el dadaísmo, el futurismo o el surrealismo, nombrando a Braque, Gris, Picasso, Miró, Cocteau, De Chirico, Kandinsky o Klee, demostrando conocer su obra y expresando su admiración.
Hay dos momentos que muestran las pasiones del
Mención especial hace Lorca a Picasso, el gran eferente de la llamada escuela española de París, con algunos de los cuales había colaborado el poeta para sus montajes teatrales o había coincidido en el grupo La Barraca. Sin duda hay mucho de picassiano en algunos retratos lorquianos, especialmente los Pierrot y los arlequines, abundantes también en la pintura de Picasso.
Y para añadir influencias a ese marco referencial, Lorca reconoce el impacto del cine –entonces un arte recién nacido con un vigoroso impacto en su generación– y de figuras como Buster Keaton, Chaplin, René Clair o Einsestein. Una concepción muy amplia de las artes plásticas, hasta ese momento reducidas a los formatos convencionales de la pintura y la escultura. El profesor Plaza incluye una influencia fundamental: las escenografías del ruso Diaghilev y su visión modernista del ballet.
Otro momento importante en la actividad artística de Lorca es la exposición individual que protagonizó en Barcelona, en junio de 1927 y en las muy célebres Galerías Dalmau. Se trató de un acto complementario al estreno de Mariana Pineda, en cuya escenografía había participado el, todavía amigo íntimo, Salvador Dalí. Se expusieron una veintena de dibujos de los que sólo se vendieron cuatro. No obstante la crítica fue muy laudatoria, motivo de euforia para Lorca. En la muestra tuvo el primer disgusto con Dalí, hasta ese momento su cómplice en las tareas artísticas. Al parecer al pintor de Figueras no le gustó el retrato que le hizo su amigo, seguramente la obra más relevante de las que allí se expusieron. El dibujo, que pertenece actualmente a la Fundación Gala-Dalí, alude a esos símbolos que Plaza desgrana en los dibujos lorquianos: los peces, dedos como falos o la testa coronada por un gorro frigio de ambigua interpretación.
Un año más tarde Dalí arremetería crudamente contra su antes amigo, al que acusó de incluir “enigmas tontos” en su obra pictórica. La posible relación de ese retrato con otros de Lorca, como sus san-sebastianes, y su alusión a la virginidad del pintor molestó, por lo visto, al artista catalán, hasta el punto de comenzar una distancia entre ambos que más tarde se incrementaría. La mirada humorística de Lorca sobre algunos de los símbolos sexuales del repertorio daliniano irritó profundamente al retratado, aunque tal vez influyeran otros hechos y desencuentros.
Los Efebos tristes nos decubre a este Lorca desconocido y luminoso, arriesgado. Nos permite acercamos a un artista íntimo y sensual que encuentra en las artes plásticas una forma de mostrarse (conscientemente a veces; de manera impulsiva, otras) y expresa su relación con un erotismo que le causaba tanto placer como, dado el estigma del repudio social, dolor. La forma de sublimar el deseo de un genio colosal.