Los chicos y las burras y Raúl Gómez Jattin
La nota de Pablo Planas el pasado domingo que mencionaba el caso de los quince chicos marroquíes a los que les contagió la rabia la burra con la que tenían trato sexual era estupenda como de costumbre. La noticia vino en todos los periódicos pero con laconismo, pues es un tema incómodo: los tribunos sienten lipori, no tienen claro en qué tono tratarla: si procede mostrarse compasivo y comprensivo, o censor; si pedir respeto por las particularidades culturales de otros pueblos, lamentar el subdesarrollo, especular sobre las relaciones de los hombres con la naturaleza en las áreas rurales o preocuparse como sin duda han hecho los animalistas de si han sido respetados los derechos de la burra, es decir si dio su consentimiento a la cópula o estamos hablando de violaciones.
Planas me ha llevado al documental Asses of the Caribbean (Burras del Caribe) de la Vice guide to Sex, de quince minutos de duración. Ahí se expone --y se ve-- que en algunas aldeas de la costa norte de Colombia, en las inmediaciones de Cartagena de Indias, es costumbre muy extendida que los niños y adolescentes se inicien en las prácticas sexuales copulando con las burras, como seguro que ocurre en otras partes del mundo. Las declaraciones de algunos campesinos sobre el tema alternan en el documental con las de la sexóloga neoyorquina Hani Miletski, autora del ensayo Understanding Bestiality and Zoophilia, donde expone sus conocimientos sobre antropología y sexualidad y con glacial profesionalidad académica distingue el bestialismo, que es el uso del animal con fines masturbatorios, de la zoofilia, donde están implicados también los sentimientos.
Hani Miletsk distingue el bestialismo, que es el uso del animal con fines masturbatorios, de la zoofilia, donde están implicados también los sentimientos
Sobre este tema se explayó el poeta colombiano, de sensibilidad extrema, panteísta, lancinante, Raúl Gómez Jattin (1945-1997): salvando las distancias, una especie de Leopoldo María Panero colombiano por lo perdulario e imprevisible y por sus entradas y salidas en los hospitales psiquiátricos. Acabó atropellado por un autobús, probablemente arrojándose a su paso. Era de Cartagena y en su país es muy conocido su poema Te quiero burrita. Aclaro que crica es sinónimo de vulva y lo copio aquí:
Te quiero burrita
Te quiero burrita
Porque no hablas
ni te quejas
ni pides plata
ni lloras
ni me quitas un lugar en la hamaca
ni te enterneces
ni suspiras cuando me vengo
ni te frunces
ni me agarrras
Te quiero
ahí sola
como yo
sin pretender estar conmigo
compartiendo tu crica
con mis amigos
sin hacerme quedar mal con ellos
y sin pedirme un beso.
No voy a comentar el bárbaro poema, acaso sea preferible proponer al lector otro, también de los más apreciados entre los suyos, dedicado a su madre, que al margen de su acierto, emoción o belleza presenta la particularidad de abarcar un arco temporal que comienza antes del nacimiento del poeta y concluye bastante después de que ella y él mismo hayan muerto. O sea hoy:
Lola Jattin
Más allá de la noche que titila en la infancia
más allá incluso de mi primer recuerdo
está Lola --mi madre-- frente a un escaparate
empolvándose el rostro y arreglándose el pelo.
Tiene ya treinta años de ser hermosa y fuerte
y está enamorada de Joaquín Pablo --mi viejo--
No sabe que en su vientre me oculto para cuando
necesite su fuerte vida la fuerza de la mía
Más allá de estas lágrimas que corren en mi cara
de su dolor inmenso como una puñalada
está Lola --la muerta-- aún vibrante y viva
sentada en un balcón mirando los luceros
cuando la brisa de la ciénaga le desarregla
el pelo y ella se lo vuelve a peinar
con algo de pereza y placer concertados
Más allá de este instante que pasó y que no vuelve
estoy oculto yo en el fluir de un tiempo
que me lleva muy lejos y que ahora presiento
Más allá de este verso que me mata en secreto
está la vejez --la muerte-- el tiempo inacabable
cuando los dos recuerdos: el de mi madre y el mío
sean un recuerdo solo: este verso.
Me he atrevido a reproducir aquí estos dos poemas a mayor gloria de Gómez Jattin porque está muerto. Si siguiera vivo no lo hubiera hecho, pues parece que perseguía a los periodistas que pensando en beneficiarle publicaban algún verso suyo y les reclamaba, muy insistentemente, veinte mil dólares como derechos de autor. En fin, luces de Bohemia, que a lo mejor iluminan con más potencia el valor de los versos.