Devociones indias
El Fondo de Cultura Económica publica, en versión de Jesús Aguado, una antología de la poesía devocional india que contiene lírica, hagiografías y reflexiones místicas
13 agosto, 2018 00:00La poesía más antigua de esta tercera insignificancia del insignificante sistema solar al que pertenecemos, polvo en una galaxia que es grano de arena en la nadería de este universo, la poesía más antigua que conservamos –otra se habrá perdido, sin duda y sin remedio– corresponde a un rincón minúsculo: el vasto subcontinente indio. Con sus predecesores los himnos védicos (tan bien analizados por Roberto Calasso en El ardor), el Mahabharata y el Ramayana son los decanos de esa poesía que por soberbia sinécdoque o metonimia denominamos, con manga ancha, universal.
Pero no son esas grandes epopeyas, ni mucho menos, los únicos ejemplos de poesía venerable que ha dado aquella tierra. Jesús Aguado, uno de nuestros mejores conocedores de su tradición –tradición es lo que vive aún hoy– ha seleccionado y traducido un centón de poemas, todos de contenido o inspiración religiosa o mística, y lo ha ofrecido en volumen muy bien editado del Fondo de Cultura Económica: ¿En qué estabas pensando? Antología de poesía devocional de la India, siglos V-XIX (2017).
Me consta que Aguado estudió hindi, lengua mayoritaria, con el urdu, de aquella Babel indoeuropea y dravídica, pero tiene la honradez de confesar que sus versiones han sido realizadas a partir de traducciones al inglés y a otros idiomas. El resultado es espléndido, porque Aguado es un excelente poeta que aporta técnica, intuición –sabiduría en suma, no solo conocimiento– a los textos, tantos de ellos sorprendentes, que aquí se brindan a lo largo de casi medio millar de páginas en las que concurren 368 poemas, de muy diferente extensión, de 91 poetas que cultivaron la poesía bhakti o devocional.
En España tenemos la suerte de disponer del único diccionario de sánscrito a una lengua romance, el caudal Diccionari Sànscrit-Català del estudioso y traductor Òscar Pujol. Ahí se ve que bhakti significa devoción, cariño, homenaje, vínculo, adoración, lealtad, fe, amor religioso… De todo eso hay en los poemas, un “océano de sutilezas metafísicas, encendidas hagiografías y metáforas que se resisten al paso del tiempo porque parecen haber surgido en un lugar no tocado por él”, como escribe Aguado.
No todos los autores son hinduistas, y no por todas las páginas desfilan Vishnú o Kama: hay también islámicos, budistas, jainistas y sijs. Habiendo visto en un templo hinduista de Jaipur una talla de Cristo no nos asombramos, pues, de que Sheikh Mohámmed, musulmán, adorara al dios Krishna. Los acercamientos a la devoción son plurales y los hay cultos y populares, no pocos de autores que no sabían escribir (recuérdese la potencia de la poesía oral). Aguado traduce casi siempre siguiendo formas métricas, pero advierte con sensatez que ha recurrido a la prosa y al verso libre en ciertos casos: “hubiera sonado raro presentar a tal o cual autor como analfabeto y luego leer –como si fueran suyos– endecasílabos de factura clásica”. A todos antepone unas líneas introductorias que lo sitúan en lengua, contexto, alcance.
Antología de poesía poesía devocional india/ FONDO DE CULTURA ECONÓMICA.
Es difícil sintetizar aquí lo mucho que contiene el libro. Todo lo más, es posible llamar la atención sobre algunos poetas y versos que lo merecen sin duda. Del filósofo Bhartrihari (siglo V), cómo no citar íntegro: “En una casa siempre bulliciosa / sólo ha quedado un hombre. / Donde varias generaciones / se mezclaban apenas resta nadie. // El Tiempo y su pareja, Kali, juegan / a destruirlo todo. // Sin cesar nos arrojan como dados / y en su tablero mueven a los hombres / como peones”.
De Jedara Dasimayya (siglo X, dos siglos antes de los trovadores y el amor provenzal): “Coge un palo, divídelo en dos partes. / Con la de abajo talla una mujer, / con la de arriba un hombre. / Y frótalas, frótalas / hasta encender un fuego”. Del más conocido Kabir (1440-1518), poeta de la sin par Benarés, hay una amplia selección de composiciones breves, algunas de las cuales parecen anacrónicamente inspiradas en Juan de Mairena: “La gota en el océano: / todos la ven. / Qué pocos / el océano en la gota”.
El viejo Kabir tiene pensamientos que parecen también, sin adulteraciones modernas, propios de Claudio Coelho o Perogrullo. No obstante, su saber, su lección, son genuinos: “Si sabes que estás vivo / saca jugo a tu vida. / La vida es de esa clase de invitados / que nunca lo visita a uno dos veces”. Hay ingenuidad, pero también tremendismo, como en el Miguel de Mañara en lengua télugu, Dhurjati: “Mi piel enrojecida y con escaras / por las uñas de todas mis amantes. / La juventud perdida en los excesos / de la pasión tirana”.
Es destacable también la presencia de mujeres en el volumen, como Madhavi Dasi (siglo XV), considerada la primera poeta en oriya. Atukuri Molla es una seguidora avant la lettre de la poesía de línea clara y aventajada discípula, cinco siglos antes, de Luis Alberto de Cuenca: “Al igual que la miel / nos endulza al instante / de ponerla en la boca, / un poema tendría / que entenderse a la primera. / Sonidos y sentidos poco claros / no dicen mucho más que lo que dice / un mudo a un sordo”. Ajorcas, flores de loto, vaqueras, flautas, danzas, éxtasis… Al autor de Vislumbres de la India, Ladera Este y El mono gramático, a Octavio Paz, le hubiera encantado esta antología.