Jonas Lüscher (Zúrich, 1976, Suiza) se ha convertido en una voz esencial en el corazón de Europa, en Alemania. Escribe ensayos políticos sobre inmigración, el estado de bienestar o el mercado financiero para varios medios de comunicación y es miembro del PEN y de la Academia de Bellas Artes de Baviera. Con su primera novela, La primavera de los bárbaros, fue nominado al Premio Alemán del Libro y al Premio Suizo del Libro. Pero con su segunda obra, Kraft, editada en España por la editorial Vegueta, Lüscher ha puesto en solfa el debate que se intensificará en los próximos años: el modelo económico y político que tratan de imponer los emprendedores y empresarios de Silicon Valley frente al llamado capitalismo renano, basado en consensos y en la puesta al día, pero sin degradarlo, del estado del bienestar. Una batalla entre Silicon Valley, “que no es exactamente Estados Unidos”, frente a Europa, frente a una Europa que no acaba de liderar Alemania, aunque sea el país más fuerte.
Lüscher busca en la literatura una fórmula para explicar debates complejos, morales, repletos de guiños a la filosofía. Es el resultado que plasma en Kraft, después de que el propio autor viviera en Silicon Valley, como investigador becado. Porque, ¿quién es Kraft? Es un anti-Lüscher, un alemán que viaja a California, un alemán que abraza las ideas de la economía de la oferta que lideraron en los años ochenta Thatcher y Reagan, con una vida personal compleja, y que quiere ganar un millón de dólares, el premio que un extravagante magnate ofrece para que, en un concurso de ideas, algún erudito desvele por qué el mundo actual, pese a todo, es el mejor de los mundos posibles. Con su segunda novela, Lüscher ha obtenido el Premio Nacional de Literatura en Suiza y ha sido Finalista del Premio Nacional de Literatura en Alemania. En esta entrevista con Letra Global, Lüscher no rehúye el combate ideológico. Es socialdemócrata y reinvidica las “viejas ideas de la socialdemocracia”. Y pide para los europeos “más confianza en ellos mismos”, teniendo muy claro que “como europeos no deberíamos depender demasiado de Estados Unidos”.
--Pregunta: ¿Hay que entender la literatura, en estos tiempos, como el mejor instrumento para analizar los conflictos políticos?
–Respuesta: No sólo en estos tiempos en particular. La literatura es siempre un instrumento muy poderoso para describir y comprender los conflictos políticos o cualquier desarrollo significativo en una sociedad. Pero es solo uno entre otros instrumentos. También necesitamos análisis cuantitativos y cualitativos sobre esa realidad, y, también, claro, teoría. Pero la literatura tiene la ventaja de que puede apoyarse o basarse en análisis cuantitativos y cualitativos y en la teoría. Y de esta manera, las narrativas se conectan con ideas generales, con lo abstracto y lo general. La literatura, sin embargo, también se relaciona con el caso individual y se toma en consideración lo contingente. A la inversa que otras formas de conocimiento, la literatura nunca pretende ser intersubjetiva. Sus intenciones normativas, por así decirlo, no están ocultas.
–¿Es Kraft el liberal que debe interiorizar que todo lo que se desarrolló en el mundo occidental desde los años ochenta ha desestructurado a las familias y ciudadanos que decía proteger, siguiendo el ideario de Thatcher?
–Culpo a Thatcher por muchas cuestiones, pero, en todo caso, no por pertubar a las familias. Sin embargo, sí la culpo a ella, o para ser más precisos, a la Reagonomics, a esa economía de la oferta, por la alteración de la sociedad. Y sí, Kraft tiene que darse cuenta de que cuando ve todos sus sueños neoliberales cumplidos en Silicon Valley, y especialmente personificados por esos jóvenes emprendedores que beben Soylent, (un sustituto alimenticio) hay más daño que bien.
–Ese alemán, Kraft, con esa cultura política, que se traslada a California, a Silicon Valley, para ese concurso de ideas, ¿representa la batalla de nuestros días? ¿Quién la ganará, porque esa será la clave en los próximos años?
–Es al menos una de las fallas de nuestro tiempo. Sin embargo, si miramos con lupa, es una discusión muy antigua que se presenta con un ropaje nuevo. Es la vieja discusión entre optimistas (Leibnitz y Pope) y pesimistas (Voltaire), entre creyentes y escépticos. Pero la cuestión de la teodicea ahora es reemplazada por la cuestión de la tecnicidad (Hans Poser). Y la cuestión de la tecnología es, ante la crisis climática, más urgente que nunca. Creo que todos perderemos si uno de los bandos gana. Y tenemos que encontrar un terreno común.
–En la novela, en todo caso, las apreciaciones sobre la política alemana son constantes, y hay un factor muy interesante para un lector español, y es que la socialdemocracia fue aguantando con gobiernos socialdemócratas y liberales y con gobiernos cristianodemócratas y liberales, pero, ¿ganó el liberalismo realmente la batalla, finalmente, con políticos como Schröeder?
–Bueno, tenemos que estar seguros de que estamos hablando de lo mismo cuando nos referimos al liberalismo. No en el significado anglosajón de la palabra. En cambio, si por liberalismo nos referimos a lo que yo llamaría liberalismo de mercado, neoliberalismo o libertarismo, entonces sí, me temo que sí. Han ganado. Y no debemos olvidar una mención también a Bill Clinton. Ni siquiera la crisis económica y financiera de 2008 y los años siguientes pudieron impedirles ganar. Ahora tengo una pequeña esperanza de que las consecuencias financieras de la crisis pandémica los hagan retroceder un poco.
–Hay alusiones muy claras a esa especie de vida nueva, de alimentación rápida, pero con proteínas, que apuntaba, que defienden nuevos gurús tecnológicos, como Elon Musk o Peter Thiel. ¿Son un verdadero peligro para la democracia liberal que hemos conocido, por lo menos desde la II Guerra Mundial? ¿Rechazan la democracia porque no es eficaz y tiene unos procesos muy lentos para la vida tecnológica del siglo XXI? ¿Cree que están pensando en el modelo chino?
–Es interesante esa idea de que que piensan en el modelo chino. De alguna manera sí, están pensando en ello. Pero nunca lo admitirán. El pensamiento es en muchos sentidos muy diferente, pero como se consideran genios a sí mismos, con la convicción de que saben lo que es bueno para la humanidad, entonces se ven lentamente abatidos por los procesos democráticos. Y, por supuesto, admiran el espíritu chino, de empujar las cosas hacia delante. Son una amenaza para la democracia justo por el tamaño de sus empresas y su poder financiero.
–Como un autor centroeuropeo, y eso también se traslada en el libro, con la figura de István, ¿debemos ser empáticos con los países del Este? ¿Tienen razón Polonia o Hungría en recelar de la Unión Europea?
–Ahora no creo que deban recelar. Al contrario. La mayoría de mis amigos polacos y húngaros, en su mayoría intelectuales y artistas, no lo hacen. Y eso es especialmente cierto en el caso de mis amigos bielorrusos. Como Kraft es, de alguna manera, un libro acerca de las diferencias entre Europa y Estados Unidos, o, para ser más precisos: entre Silicon Valley, que no es exactamente Estados Unidos, y Europa, –y ésta está representada en el carácter de Kraft–, tuve el sentimiento de que era necesario incorporar un personaje de la Europa del Este. Un personaje con un pasado específico comunista-socialista, tras la caía del Telón de Acero. Ese personaje es István, que aporta una capa de complejidad a la historia. Y es que cada Cándido necesita su Panglos, y por eso el apellido de István es Pancel.
–Usted es una voz importante en la opinión pública alemana. ¿Cree que Europa está esperando que Alemania tome, de verdad, el liderazgo europeo en beneficio de todos los países miembros de la UE? Al margen de las cuestiones históricas, ¿Por qué Alemania no adopta ese papel? ¿Es porque cree que puede ir sola y competir con gigantes como China?
–Es casi casi imposible hablar de esta cuestión sin hacer referencia a la historia de Alemania, pero lo intento. Ahora que ya está claro que Merkel no buscará otro mandato, Alemania se encuentra en esa fase que se califica como de pato cojo. Mientras no esté claro quien liderará el país después de ella, Alemania no podrá cumplir con ese papel de liderazgo –y es que, tal vez el mayor error de Merkel en su mandato fue el de no tomar la mano extendida que le ofrecía Macron, después de su discurso en la Sorbona en 2017, aunque esa es otra historia. Nuestros compañeros europeos deben saber cuál será el rumbo de Alemania en los próximos años. Ahora, el próximo canciller más probable es Markus Söder. Nuestros compañeros europeos tienen que saber cuál será el rumbo de Alemania en la política europea durante los próximos años. Y hoy, el canciller más probable es Markus Söder, el actual jefe de Baviera. Su reino es Baviera. Y, realmente, no puedo imaginarlo como el líder de Europa. El Partido Verde, que tiene una pequeña posibilidad de ganar las elecciones de este otoño, tiene dos candidatos. Éter, uno de ellos, probablemente tomaría una posición más proeuropea, y estaría dispuesto a tomar ese liderazgo europeo. Pero, como dije, ningún canciller alemán se sentirá feliz de liderar la causa europea sin socios igualmente fuertes y eso es parte de nuestra historia.
–¿Cómo debe ser hoy un intelectual que quiera influir sin que sea criticado de sectario o de pertenecer a un bando? ¿O qué debe defender hoy un intelectual en países como Alemania o España?
–No debe ser vergonzoso tomar una posición clara y estar en un lado determinado, siempre y cuando se sepa examinar nuestro propio vocabulario. Lo que creo es que siempre vale la pena defender los viejos valores socialdemócratas: libertad, igualdad y solidaridad. Y para ser más precisos: el Estado de Bienestar democrático. En cuanto a ese mundo global, se debe pedir responsabilidad a las corporaciones por sus acciones a lo largo de toda la cadena de suministro, con acuerdos de comercio justo. Y como intelectual de hoy, se debe tener en cuenta que no se puede pensar en la sociedad y en la política sin valorar la cuestión ecológica.
–Con Kraft como abanderado de ese liberalismo que se equivoca, ¿cree realmente que ese liberalismo norteamericano rectificará a partir de ahora tras la pandemia del Covid? ¿Lo que plantea Yellen con los impuestos es un buen indicio?
–Habrá que esperar y ver. Pero está claro que, por lo menos, es un paso en la dirección correcta. Me alivia que volvamos a hablar a partir de una asociación transatlántica. Los impuestos, así como cualquier regulación del mercado financiero (y por supuesto todo lo que atañe al cambio climático) son temas que no podemos manejar como naciones aisladas. Pero, como europeos, no deberíamos depender demasiado de Estados Unidos. Quizás deberíamos desarrollar un poco más de confianza en nosotros mismos. Ahora que vemos cómo se acerca el final de la pandemia sería un buen momento para ello. En los días buenos, espero que recordemos algunas de las ideas antiguas, las que decía antes: libertad, igualdad y solidaridad.