La escritora Piedad Bonnett durante la entrevista con 'Letra Global' / LUIS MIGUEL AÑÓN

La escritora Piedad Bonnett durante la entrevista con 'Letra Global' / LUIS MIGUEL AÑÓN

Letras

Piedad Bonnett: “No hay nadie que pueda sustraerse a los lazos familiares”

La escritora colombiana, que acaba de publicar ‘Qué hacer con estos pedazos’, dialoga sobre cómo el paso del tiempo cambia las relaciones sociales, la madurez y el coste de asumir las convenciones

25 agosto, 2022 18:55

La escritora Piedad Bonnett (Colombia, 1951) sale a dar un paseo cerca del hotel de Barcelona donde se aloja. Tras saludar, pregunta por el barrio de Gràcia: “¿Queda cerca? La autora colombiana se ha ganado el respeto de sus lectores desde la publicación de su novela Lo que no tiene nombre, un testimonio sobre el suicidio de su hijo. Ha venido a España para dar conferencias y presentar su última novela: Qué hacer con estos pedazos (Alfaguara), una historia que sigue la línea lírica de sus anteriores libros, pero aplicándola a otras obsesiones, como su identidad como mujer. En este libro, Bonnett reflexiona sobre el paso del tiempo en las relaciones, el aburguesamiento de la madurez, la imposibilidad de conocer por completo a quienes nos rodean o la pérdida que supone aceptar las convenciones sociales.

--En Qué hacer con estos pedazos la protagonista es asediada por la forma de ser de su padre y de su marido. ¿Es una novela feminista?

--Sí, es muy feminista, pero cuando hablé con mis editores les dije que no quería que me metieran ahí porque me restringe a un público, o crea un prejuicio. Me sitúa como una escritora que esté batallando desde ahí y no es el caso. Cuando presenté la novela volví a caer en esa cosa de mujeres u hombres, pero no me gusta concebir la literatura como un arma de combate de nada.

Retrato de Piedad Bonnett antes de la entrevista a Letra Global / LUIS MIGUEL AÑÓN (LETRA)

--¿Al identificarte como feminista se coloca en un marco donde sólo leen sus libros las mujeres? ¿Eso es un problema?

--Ya pasó con la generación de Ángeles Mastretta y todo eso de la literatura de mujeres para mujeres. Yo no quiero eso. Hay alguien cercano, un crítico muy agudo, uno de mis grandes lectores, que me dijo: “Que no te encasillen. Tú eres una escritora, no una escritora feminista”. Lo que pasa es que una escribe por necesidades expresivas y en este momento mis intereses derivaban hacia el mundo de lo femenino.

--¿Por qué su literatura va hacia esa dirección?

--Supongo que ha estado presente toda la vida, pero cada vez tengo más luz sobre este tema. Cuando me pongo a pensar, por ejemplo, en la educación que me dieron aflora un sentimiento que dice: ¡Qué bárbaro lo que hicieron con nosotras! Por ejemplo, la educación religiosa de las monjas. Eso siempre me ha perturbado y me hace hacerme preguntas con mayor profundidad.

Qué hacer con estos pedazos, el libro de Piedad Bonnett / LUIS MIGUEL AÑÓN (LETRA)

--En la novela uno de los personajes femeninos lucha contra los lazos familiares. ¿La vida de quienes nos precedieron nos determina?

--Por supuesto, tenemos la impronta de una educación que tiene que ver con la forma de relacionarse con tus abuelos, con tus hermanos y, por supuesto, con los padres, que es lo más difícil de quitarte de encima, ¿no? Muchas mujeres de mi generación nos rebelamos rápido contra eso.

--¿No sucede todavía?

--Sí, claro. A los 16 años estábamos rompiendo todo. Por ejemplo, con la cuestión de la virginidad. Te criaban para que te casaras virgen y eso, en los años 60, empieza a acabarse en los Estados Unidos, en Europa y, después, en América Latina. A mí me tocó una generación de mujeres muy libres sexualmente. Yo corté los lazos religiosos a los 14 o 15 años. Depende de tu temperamento y de tu fuerza, pero hay mujeres que siguen sometidas a esos patrones, mujeres convencionales, con una religiosidad anacrónica, con una deteminada idea de la familia y de los hijos. Estoy rodeada de mujeres súper libres desde hace muchísimos años, capaces de cambiar un montón de cosas. No creo es en los determinismos.

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--Los personajes de la novela sí están marcados por uno: el origen

--No hay nadie que pueda sustraerse a los lazos familiares, porque la familia es vínculo muy poderoso. Los hermanos, los primos y los padres crean unos lazos que, cuando los rompes, por alguna razón pueden provocarte conflictos, crear culpas, nostalgias, dolores. La familia está llena de conflictos y es el origen de toda la literatura, desde los griegos, con Antígona y sus hermanos, Edipo Rey, su madre y su padre. Y luego en Shakespeare, Balzac, Stendhal o Dostoyevski.

--¿Debe cambiarse esa forma de estructura social que es la familia?

--Ahora las familias son atípicas. Una madre soltera con sus hijos o una pareja gay con un niño adoptado son familias. Eso ya es una revolución. La historia de las mentalidades cambia muy despacio. Es mecesario que alguien abra una brecha. Fíjate en la conquista del divorcio: costó años. Ahora estoy leyendo un libro del japonés Osamu Dazai –Indigno de ser humano– y cuenta que, tras un intento de suicidio, lo llevan a la cárcel. El suicidio estuvo penalizado durante mucho tiempo. A los suicidas los enterraban en sitios no religiosos. Eran  estigmatizados. Hoy en día defendemos los derechos humanos y la diversidad. Si algo nos identifica como civilizaciónes la igualdad. ¿Qué tal los hijos naturales? Antes eran bastardos que no podían ir a la escuela y los ocultaban . O las enfermedades mentales: una niña que nacía con síndrome de Down y la ocultaban en la casa.

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--Las redes sociales, específicamente los chats de mensajería, están presentes en la novela ¿Cómo crees que está cambiando Internet los vínculos personales?

--Pensamos que estas nuevas formas de comunicarnos, como Whatsapp, evita otras intromisiones, como hablar por teléfono. Y sí: es tremendamente eficaz y sirve para agilizar la vida, pero como no tiene el matiz de la voz da pie a malentendidos. Puede ser incluso agresivo, aunque no se lo proponga. La pobreza del lenguaje en el Whatsapp es total. Hay gente creativa que se las ingenia para poner adjetivos o emoticonos, pero la palabra queda desplazada absolutamente. Es el empobrecimiento más grande del lenguaje. Tengo cartas de escritores en cajitas, con sus caligrafías, de Blanca Varela o José Watanabe. Son cosas que atesoro. Hoy un mail de un escritor ni se te ocurre guardarlo. ¡No tiene ni firma! Nos estamos desprendiendo de un mundo en el que nos relacionábamos de manera más lenta.

--Hay mucha falta de tacto entre los personajes de su novela. ¿Tiene que ver con este mismo miedo a palpar las cosas?

--No lo sé, quizás estaba influida por la pandemia al escribir. El enclaustramiento demostró que necesitamos el abrazo y el tacto de los demás. En cuanto a la novela, quizás se deba al tabú del cuerpo o del incesto, pero creo que eso pertenece a la generación de nuestros abuelos o nuestros padres. No quieres tocar el cuerpo de tu hija. Hay culturas aterradoramente cuidadosas ante la cercanía con otro cuerpo. Más entre los europeos que entre los latinoamericanos.

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--¿Es miedo a no poder controlar los impulsos?

--En las familias el afecto se demostraba de una manera distinta. La madre se encargaba del cuidado, del alimento o del vestuario, mientras que el padre solo tocaba a los niños cuando eran muy pequeños. Cuanndo la mujer protagonista cumple los 8 o 10 años el padre se inhibe. Se trata de un temor a romper la intimidad del otro. Es una incapacidad afectiva de los hombres, incluso con el lenguaje.

--¿Esa incapacidad debería hacer reflexionar a los hombres?

--Ya la están haciendo. Sé de campañas para que los hombres llamen a unos teléfonos y cuenten sus penas o expresen sus emociones. En los ámbitos urbanos sucede, pero en el campo va más lento porque su prioridad es la supervivencia. También tiene que ver con el nivel educativo.

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--¿En qué momento como creadora está en este momento?

--A una siempre le interesan los mismos temas: el amor, la muerte. Mientras más se acerca la vejez y la muerte, más me interesan. Pienso mucho en cómo nos hicimos mujeres.¿Con qué rompí yo y de qué manera? Yo estoy ahí, ahorita, pero cualquier suceso puede hacer que me desvíe. No programo la escritura porque es una cosa existencial.

--En esta novela vuelve a tocar el tema de la muerte del hijo. ¿En ese vacío está su fuerza como escritora?

--En absoluto. Simplemente apareció. Necesitaba en esta novela que hubiera una herida profunda para explicar la brecha entre el marido y la mujer. Me acordé de la historia de una amiga que perdió a una niña. ¿Qué herida es más grande que la pérdida de un hijo? Con la muerte súbita de un hijo siempre hay una sensación de culpa, pero no es que yo vuelva a una cuestión de mi propio hijo. Eso está cerrado.No me quiero perpetuar como la persona que escribió un libro sobre la muerte de su hijo. Si me quieren a etiquetar que sea como una mujer que ha dedicado la vida a la literatura y que busca el lenguaje para expresar mejor lo que en cada momento toca.

Retrato de  Piedad Bonnett en el hotel Hesperia Presidente de Barcelona / LUIS MIGUEL AÑÓN (LETRA)

--¿A quién está leyendo ahora?

--Leo a la generación que está entre los 35 y los 50 años, pero por el camino se me atraviesan otras cosas. Ahora que se pueden conseguir los libros más inverosímiles pago cifras absurdas para que me traigan un libro ya. A veces leo cosas de estos feminismos que no alcanzo a entender del todo. Leo mucho a mujeres como Vivian Gornick o a los jóvenes escritores latinoamericanos. Si John Banville saca un libro, lo compro. Lo mismo con Amelie Nothomb, aunque publique un libro bueno y uno malo cada año. Lo que yo quisiera en la vida es leer más.

--¿Cree que las generaciones jóvenes deben tener más esperanza en el futuro?

--No quisiera que esto se convirtiera en un terrible lamento de un mundo que no tiene salidas. La protagonista de mi libro la busca. Luchar por una causa ya es una postura optimista. El solo hecho de escribir ya es un acto de fe en la vida, pero no nos corresponde ni dar consejos, ni dar esperanzas explícitamente. Podemos ser muy pesimistas. No pienso que este mundo vaya a ser mucho mejor. Siempre hay cosas aterradoras, como la guerra en Ucrania o los dictadores. Hay que tener sentido de la realidad. Pero creo en la vida y en la belleza.